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| lunes diciembre 23, 2024

Hezbollah ataca a civiles desarmados en El Líbano mientras la revolución ingresa en tiempo de definiciones

Hassan Diab fue designado nuevo primer ministro y debe formar gobierno, pero en las calles no cesan las protestas. La presencia de Hezbollah busca desactivar las protestas por la fuerza y genera más violencia


Mas allá del nombramiento -sin consenso- del nuevo primer ministro, ingeniero Hassan Diab, y del encargo que el día jueves formalizo el presidente Michel Aoun para que forme gobierno, las calles de las ciudades libanesas continúan dado muestras de una violencia sin precedentes durante las últimas noches de esta semana.

Algunos observadores y activistas esperan que estas escenas se repitan y que aumente la represión de la seguridad estatal. En consecuencia, es muy posible que el sucesor de Saad Hariri, sea sostenido por medio de la presión de las armas de Hezbollah, que, a minutos de ser nombrado Diab, se volvieron contra ciudadanos en varias ciudades del país.

Hezbollah abrió fuego con munición real de forma indiscriminada contra civiles desarmados (como se aprecia en el video exclusivo de Infobae) lo cual desenmascara y coloca al grupo terrorista en abierto enfrentamiento con la sociedad civil, pero también impulsa a la Revolución pacifica y ciudadana.

Aunque es cierto que El Líbano todavía esta muy lejos de los números de muertos que contabiliza la rebelión en Irak, precisamente la esperanza de los libaneses es no acercarse a esos números aterradores. Sin embargo, el alcance de la intransigencia que enfrenta el complejo y espinoso intento de la revolución no es simple y se torna mas peligroso cada día.

Para entender la revolución libanesa hay que conocer los cuatro frentes que la acechan. De allí que es muy importante enumerar los cuatro enemigos principales contra los que el 17 de octubre, mujeres y hombres libaneses decidieron unirse y desafiar su hegemonía.

Manifestantes bloquean una calle en protesta contra la designación de Hassan Diab como primer ministro en Beirut (REUTERS/Aziz Taher)

Manifestantes bloquean una calle en protesta contra la designación de Hassan Diab como primer ministro en Beirut (REUTERS/Aziz Taher)

Primero:

Por años se observa que la economía representada discrecionalmente por los bancos carece de una política de estado emergente de un Ministerio de Economía que ofrezca un plan sustentable. El gobierno, literalmente ha estado robando el dinero público a través de actividades que se ven impulsadas por la interferencia de grupos políticos y en connivencia con la comunidad bancaria que ahora también está saqueando a los individuos, uno por uno, sin barreras ni limites de ningún tipo.

Sin embargo, los bancos no son el único detalle marginal en la composición de la economía libanesa. El Líbano ha vivido durante mucho tiempo, a los ojos de muchos, como un gran banco del que la dirigencia política se sirvió para sus propios intereses. Esta influencia negativa de la clase política sobre los bancos prácticamente se ha desarrollado de forma sistemática por los últimos treinta años.

Así, con la cobertura de una dirigencia política corrupta y proteccionista del mercado bancario y financiero, la relevancia económica bancaria ha aumentado al igual que su reconocimiento hacia ellos por la clase política que sepulto el ordenamiento y las convicciones de un país de 6.800.000 habitantes generando una deuda per cápita de USD 11.680 p/habitante según la última tasa de variación anual del IPC publicada en Líbano en octubre de 2019, lo que demuestra que el país es una entidad en quiebra.

Los desafíos de los bancos en su operaciones actuales consisten en reconsiderar y reformar la estructura del saqueo de la economía de los libaneses y, por sobre todo, reformar los métodos de sus operaciones. Aquí, en las políticas bancarias corruptas aupadas por el estado, a diferencia de las muchas contradicciones entre el grupo gobernante, encontramos la unidad pura y cerrada que explica su posición contra el sistema democrático y los ciudadanos.

Hassan Diab, flamante primer ministro de El Líbano (REUTERS/Mohamed Azakir)

Hassan Diab, flamante primer ministro de El Líbano (REUTERS/Mohamed Azakir)

Segundo:

El segundo demonio que no quiere que la revolución libanesa vea la luz es el sectarismo. Esta endemia ha sido la trágica conciencia del país, el pilar de su ideología y la tumba de los sueños democráticos desde 1860, se afianzó en 1920 con el establecimiento del Gran Líbano.

Sin embargo, el sectarismo no es sólo la peor expresión de la conciencia negativa que trasunta en fanatismo e irracionalidad. Sin el, la política y la economía nacional no se pueden entender. Sin el, no se pueden explicar las muchas guerras y la poca paz del país, aunque muchos intelectuales y periodistas occidentales, sin conocimiento de lo básico y esencial de la historia libanesa hayan alabado sus virtudes y bendiciones. Lo cierto es que el sectarismo ha sido una infección nunca controlada, ni siquiera tratada seriamente para evitar el fanatismo sectario-religioso.

Lo positivo de hoy, es que por primera vez estamos presenciando, desde 1860, la mayor separación entre el confesionalismo y la gente. El sistema de “desinformación” que prevaleció debido al poder del sectarismo ya no funciona, a pesar de los chiítas violentos y sus cristianos serviles encabezados por el presidente Michel Aoun, todos favorables a Irán y peones de grupos como Hezbollah y Amal.

La represión del ejército libanés contra los manifestantes en las calles de Beirut

La represión del ejército libanés contra los manifestantes en las calles de Beirut

Tercero:

El tercer elemento, pero no el menos peligroso, es el problema que significa Hezbollah, el grupo pro-irani representa la expresión mejor acabada y mas tóxica de lo peor de la composición sectaria. Hezbollah profundiza día tras día su amenaza a los civiles movilizados que piden pacíficamente cambios a un gobierno corrupto y desvencijado. Sin embargo, considerando su agenda iraní y las muchas experiencias en el uso de la violencia que ha perpetrado, su aporte es inexistente para mejorar el conflicto sectario y la convivencia nacional.

El “partido” de Dios ha derramado sangre libanesa inocente y demostró reiteradamente su capacidad en utilizar la violencia como única expresión de sus ideas para dominar esa «convivencia”. Sus relaciones exteriores son una extensión de las políticas de una determinada secta (la chiíta). Y hoy, su política nacional se fusionó con el proyecto extranjero iraní de manera abierta por lo que no cederá políticamente a ninguna otra opción que no sea completar la ocupación del Líbano en favor de Irán. Dado su accionar, Hezbollah representa lo peor del sectarismo y el mayor peligro para la paz libanesa y regional.

En 2005, cuando la mayoría de los libaneses acusaron al presidente sirio Bashar al-Assad por el asesinato del ex-primer ministro Rafik Hariri, Hezbollah (que no fue acusado en ese momento) impidió la unidad completa y final de la posición ciudadana libanesa favoreciendo a Siria, luego boicoteó las actuaciones del Tribunal Penal Internacional (TPI) que acusó, con suficiente carga de pruebas a tres hombres de la organización chiíta que aún permanecen prófugos por el magnicidio. Ahora, está sucediendo lo mismo, el partido está impidiendo mediante amenazas de todo tipo que una gran comunidad como la chiíta, se una a la revolución, al tiempo que otorga a la destartalada autoridad gobernante un poder que no posee.

La provincia de Idlib es bombardeada a diario por el régimen de Al Assad

La provincia de Idlib es bombardeada a diario por el régimen de Al Assad

Cuarto:

En cuarto lugar, el clima de contra-revolución en el mundo árabe también se está haciendo presente en El Líbano. Este clima negativo proveniente de Siria sopla sus vientos hacia el Líbano contra la revolución libanesa. “Lo que los libaneses están reclamando en Beirut está lejos de tener algún futuro”, declaro el presidente sirio Bashar al Assad, en lo que fue un claro mensaje de la posición de Damasco.

Aquí yace una de las fuentes de odio en las que los partidarios de Assad muestran su hostilidad hacia la revolución libanesa. Ellos temen que los logros que obtuvieron a través del apoyo de Irán y Rusia en territorio sirio se pierdan en Beirut y Bagdad.

No cabe duda que los cuatro elementos del mal que están atacando la revolución del Líbano subrayan la tarea difícil y heroica de ella por sobrevivir a esos peligros. Esto explica el cómo y el por que los partidos en el gobierno buscan bloquear la coordinación e integración entre ellos, comenzando con el estricto control de seguridad y la represión brutal a la ciudadanía que se ha observado en los últimos días.

Puede que los libaneses tengan éxito ante las fuerzas oscuras que amenazan sus deseos por una vida mejor. Las fuerzas que se le oponen son los mismos demonios con nombres y apellidos de los que Líbano jamas pudo liberarse como viene sucediendo desde 1975 hasta hoy. También puede ocurrir que, quizás, la revolución actual sea derrotada. Pero lo que es seguro, es que la lucha contra “los cuatro demonios” será una tarea a largo plazo que pasara de una generación a otra hasta vencerlos.

 
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