Silvia Plager. Preocupada ante las agresiones a los judíos. / Andres D’Elia
El título de mi nota desea graficar con un lugar común otro lugar común que cae como un balde de sangre sobre la castigada comunidad judía. Una avalancha de atentados recientes ponen en peligro el frágil equilibrio que creíamos haber logrado después de la Shoa. El huevo de la serpiente antisemita no ha sido destruido y late, vivito y coleando en países que creíamos menos expuestos a agresiones antisemitas. Pero la caridad bien entendida comienza por casa y, primero, me referiré a la mía.
Pero nuestra historia trágica nos engrosó el cuero y los golpes que no matan intentamos soportarlos. Para muestra bastan los grupos judeofóbicos que pretenden convencer al mundo de que odiar al Estado de Israel y a los judíos no es antisemitismo. Un tal Santiago Cúneo, odiador serial, en los pocos caracteres que permite un tweet, escribió: “Nuestros hijos crecen en el ateísmo mediático impulsado por los ortodoxos sionistas que asesinan palestinos”. Como es moneda corriente que en las redes sociales la apología a la violencia no resulte penalizada, personajes de mala entraña logran descargar sus cloacas mentales sin que el INADI reaccione como debería.
Y ya que estamos en tema, voy al pedido del doctor Mariano Caucino, ex embajador argentino en Israel, que solicitó la acción del INADI ante los dichos del diputado Leopoldo Moreau, quien calificó la investigación sobre la muerte del fiscal Nisman como “un invento del Estado de Israel, la derecha norteamericana, los fondos buitres y sus socios locales”.
Cuando el río suena agua trae y una noticia trae a otra: los abogados Yamil Santoro y José Magioncalda denunciaron penalmente a la ministra de Seguridad Sabrina Frederic por incumplimiento en los deberes de funcionario público y negociaciones incompatibles con la función pública. La denuncia es motivada por la promesa de la ministra Frederic de revisar las pericias realizadas por la gendarmería cuya conclusión fue que al fiscal Nisman lo asesinaron. Y justo al periodista inglés Justin Webster se le ocurre lanzar la serie: “El fiscal, la presidenta y el espía”, sobre el caso Nisman. ¿Habrá pensado que darle un título menos obvio confundiría a los “argies”? Y apenas se revuelve el avispero aparece el periodista Pablo Duggan que, tal vez para promocionar su libro y aunque el británico sostenga que el final abierto le permite al público sacar sus propias conclusiones, afirma que la serie demuestra que “lo de Nisman fue un suicido más grande que una casa”.
En la capital francesa el raid antisemita me exigiría un libro, así que me remito al ataque salvaje contra un joven israelí por hablar en hebreo, su idioma. En Londres, el chivo expiatorio fue un rabino al que golpearon mientras gritaban “matemos a todos los judíos”. Ya sabemos que si se organizan torneos aquí o en el extranjero con organizaciones deportivas judías locales o israelíes, terminan mal o no comienzan.
Para cerrar mi artículo recurro al extraordinario escritor israelí Amos Oz a quien de estar vivo le pediría disculpas por acortar, por cuestión de espacio, su definición: “…ser judío significa casi siempre mantener una relación con el presente judío; sea temor o seguridad, sea orgullo por los logros de los judíos, o vergüenza por sus actos, o un fuerte deseo de desviarlos de su rumbo, o una necesidad espiritual de unirse a su camino. Y por último: ser judío significa sentir que en un lugar donde se persigue a un judío por el hecho de serlo, se refieren a ti”
Silvia Plager es escritora. Su último libro es «Pequeña Viena en Shanghai»
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