En Jerusalem se lleva a cabo hoy la ceremonia conmemorativa del 75° aniversario del cierre de Auschwitz, unos días antes de la fecha exacta, que es el 27 de enero. A lo que debe ser el centro de los eventos, el recuerdo y más que nada el compromiso de combatir hoy en día el antisemitismo , se agrega la dimensión política, por la confluencia en Jerusalem de casi medio centenar de líderes internacionales, Reyes, Presidentes, Primer Ministros, altas autoridades parlamentarias y otras importantes figuras. No es un aspecto para despreciar, pero hoy quisiera concentrarme en Auschwitz.
Uno de los actos más significativos del recuerdo de la Shoá, se lleva a cabo anualmente en territorio de Polonia, donde los nazis erigieron los campos de exterminio. Se trata de la Marcha por la Vida de Auschwitz a Birkenau, la respuesta la Marcha de la Muerte de los judíos hasta los crematorios.
Polonia fue cuna de rica vida judía durante cientos de años y al mismo tiempo, símbolo en gran medida de la barbarie nazi, que erigió en su territorio la máquina de la muerte. Convivieron allí dos expresiones totalmente opuestas de lo que el ser humano es capaz: por un lado, el antisemitismo y odio, y por otro, el humanismo de quienes arriesgaron sus vidas para salvar judíos. Unos y otros deben ser recordados .Para estar alertas, los primeros. Para saber agradecer y no perder esperanza en la condición humana, los segundos. Polonia hoy, aunque también en su seno hay expresiones antisemitas, enaltece la memoria de los salvadores.
Lo central es comprender que todos esos actos recordatorios, no son sólo sobre el pasado. Tal como nos dijo el Profesor Irwin Cotler, ex Ministro de Justicia de Canadá, “es una advertencia sobre el presente y el futuro”. No menos importante, especialmente dado el aumento del antisemitismo en los últimos tiempos, es otro de sus conceptos: “Judíos fueron asesinados en Auschwitz por antisemitismo. Pero el antisemitismo no murió en Auschwitz”.
Cuando de lecciones se trata, es clave conocer la dinámica que condujo a la Shoa, para poder reconocer señales preocupantes de fenómenos de odio, también hoy. Por eso es importante recordar-citando nuevamente a Cotler- que la Shoa y otros genocidios posteriores, no empezaron en las máquinas de la muerte sino en la incitación .”Todo comenzó con las palabras, no con las cámaras de gas”.
Y la Shoa, cabe agregar, fue posible no solamente por la maquinaria del Estado nazi utilizada para el asesinato, y no solamente por la incitación y las palabras de odio, sino por la indiferencia y la inacción de la comunidad internacional. Probablemente los criminales solos no habrían podido llegar a tal grado de horror si el entorno, entre crueles e indiferentes, no se lo hubiera hecho posible.
Es importante recordar que el Holocausto fue posible en la sociedad más culta y educada de la Europa de entonces, donde se cultivaba el amor al arte y la música. Era la sociedad europea en la que los judíos se destacaban en profesiones libres y una gran variedad de puestos y trabajos , mucho más allá de su proporción (1%) en la población general. Eso no impidió que su país los trate como infrahumanos.
Las leyes raciales racistas de Nuremberg, aprobadas en horas y ratificadas por el Parlamento alemán de Hitler el 15 de setiembre de 1935, sucedieron a la república de Weimar, cuya constitución democrática casi no tenía parangón. Las ideas que llevaron a Nuremberg, no nacieron súbitamente de la nada. El 58% de los ciudadanos alemanes, que fueron los que votaron en noviembre de 1932 en favor del partido nazi, no sabían que pocos años después su país se convertiría en una máquina asesina, pero con su voto, tiraron abajo a la democracia. Rectores universitarios, abogados y jueces, se convirtieron en parte del sistema nazi. El alto nivel intelectual y educativo, no fue, evidentemente, garantía de altura moral.
En el 2016 participamos en la Marcha por la Vida. Recordamos, en el simposio previo llevado a cabo en una universidad de Cracovia, el emotivo mensaje filmado por la entonces Embajadora de Estados Unidos en las Naciones Unidas Samantha Power. Amerita su traducción íntegra, pero nos limitaremos a algunos de sus párrafos, en los que contó sobre uno de los testigos en los juicios de Nuremberg.
“El 27 de febrero de 1946, el día 69º del Tribunal de Nuremberg, se llamó a Abraham Sutzkever a prestar testimonio. Era un poeta de 33 años que había vivido en Vilna durante la ocupación nazi, el primer judío y sobreviviente que prestó testimonio en Nuremberg. El juez que presidía la sección, pidió a Sutskever dos veces que se siente mientras habla al tribunal.Y dos veces, Sutskever se negó, optando por mantenerse de pie durante todo su testimonio. Más tarde, escribió: ´Hablé de pie, como si estuviera recitando el Kadish por aquellos que murieron´.Y tenía muchos a quienes llorar”.
Sutskever perdió en la Shoá, ante todo, a su bebé recién nacido.Y entre otros, a su propia madre. En las cámaras de gas, ante las fosas comunes y en el diario ensañamiento de los nazis, murieron los bebés de muchos otros padres , las madres de otros niños y otros hombres.
A ellos y a todos los seis millones debemos recordarlos. Sea en un acto en Jerusalem o en Auschwitz. En presencia de reyes y presidentes, o solos, simplemente como hijos del pueblo judío, dondequiera que estemos.
Por ellos y por nosotros, hay que combatir el antisemitismo actual.
La reunión de decenas de gobernantes en Jerusalem es un compromiso, que esperamos el mundo libre sepa cumplir.
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