En la cena que el 22 de enero ofreció el Presidente de Israel Rubén Rivlin, en la residencia Beit Ha Nassi, en Jerusalem a casi medio centenar de líderes internacionales, Reyes, Presidentes, Primer Ministros, altas autoridades parlamentarias y otras importantes figuras, que fueron a participar en el Foro por el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto y la lucha contra el Antisemitismo”, escucharon un violín tocado por Vladimir Reider de la Orqueste de Cámara de Israel. Pero ese violín es mucho más que un instrumento porque con ese violín su padre tocó en la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau ,en 1945.
Ese dato se sumará a todo lo que verán los representantes del mundo democrático que han decidido ver con sus ojos, escuchar con sus oídos y registrar en sus almas la responsabilidad judía de rescatar la memoria de los millones de judíos asesinados. Y tanto al recorrer el Museo Yad Vasehm como abrevar las palabras de los que pudieron salir con vida del infierno nazi será algo inolvidable, porque nadie sale de esa experiencia siendo el mismo. Y tal vez se enteren que a ese violín se les fueron sumando más que se los llamó “Los Violines de la Esperanza”. Violines que fueron rescatados de los músicos judíos, intérpretes o aficionados de gente que hablaba con la música antes de ser exterminados. Esos músicos fueron usados para alegrar o poner melancólicos a prisioneros como ellos, para distraerlos dándoles la bienvenida a los campos de concentración como el adiós camuflado cuando los hacían entrar a las cámaras de gas.
Fue el luthier Israelí Amnon Weinstein quien pasó años buscando esos instrumentos y documentando las historias detrás de sus cuerdas. Repararlos fue un gran desgaste emocional porque era como estar con aquellos a quienes les pertenecieron. Esos violines fueron revividos con sus reparaciones para volver hacer sonar la belleza de la música.
Un artículo del Diario Judío de México, de septiembre del 2015, contaba que “la mayoría de esos violines que llegaron al taller de Weinstein, en Tel-Aviv, en mal estado estaban deteriorados por el tiempo transcurrido habiendo estado, incluso bajo la lluvia, con Estrellas de David grabadas como una marca de pertenencia que a veces les fue confiscada y a veces permitida a los prisioneros judíos.
Los violines recuperados nunca regresaron a sus dueños y son parte de lo que fue la vida cotidiana de las comunidades judías y sus tradiciones destruidas. Weinstein los busca, los exhuma, los restaura y resucita haciendo que vuelvan a sonar y recuerden a millones de inocentes que fueron callados para siempre.
Hoy Los Violines de la Esperanza sirven como homenaje a aquellos que perecieron durante el Holocausto y van por el mundo dando conciertos para dejar en los paises desde el pentagrama, un mensaje de paz y lucha contra la xenofobia, la barbarie, las guerras, los exterminios, el odio.
Los representantes que hoy están en la ceremonia de Yad Vashem en Jerusalem deberían convertirse en violines de la esperanza para transmitir la melodía del “Nunca Más” porque el que va a Yad Vashem nunca más vuelve a ser el mismo.
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