En el complejo tablero geopolítico del mundo y en particular de Medio Oriente hay que leer los acontecimientos no de manera binaria, bueno-malo, paz o guerra. La realidad es bastante más compleja y sofisticada. No se trata de jugar al ludo o backgammon, sino más bien al ajedrez o a las cartas. El desafío es planificar, anticipar jugadas y quedar posicionado de la mejor manera para ganar el juego o como mínimo lograr neutralizar al oponente.
De Trump y Netanyahu se podrán decir muchas cosas, pero nadie negará que se trata de dos grandes estrategas y competidores. Grandes apostadores que saben llevar a su rival al terreno que más les gusta. Saben ejercer su poder y lograr resultados. La agresiva trayectoria de Trump como empresario lo ha formado en las negociaciones al límite. Ha llevado esa misma impronta al terreno de lo político y más allá de no caer simpático su efectividad es enorme. Miren los logros con Corea del Norte, China, Irán, México y otros. Va al límite y fuerza al otro a llegar a un acuerdo.
Desde hace rato el verdadero y sangrante conflicto de Medio Oriente con extensión global es la guerra entre Sunitas y Chiítas. El tema Palestino más allá de la retórica de propios y extraños ha quedado en absoluto segundo plano excepto para los israelíes.
Si algo no tienen Trump y Netanyahu es ingenuidad, ambos saben que cualquier plan que presenten será rechazado por los Palestinos. Saben que no importa lo que ofrezcan. Saben que Barak ofreció todo y fue rechazado. Saben que no hay una unidad Palestina, que Hamás solo acepta la desaparición de Israel y la Autoridad Palestina no tiene interés real en crear su Estado. Saben que en más de 7 décadas los Palestinos no lograron crear, ni declarar un Estado, porque en realidad les queda más cómodo vivir sin el mismo y recibir los millonarios aportes de todo el mundo incluyendo los de Israel. Si los Palestinos quisieran un Estado lo hubieran declarado unilateralmente y habrían recibido el apoyo de todos los solidarios con su causa y sobre todo de Israel que es el principal interesado.
El acuerdo del siglo es una jugada brillante que impondrá realidades que de facto ya existen. Jerusalem indivisible es y será la capital de Israel, la anexión de grandes partes de Judea y Samaria con las ciudades que Israel desarrolló en las mismas, el Golán ya ha sido anexado, etc. Los Palestinos se verán forzados a sentarse a negociar lo posible y tratar de obtener algo. Llevan dos décadas de inercia inconducente. Es tiempo de cambiar el baile y el ritmo. ¿Y por qué ahora?
Porque Israel se ha fortalecido de tal manera que se ha incorporado al grupo de las grandes potencias y puede jugar en esa liga. Su seguridad existencial no está en riesgo, su ejército tiene la capacidad de defender a su población de los ataques que se dan más allá de planes o no planes de paz. En una región donde se impone sólo la fuerza, Israel es fuerte como nunca antes, y sus vínculos estratégicos con los grandes actores mundiales son de intereses mutuos inmejorable. Miren el vínculo y reacciones al plan del siglo en Rusia, China, India, Gran Bretaña, los países de la unión europea e incluso por parte de Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos. No hay duda que en esta movida se ha trabajado mucho y por largo tiempo.
Israel y las potencias comprendieron que en este juego del Medio Oriente no hay jaque mate, el enemigo no será vencido definitivamente, ni desaparecerá. Que hay que ganar piezas en el tablero, posicionarte de la mejor manera, hacer alianzas y ser fuertes. Que el enemigo no es el pueblo Palestino que es un jugador menor, sino Irán, sus aliados e ideología Chiíta. Que nunca veremos esa paz utópica de las películas donde el amor vence. Que el conflicto es parte de la vida y lo que mejor puedes hacer para sobrellevarlo, es ser fuerte e imponer las reglas del juego. Ya dijo alguien, si quieres la Paz, prepárate para la guerra.
Miguel Steuermann
Director General de Radio Jai
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