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| martes diciembre 24, 2024

Los palestinos se niegan a ser palestinos


Como era de esperar, después de la presentación del plan de paz de Trump para el Medio Oriente, los palestinos lo rechazaron. Como era de esperar, sí, porque ya se habían opuesto antes de que se diera a conocer.

De todos modos, las autoridades palestinas están acostumbradas a rechazar cualquier plan que se les presente. Lo único que están dispuestos a aceptar es que se arroje a los judíos al mar. Hamás, en contraste con la Autoridad Palestina, al menos lo confiesa y lo expresa públicamente. Eso hay que reconocérselo a la organización terrorista. El Gobierno de Mahmud Abás es más hipócrita en este aspecto.

A principios de la década de 2000, Ehud Barak les ofreció prácticamente todo lo que pedían. Pero lo rechazaron, como rechazaron todo, siempre, sin importar la cantidad de (malas) actuaciones que realizaron a lo largo de la historia.

En un artículo publicado en el periódico israelí Yedioth Ahronot, el periodista Ben Dror Yemini recordó que en 2009 el diplomático palestino Saeb Erekat explicó al diario jordano Ad Dustur por qué los palestinos decidieron rechazar la muy generosa propuesta del primer ministro Ehud Olmert el año anterior:

Ehud Barak nos ofreció el 90% [de los territorios en disputa] y Olmert nos ofreció el 100%. ¿Por qué debemos apresurarnos?

No se apresuraron y los israelíes se cansaron, porque su falta de apuro significaba más ataques terroristas, más desestabilización, más guerra, más muerte. Después llegó, nuevamente, el turno de la derecha con Netanyahu; se acabó el limón israelí que los palestinos podían exprimir con impunidad.

Tenían el 90%, el 100% al alcance de la mano, pero lo rechazaron. ¿Qué querían? Creo que está claro.

Sin embargo, no es mi intención detenerme en las autoridades palestinas, su hipocresía, sus mentiras, su totalitarismo y su violencia. Es más que evidente. Prefiero referirme a la población árabe-israelí. ¿Qué opinan ellos del Acuerdo del Siglo? Veamos.

El plan de paz de Trump no ofrece tanto como antes a los palestinos, pero sí mucho; sin duda mucho más de que lo se merecen. Y también presenta una propuesta interesante: el intercambio de territorios. Para no extenderme demasiado, resumo el asunto señalando que Israel se quedaría con los asentamientos de Cisjordania, en tanto que los palestinos obtendrían la mayor parte de esa región, algunas zonas del Neguev (en el sur de Israel), varios poblados árabes-israelíes que se encuentran del lado israelí de la raya con Cisjordania, además de Jerusalem Oriental (del otro lado de la valla de seguridad). Todo, además, con la puerta abierta al diálogo entre las partes y con la intención de que todos esos territorios pasen a formar de un futuro Estado palestino.

Vale aclarar que el territorio palestino se duplicaría y nadie sería removido de su hogar. Reitero: el territorio palestino se duplicaría y nadie sería removido de su hogar.

La propuesta del intercambio de territorios es muy similar a la presentada por el parlamentario y exministro de Defensa israelí Avigdor Liberman en 2004.

En aquella oportunidad escribí un artículo en el que señalé que, si bien la idea de Liberman era casi imposible de llevar a cabo en ese momento, podía servir para demostrar que los mismos árabes-israelíes, por más que muchos de ellos se identifiquen con la causa palestina –o como palestinos–, son los que se oponen a ser ciudadanos palestinos. De hecho, varias encuestas realizadas en esas localidades en aquellos años lo demostraban. La amplia mayoría no deseaba ser gobernada por un Gobierno palestino.

A diferencia del plan de Liberman, que propone que los árabes-israelíes que residen en esas localidades del lado israelí que bordean la denominada Línea Verde pierdan la ciudadanía israelí, el Acuerdo del Siglo sólo hace referencia a un intercambio de territorios. Sin embargo, los habitantes de la zona, que, reitero, suelen identificarse con la causa palestina y muchos se consideran de hecho palestinos, volvieron a expresar sus temores.

La posición de las autoridades y de la mayoría de los habitantes de esas localidades es clara: no quieren ser ciudadanos palestinos. Es muy bello y popular apoyar la causa, y considerarse palestino parece muy bonito a nivel espiritual tal vez; pero, claro, las libertades y ventajas en todos los ámbitos de las que gozan en Israel no quieren que sean aplastadas por los salvajes que gobiernan en Gaza (Hamás) o los salvajes disfrazados de Cisjordania (Autoridad Palestina).

Es importante aclarar además, que las poblaciones que se encuentran en el denominado Triángulo y se identifican a sí mismas como palestinas debieron quedar bajo control jordano antes de los acuerdos del armisticio árabe-israelí de 1949, pero por motivos de seguridad quedaron bajo control israelí. En declaraciones para el portal de noticias israelí Ynet, las autoridades de alguna de las localidades árabes que deberían pasar a formar parte del futuro Estado palestino según el Acuerdo del Siglo criticaron la propuesta del intercambio de territorios.

El alcalde de Taibe, el abogado Shua Masarwa Mansur, manifestó: “Esto es una pesadilla que no se puede llevar a cabo. El plan no tiene como objetivo la paz, sino desviar la atención pública respecto del juicio político al presidente estadounidense y del procesamiento de Netanyahu”. Y añadió: “La paz se hace con enemigos. Nosotros somos ciudadanos del país, no enemigos”. El alcalde de Qalansawe, Ebed al Salama, sostuvo que el plan de paz “es una pesadilla y pura propaganda política. El Acuerdo del Siglo se quiere implementar a expensas de los ciudadanos árabes”. Y agregó: “Nosotros estamos en nuestra tierra, y nadie decidirá cómo viviremos. Nosotros estamos a favor de una paz justa y buscamos alcanzarla. La paz se hace con amor, no a la fuerza”.

La mayoría de los ciudadanos de la zona se oponen al plan de paz estadounidense. Miriam, una ciudadana de Um al Fahm, expresó:

Gantz [principal rival político del primer ministro israelí], Trump y Netanyahu son racistas y todo lo que hacen tiene fines electorales. Que sepan que estamos dispuestos a sacrificar nuestras vidas si alguien nos lastima. Netanyahu está pegando un tiro en el pie. Si el plan se implementa, las consecuencias serán graves. Todo estallará.

Estas actitudes se asemejan a las de un adolescente inadaptado, caprichoso y malcriado que vive cómodamente en casa de sus padres, pero que día a día les demuestra su desprecio, les grita y les dice que viviría mucho mejor sin ellos. Sin embargo, cuando sus progenitores le permiten abandonar el hogar, en lugar de reconocer que prefiere quedarse, opta por redoblar la apuesta e incrementar sus expresiones de bronca irracional.

Es importante observar cómo las autoridades y los habitantes de esa zona critican duramente a los Gobiernos de Israel y Estados Unidos por proponer que sus localidades queden bajo control palestino, y sin embargo no arremeten contra aquellos de los que claramente intentan huir. Recordemos que nadie propone expulsarlos de ningún lado, y ni siquiera quitarles la ciudadanía, sino simplemente hacer un intercambio de territorios.

Es interesante reparar en esta declaración del alcalde de Qalansawe: “Nadie decidirá cómo viviremos”. De esta manera, Ebed al Salama, seguramente sin percatarse, está defendiendo al Gobierno israelí y atacando a las autoridades palestinas, aunque pretenda lo contrario. El alcalde reconoce que él y sus conciudadanos pueden vivir como les place. Justamente, si se implementa el plan y pasan a formar parte de un Estado palestino, seguramente verán sus libertades muy restringidas y su prosperidad, caer drásticamente. Es decir, Israel les deja vivir como quieren y los palestinos no se lo permitirían. Sin embargo, acusa al Estado judío. Extraño.

¿Y qué podemos decir de las amenazas de la habitante de Um al Fahm? Advierte de que “todo estallará” si Israel no le permite continuar siendo parte de Israel, por más que continúe viviendo en su casa, en su pueblo y con su familia. Por supuesto, nada manifestó sobre el salvajismo de las autoridades palestinas, a las que pretende evitar a como dé lugar. Otro comportamiento de lo más extraño.

El plan de paz puede implementarse o no. Lo importante es que el Acuerdo del Siglo demuestra, así como lo hizo Liberman hace 15 años, que ningún liderazgo palestino está interesado en la paz y que sus hermanos árabe-israelíes tal vez quieran un Estado palestino, pero bien lejos de ellos, digan lo que digan. Y uno no puede dejar de comprenderlos.

Todo aquel que quiera realmente vivir en libertad en el Medio Oriente entiende que Israel es, por lejos, una isla en medio de un pantano repleto de pirañas hambrientas. Los propios hermanos de los palestinos en Israel lo creen. A las pruebas me remito.

 
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