Doron Vainrub llegó a Israel en 2010. Cortesia
“Llegué en 2010, mi madre y mi hermana lo habían hecho seis meses antes y mi padre arribó recién en 2016”, explica Doron Vainrub en diálogo con Ynet Español. La historia de esta familia venezolana no difiere de la de tantas otras que debieron radicarse en Israel en los últimos años. La comunidad judía local solía contar con más de 25.000 miembros en la década del 90´, pero tras la llegada de Hugo Chávez a la presidencia, esa cifra se redujo considerablemente. En 2015 se contaban apenas 9.000 judíos en el país, un número que –se estima- ha seguido disminuyendo en el último lustro.
“Vivo en Raanana, con mi esposa Karen. Ella hizo aliá desde Madrid en 2017. Nuestra hija Rachelle, de diez meses, nació aquí en Israel”.
Doron estudió informática en la Universidad de Beer Sheva, previa estadía en Maagan Michael –kibutz ubicado al norte del país- donde recibió las primeras lecciones de hebreo. “Fue una experiencia enriquecedora. Pude conocer a muchos inmigrantes en mi misma situación. Todos juntos debimos dar el primer paso hacia la integración con la sociedad y el aprendizaje del idioma”, relata.
Todavía parecía lejana la posibilidad de graduarse y, más aún, integrarse a una de las unidades de inteligencia más prestigiosas de las Fuerzas de Defensa de Israel. “Sabía que el título universitario iba a ser difícil, pero nunca imaginé que me pudiera costar tanto”, reconoce quien tiempo después acabaría enrolándose a la 8200, un grupo de élite de la inteligencia militar israelí.
¿Qué resaltas de tu experiencia como estudiante en la Universidad Ben Gurión de Beer Sheva?
Fue muy complejo. Incluso, durante el primer semestre estuve a punto de abandonar la carrera. Las clases eran muy difíciles y me costaba mucho el idioma. Pero con esfuerzo, apoyo, algo de suerte, y con la ayuda de Dios, logré sobreponerme y alcancé a aprobar todos los cursos. A partir de allí, todo lo que vino después resultó más sencillo. Las cosas empezaron a mejorar. Hoy mis recuerdos hacia Beer Sheva son solo buenos. Fue inigualable haber tenido la posibilidad de estudiar en esa ciudad increíble.
¿Cómo se dio tu llegada a la unidad 8200?
Ingresé al ejército por un programa que me permitió primero desarrollar mis estudios –y conseguir mi título universitario- para luego poder ingresar a una unidad que me permitiera aplicar los conocimientos que hubiera adquirido. Ya en mi último año universitario empecé a prepararme mucho para el proceso de entrevistas que desarrollan las Fuerzas de Defensa de Israel. Quería ser aceptado en una posición de programador. Pasé por un proceso complejo, fueron muchas entrevistas. Finalmente fui aceptado en una unidad de la que desde pequeño había escuchado hablar: la 8200. Se trata de una unidad tecnológica del servicio de inteligencia del ejército.
¿En qué consistía tu trabajo?
Trabajé como ingeniero en Big Data durante tres años, uno de los grandes temas de la actualidad. Viví experiencias únicas. Nuestro equipo fue parte de operaciones tan importantes como críticas para el país. El trabajo me permitió vivir cada día con un propósito. Era un orgullo ser parte de ello, saber que nuestras decisiones podían afectar directamente la seguridad de nuestros familiares y amigos, y de todo el pueblo de Israel. Compartí tarea con muchísima gente durante mi pasaje por la 8200. La mayoría de ellos, jóvenes de entre 18 y 21 años de edad aún sin experiencia universitaria o laboral pero con niveles de inteligencia y madurez extraordinarios. Me impactó ver como jóvenes de apenas 20 años podían asumir la determinación de adoptar decisiones de vida o muerte. Es increíble como Israel pone en manos jóvenes tanta responsabilidad. Lo admiro. Pude ver la manera en que ellos respondían con absoluta madurez alcanzando logros dignos de ser imitados y reconocidos por cualquier otro ejército del mundo.
Tras tu servicio militar, ¿Qué tomaste de tu paso por la unidad 8200 para adaptarlo a tu vida cotidiana?
Cuando cumplí con mi periodo reglamentario de servicio, comencé a trabajar como ingeniero en Big Data, la misma posición que había sabido desarrollar en el ejército. Ingresé a una empresa llamada HERE Mobility que desarrolla un mercado de movilidad. Esto permite que cualquier empresa que ofrece servicios de transporte (taxis, bicicletas, patinetas, transporte público, etc.) pueda centralizar su oferta a través de un único lugar, por ejemplo, aplicaciones de celulares o páginas web. Esto permite optimizar el modo que los ciudadanos se movilizan día a día.
¿Cuál es el éxito que reconoces en Israel como una nación startup?
Se debe principalmente a dos aspectos: la jutzpá (audacia, espíritu, atrevimiento) y el cerebro israelí. Es una combinación perfecta que ha llevado a Israel a sitios inimaginables. La jutzpá nos permite resistir a la presión, nos impulsa a ser atrevidos y a no tener miedo al fracaso. El cerebro es el resultado de ser un país formado por gente que proviene de todas partes del mundo, de contar con un ejército insuperable y de tener altos niveles académicos y de emprendimientos, con genes indispensables de curiosidad engendrados en nuestro ADN.
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