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| miércoles diciembre 25, 2024

ITRO 5780


B’H

 

El suegro de Moshé, Itró, oye sobre los grandes milagros que Di-s hizo por el pueblo de Israel, y viene desde Midián hasta el campamento Israelita, trayendo consigo la mujer de Moshé y sus dos hijos. Itró aconseja a Moshé nombrar una jerarquía de magistrados y jueces para ayudarlo en la tarea de gobernar y administrar justicia a la gente.

Los Hijos de Israel acampan frente al Monte Sinaí, donde son informados que Di-s los ha elegido como su “nación de sacerdotes” y “nación santa”. Las personas responden proclamando “Todo los que Di-s dijo, lo haremos”.

En el sexto día del tercer mes (Siván), siete semanas luego del Éxodo, toda la nación de Israel se reúne al pie del Monte Sinaí. Di-s desciende sobre la montaña en medio de truenos, rayos, humo y los sonidos del shofar, y ordena a Moshé ascender.

Di-s proclama los Diez Mandamientos, ordenando al pueblo de Israel creer en Di-s, no adorar ídolos o mencionar el nombre de Di-s en vano, observar el Shabat, honrar padre y madre, no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio ni desear la propiedad del prójimo. La gente dice a Moshé que la revelación es demasiado fuerte para soportarla, rogándole que reciba la Torá de Di-s y luego la transmita a ellos.

 

ELLAS SON LA ESENCIA

 

«Habla a la casa de Jacob, y di a los hijos de Israel» (Éxodo 19:3). La «casa de Jacob», explican nuestros sabios, son las mujeres; «los hijos de Israel», los hombres.

Cuando Di-s dio la Torá hizo una distinción entre las mujeres y los hombres. A las mujeres simplemente había que transmitirles la Torá, sin agregados, en cambio a los hombres había que explicarles.

¡No! ¡No se trata de una expresión de machismo!

Aunque no lo crean, esto expresa la superioridad espiritual de la mujer con respecto al hombre. La mujer es la esencia, es el espíritu. No necesita que le expliquen la palabra de Di-s, la tiene incorporada en su ADN, es parte integral de ella. No por nada es la mujer la que transmite al hijo su condición espiritual de judío.

El hombre en cambio es mas material, el hombre cuestiona y exige que le expliquen, es por eso que es el hombre el que transmite la pertenencia tribal (Cohen, Levi o Israel), la parte material.

Y un buen ejemplo de esto es que en todas las rebeliones que hubo en el desierto, incluida la de los espías, fueron sólo los hombres los participantes, las mujeres siempre se negaron y por ello, mientras todos los hombres entre 20 y 60 años que salieron de Egipto murieron en el desierto, todas las mujeres salidas de Egipto entraron a la Tierra Prometida.

Para pensarlo

¿Te Habló a Ti?

Por Yossy Goldman

 

La locomotora hacía su primera aparición en una pequeña ciudad de antaño. Nadie había visto antes un carruaje sin caballos. Todos los habitantes se reunieron en la nueva estación para presenciar el hecho histórico. Fue disparado el cañón y con una sucesión de silbidos y sonidos la locomotora se precipitó fuera de la estación. Bien… la máquina. Desgraciadamente el shlemiel cuyo trabajo era enganchar los vagones a la máquina olvidó hacerlo, y el largo tren de vagones fue dejado atrás en una nube de humo.

A veces los planes más meticulosos —una estrategia comercial, el plan para un juego de football, o aun (Di-s nos libre), una resolución tomada en la sinagoga en Iom Kipur —no tienen éxito —todo porque nos olvidamos de enganchar la máquina al tren…

La introducción a los Diez Mandamientos que leeremos en la Parashá de esta semana es: «Y Di-s habló todas estas palabras diciendo…» En hebreo, lemor. Cuando la Torá usa la palabra lemor «diciendo», es usualmente porque Di-s está diciendo a Moisés algo importante que Moisés debe a su vez transmitir y decir a los Hijos de Israel. Así, la palabra lemor tiene perfecto sentido. Él le dijo que les dijera a ellos. Pero acá tenemos un problema. Verán, todos los judíos estuvieron presentes en Sinaí, y de acuerdo a los místicos, eso incluye a las almas no nacidas de las generaciones futuras. Por lo que no era necesario que Moisés transmitiera nada a nadie. Todos los judíos oyeron los Diez Mandamientos directamente de Di-s. ¿Entonces por qué la palabra lemor? ¿Para decir a quién?

Rabí DovBer, el gran Maguid de Mezeritch, explicó que aquí la palabra lemor significa que te hable a ti. Que esas palabras no queden como simples palabras, sino que resuenen y digan algo significativo para ti personalmente. Fueron dichas y oídas y así ellas continúan reverberando para siempre en sus mentes, corazones y actos. Los Diez Mandamientos no deben ser una idea abstracta, una máquina sin enganchar, una linda filosofía o una interesante práctica espiritual —algo de no más significado que los rituales de los antiguos Incas del Perú. Los Diez Mandamientos deben ser lo suficientemente relevantes para hacer una diferencia en nuestras vidas; de otro modo, ¿A quién y para qué Di-s los dijo?

El Talmud describe a un ladrón que ora a Di-s para tener éxito antes de irrumpir para cometer un robo. El epítome de la hipocresía —Di-s te dijo «No robarás», ¿y tienes la audacia de pedirle que te ayude a desafiar Sus deseos? ¡Es la máxima jutzpá! ¿Cómo debemos tomar esta talmúdica hipocresía del ladrón? La respuesta es que el ladrón también es un creyente, pero su fe es superficial y no ha penetrado lo suficiente en su ser para influir en su comportamiento. ¡En el fondo él tiene fe pero sigue siendo un goniff religioso!

Se cuenta la historia de un rabino que estaba en su estudio cuando entró Berl, el carterista del pueblo.

“Rabí, estaba caminando por la calle y encontré esta bolsa tirada en el suelo. Se que devolver un objeto perdido es una mitzvá de la Torá, así que la traje. Quizás usted pueda avisar en la sinagoga y hallar al propietario». El rabino vio que había una gran cantidad de dinero en la bolsa. Estaba tan inspirado por el cambio del corazón de Berl que lo abrazó y lo felicitó por haberse reformado. Posteriormente el rabino se dio cuenta que el reloj de oro que tenía en el bolsillo de su chaqueta había desaparecido. Llamó a Berl y le preguntó si por casualidad no había tomado inadvertidamente su reloj. Berl confesó. «No te comprendo Berl. Hallas una bolsa llena de dinero en la calle y la devuelves, ¿y luego robas mi reloj de oro?»

Berl respondió «Rabí, una mitzvá es una mitzvá, pero negocios son negocios»

Todos creemos y todos queremos hacer mitzvot, pequeñas y grandes. El truco es trasladar nuestra piedad interior a la práctica exterior. ¿Qué hace por mí mi fe? ¿Me habla? ¿Cómo transforma mi comportamiento, mi vida? ¿Hace una diferencia tangible en mi comportamiento diario? La Torá no debe ser una teoría en la mesa de dibujo. Los Diez Mandamientos realmente nos hablan. La pregunta es, ¿estamos escuchando? (www.es.chabad.org)

 

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