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| viernes noviembre 22, 2024

Somos los privilegiados del Corona


Yo no creo que este virus nos puso a todos en el mismo plano de vulnerabilidad, como se dice tanto por ahí.  La enfermedad y la muerte, los accidentes y desgracias hace rato que igualan a todos los seres humanos.  El cáncer y la esclerosis múltiple, el Alzheimer y el Parkinson, no distinguieron jamás entre ricos y pobres, entre chinos y occidentales, entre empleadores y desempleados…  ¿Cuál es la diferencia ahora? ¿Qué TODOS tenemos que estar encerrados?
Es cierto, no hay familias paseando por Thailandia y otras refrescándose con agua de la canilla.
Pero aún Mr. Corona, no logra borrar las diferencias…
En las redes sociales, vemos los posts de aquellos que no la pasamos “tan mal”.
Los que podemos llenar la heladera y comprar jabón suave de rosas para lavarnos las manos cien veces por día.  Los poseedores de smartphones y laptops que funcionan bien, los que tenemos “un resto” que nos permite disfrutar esta vacación forzada y -encima- justificada.
Los que estamos lo suficientemente en paz con nosotros mismos (o con los que cohabitan con nosotros) como para crearnos un micro mundo de encuentro o re-encuentro maravilloso y hasta envidiable.  Cocinamos recetas gourmet, leemos libros pendientes, escuchamos conferencias, hacemos el curso virtual que siempre quisimos hacer, aprovechamos para ordenar, para hacer yoga o zumba a través de la web, abrimos buenos vinos, somos lúdicos y pacientes, instructivos y sonrientes con nuestros niños.  Los escuchamos, nos escuchamos.  Escuchamos en vez de oír.
Good news, somos los privilegiados del Corona:  tenemos ventanales o balcones o terrazas, o aún jardines con pileta.  Podemos asomarnos para respirar o cantar. Tenemos creatividad y alternativas:  sabemos transformar el miedo en oportunidad.  Tenemos un encierro de 150 metros o de 15, no importa, porque sabremos transformar ese rincón en un útero ancestral. Tenemos la alacena repleta o un pariente que nos traiga la bolsa y la deje en el umbral.
Somos los privilegiados del Corona: no conocemos el encierro de los que no tienen paz.
Si no hay un alcohólico en tu casa, ni un adicto sin drogas, ni un cónyuge golpeador….
Si no tenés las palpitaciones del inquilino que se quedó sin empleo y quisiera decir “quédate en casa” pero va a estar en la calle el próximo mes.
Si no tenés claustrofobia, si las rencillas menores no se te vuelven insoportables, si ningún familiar te maltrata, si no hay gritos, ni deudas que quitan el sueño, si no falta leche ni pañales (otra que alcohol en gel…) si no estás solo de verdad, mirando un teléfono que no suena ni va a sonar… entonces mirá al cielo, decí “gracias” y posteá “Quedate en Casa” con una sonrisa.
El Corona no es tan poderoso como para “encerrarnos” a todos en un mismo plano de vulnerabilidad.
Para ellos, para los que «quedarse en casa» es sinónimo de infierno… el Corona ya los mató.
 
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