Desde los tiempos bíblicos hasta el Holocausto nazi, al actual sufrimiento en el noreste de Nigeria y nuestra sala de emergencias local, el sufrimiento de los inocentes a menudo ha provocado la misma pregunta: ¿Dónde está Dios?
Cuando se trata del COVID-19, nadie puede culpar a Dios. Son las personas las que nos han metido en este desastre del coronavirus, y son las personas las que – con la ayuda de Dios-, nos pueden ayudar a curar un mundo mortalmente enfermo.
Estamos comenzando a ver cómo llegamos hasta aquí, y mientras lo hacemos, debemos tomar de nuestra propia medicina. Esa medicina es la verdad. Y no tenemos que mirar hacia los Cielos para encontrar la verdad en este caso.
Debemos llamar a los principales culpables responsables de convertir el coronavirus en un pandemia global.
Si bien hay mucha culpa por los errores y fallas cometidos a medida que el coronavirus se fue propagando por los Estados Unidos y la Unión Europea, en algunos segmentos de nuestras comunidades religiosas y más allá de ellas, debemos proclamar la responsabilidad de los principales culpables de convertir al coronavirus en una pandemia global.
No busque más allá de Beijing y Teherán.
El gobierno chino nos está tomando a todos por tontos y es necesario que lo admita asumiendo su responsabilidad en las fases previas a la pandemia de COVID-19.
Identificaron el virus ya en noviembre, y el alcalde de Wuhan, antes de ser despedido, admitió en enero que más de 5 millones de personas de Wuhan podían salir de la ciudad antes de que se promulgaran las restricciones de viaje. Luego, el gobierno procedió a armarse de suministros médicos importando decenas de millones de mascarillas quirúrgicas y respiradores, o sea que importó una gran parte del suministro mundial. Estos son hechos.
También es un hecho el que dos portavoces del Ministerio de Relaciones Exteriores chino se hayan involucrado en un libelo de sangre contra las fuerzas armadas de los Estados Unidos al afirmar que podrían haber llevado el coronavirus a Wuhan. La campaña de desinformación china podría funcionar con unos pocos millones de sus propios ciudadanos y de otros que odian a Estados Unidos, pero habrá un día después de este desastre en el que tal comportamiento podría muy bien dar por tierra con el creciente intercambio económico China-EEUU. Después de todo, varios senadores de los Estados Unidos ya han trazado una línea legislativa exigiendo que separemos la economía de Estados Unidos de la de China.
Y antes de elogiar a China por enviar ayuda médica desesperadamente necesaria a Italia, no olvidemos que los chinos en realidad le vendieron esa ayuda. No fue una donación. Todo esto mientras el gobierno chino amenazó con retener su línea de suministros médicos a los Estados Unidos.
Igualmente cómplice es el régimen inhumano en Irán, cuyo desprecio total por la vida humana en medio de esta crisis de salud, fue especialmente reservado para sus propios ciudadanos.
Aquí hay otro hecho: los iraníes permitieron que los fieles peregrinos continuaran viajando a la Ciudad Santa de Qom a pesar de que allí la diseminación del virus ya era tremenda. Ahora, todas las naciones del Golfo, y muchas vecinas a él, luchan por contener esta pandemia.
¿Por qué?
Porque Khamenei sufre de un virus más poderoso que el coronavirus. Está consumido por el odio: odio a los Estados Unidos, odio a Israel, odio a los Bahais, odio a los hindúes, odio a los homosexuales y odio a los ateos. Lo que hace que su comportamiento sea especialmente maligno es que se apropia del nombre de Allah mientras lo difunde. Es un clérigo que ha invertido miles de millones de dólares en la nuclearización de su odio para apuntalar operaciones terroristas en el Líbano, Yemen, Siria y más allá. Justo esta semana, los hutíes en Yemen, país que Khamenei controla, confirmaron una sentencia de muerte contra un inocente miembro de la comunidad Bahai.
En este caso, el odio de Khamenei es tan profundo que afirmó que rechazaría cualquier intento de ayuda humanitaria por parte de los Estados Unidos para combatir la pandemia.
Lo que el dictador extremista de Irán no le dijo a sus ciudadanos es que ya había rechazado la ayuda que los Estados Unidos ofreció a través del gobierno de Suiza en febrero. Y justo esta semana, el régimen de Khamenei ordenó a Médicos Sin Fronteras que abandonaran inmediatamente el país, poniendo así fin a los esfuerzos de la ONG para establecer un hospital de cuidados intensivos en Isfahan. Como ha señalado el Secretario de Estado, Khamenei también ha robado “mil millones de euros destinados a suministros médicos que se necesitan desesperadamente, mientras acumulan máscaras, guantes y equipo”. Esta semana, los europeos se comprometieron a proporcionar a Irán otros 20 millones de euros los que probablemente necesiten para combatir su propia pandemia.
Seamos claros: al líder iraní no le importa su pueblo. Se preocupa por explotar esta crisis para alivianar las sanciones de los Estados Unidos. De lo contrario, utilizaría su propia fortuna personal, valuada en más de $ 200 mil millones, para ayudar a su gente.
Si a Khamenei le importara, los funcionarios iraníes no habrían seguido permitiendo vuelos en Mahan Airline entre Teherán y China mientras se propagaba el virus. De hecho, probablemente celebró cuando supo que el primer caso reportado de COVID-19 en la ciudad de Nueva York, ahora epicentro mundial de la pandemia, provino de alguien que había viajado desde Irán.
¿Debería sorprendernos que dos de los grandes violadores de los Derechos Humanos del mundo tengan tan poca consideración por la vida humana?
No, pero debería enfurecernos que el Director General de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, y el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, guarden silencio. Además, Guterres se ha unido a los esfuerzos lobbistas de Irán para levantar las sanciones por razones humanitarias.
Y, para ser claros, estas verdades no deben ser utilizadas por racistas, xenófobos y adictos a la conspiración para demonizar a los musulmanes, al pueblo iraní, a los asiáticos estadounidenses, a los judíos u otros. Podemos luchar contra ese fanatismo definiendo exactamente de quién estamos hablando, así como dándoles la mano no nuestros vecinos cuando están expuestos al odio ya sea a través de las redes o en nuestros vecindarios.
Apreciamos que el presidente Donald Trump haya abordado esta preocupación cuando tuiteó: “Es muy importante que protejamos totalmente a nuestra comunidad asiático-americana en los Estados Unidos y en todo el mundo. Son personas increíbles, y la propagación del virus NO es su culpa de ninguna manera o forma. Están trabajando estrechamente con nosotros para deshacerse del virus. Vamos a triunfar juntos «.
Está en lo correcto.
También tiene razón en responsabilizar, específicamente, a aquellos actores extranjeros cuyas decisiones han puesto innecesariamente en peligro a millones de personas en todo el mundo. Encontrará a algunos de los peores de ellos entre los pasillos del poder de Beijing y Teherán.
Entonces, este no es un momento para culpar a Dios, nuestro compasivo Padre Celestial, que está protegiendo y guiando a nuestros héroes médicos y consolando a los que sufren.
Que Él también nos dé la fuerza para mostrar compasión a los desconocidos y nutrir a los necesitados.
Él, como sus hijos, vé la verdad.
*El Rabino Abraham Cooper es el Decano asociado del Centro Simon Wiesenthal. El Reverendo Johnnie Moore es el Presidente del Congreso de Líderes Cristianos.
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