Tamar Heyman, recientemente, en un evento familiar
Tamar Heyman, de casi 16 años, una jovencita israelí de una familia haredi (ultraortodoxa) protagoniza una historia de inspiración. Desde hace aproximadamente 10 días está instalada en una casa que no es la suya en la localidad haredi Tel Tzion en la que también ella vive, para cuidar a los 4 niños menores de una familia a la que ni siquiera conocía, cuyos padres están en cuarentena por Corona. Sabía de antemano que corría también ella el riesgo de contagiarse, porque decidió ir a ayudar sin saber si los niños de los que se iba a encargar también habían contraído el virus. Está esperando los resultados, confiada en que inclusive si da positivo, ella es joven y fuerte, y no tendrá problemas.
Tamar se enteró del caso por su padre Eliezer, Vice Director General de la organización de rescate y ayuda de emergencia Ijud Hatzalá, que se desempeña además como jefe de “Tsaji”, una sigla en hebreo que significa “Tzevet Jerum Ishuví”, o sea “Equipo de Emergencia del pueblo”. A él llega toda la información sobre casos urgentes que hay que atender, tanto de la región en general como del propio Tel Tzion, una localidad de 1,000 familias a unos 30 minutos al norte de Jerusalem.
Cuando Eliezer volvió a su casa una noche y contó sobre el drama de esa jornada, parecía una historia salida de una película de ficción. La madre de la familia dio a luz hace dos semanas y media. Con el bebé recién nacido, tiene 9 hijos en total. Pero tanto ella como el esposo, resultaron infectados con el Corona, por lo que debían ir a cuarentena. El estado del esposo se agravó, estuvo internado con respirador, y recién este viernes llegó la buena nueva que estaba mejorando y lo habían desconectado. Dos de las hijas habían pasado ya a la casa de unos tíos. Las dos mayores que quedaban en casa, de 11 y 13 años, también dieron positivo, por lo cual se trasladaron al hotel en el que su mamá estaba en aislamiento. El drama, además de la angustia-hasta hoy- por el estado del padre, era saber que en casa quedaban 4 niños chicos, el menor de ellos de sólo 2 años y medio.
“Cuando papá contó, enseguida me dije que tengo que ir a ayudar”, nos cuenta Tamar . “¿Por qué no? Podía hacerlo, soy joven, soy fuerte, si me llego a enfermar seguro que D´s me ayudará a que sea liviano y saldré de eso. Pero mientras, hago algo para que esos niños no estén solos”.
Tamar habla como si su decisión fuera la más natural. “Pensé que esos niños estarían solos en el Seder de Pesaj, además de toda la rutina tan complicada sin los padres, y no tuve dudas que tengo que hacer algo. De todos modos, no estoy sola, hay dos primas que también se instalaron en la casa, así que somos tres cuidándolos”.
Esto requiere estar pendientes de los niños absolutamente todo el día, entretenerlos, bañarlos, darles de comer y mantener cierta rutina ordenada en medio de la situación tan anormal que están viviendo. “Hay mucha gente buena que ayuda acá en Tel Tzion”, nos cuenta Tamar. “Cada día, otra de las mujeres del lugar trae la comida. Gente que se enteró de la historia manda cosas para los niños. Es reconfortante”.
Claro que de por medio, también estaba el desafío de Pesaj, no sólo preparar la casa y hacer las limpiezas propias de la fecha-que en una localidad religiosa, haredi, es especialmente estricta-sino también conducir el Seder mismo con los niños.
Actitudes voluntarias en pro del prójimo, no es nada extraño en la vida de Tamar. Ella misma estuvo repartiendo viandas de comida a gente en cuarentena, y asegura que vio siempre a sus propios padres recibiendo en su casa a gente a la que desean ayudar.
Malki, la mamá de Tamar, está orgullosa. Y tiene por qué. Al mismo tiempo, cuando le preguntamos si como madre temió por Tamar, cuenta que no fue realmente temor o preocupación lo que sintió porque conoce bien a su hija, sabe cómo se arregla y cuán responsable es. “Pero sí le dije que tiene que tener en cuenta todo lo que va de la mano de una decisión así: no estar en el Seder en casa en familia, tener que ir después a cuarentena. Y además, que no se puede arrepentir en el medio. Pero ella estaba muy segura de lo que había decidido”.
Tamar es la tercera de los 7 hijos de Malki y Eliezer. Además de ella están los hermanos de 4, 5 y medio, 9, 13, 17 y el mayor, de 20, que está casado.
Para los padres, cada hijo es un mundo. Pero como esta nota es sobre la nobleza de Tamar, le pedimos a Malki que nos cuente sobre ella. “Yo sé que ella es muy capaz. Y se entiende bien con los niños. Cuando decide, es porque está segura qué es lo correcto hacer. Apenas oyó lo que Leizer contó, dijo que quiere ir a lo de esa familia a ayudar. Arregló sus cosas y en 10 minutos ya no estaba en casa”.
“La fe ayuda”, nos dice Tamar. “También a lidiar con esta situación impuesta por el Corona, aunque da un poco de miedo”.
Comentamos a Malki sobre la polémica que hubo días atrás en la opinión pública israelí a raíz de la resistencia de ciertos sectores en el público haredi a cumplir con las indicaciones oficiales del Ministerio de Salud Pública. Malki sostiene que las autoridades cometieron errores al respecto al no entender que era necesario, en determinadas partes del público haredi, informar distinto de lo que se hace en la población general. “Hasta que se entendió la gravedad del tema, ya habían pasado dos semanas. Pero el público en general sí cuidó. Lo vimos aquí mismo, en Tel Tzion”.
“Yo sólo te puedo asegurar que cuando dijeron que se cierran las clases, también nosotros cerramos”, cuenta por su parte Tamar cuando los niños ya se fueron a dormir. “Y cuando dijeron que no podemos ir al Beit Hakneset, todo se cerró. Estaba claro que había que cumplir las instrucciones”.
Cabe suponer que la discusión sobre este punto en la sociedad israelí, no ha terminado. Pero la actitud ejemplar de Tamar, así como el trabajo de su padre, dejan en claro lo injusto de generalizar.
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