Una de las mayores preocupaciones en el mundo es cómo empezar a salir de la cuarentena impuesta por la pandemia de COVID-19. ¿El trabajo y la escuela podrían desencadenar un nuevo brote?
Para algunos científicos, todo se trata de un juego de números. En Israel, hay algunas estrategias referidas a entrar y salir del aislamiento propuestas por matemáticos.
Días atrás, el New York Times publicó un artículo de opinión, «10-4: El coronavirus tiene un punto débil y este modelo lo explota» escrito por los profesores de computación y biología de sistemas del Instituto de Ciencia Weizmann Uri Alon y Ron Milo junto al profesor Eran Yashiv, un economista de la Universidad de Tel Aviv.
El sistema cíclico propuesta llamado «10-4» está basado en una ventana de tres días desde el momento en que una persona se infecta con el nuevo coronavirus y el momento en puede infectar a otros.
En ese sentido, la gente iría al trabajo o la escuela durante cuatro días a la semana cada dos semanas y luego seguirían diez días de aislamiento en el hogar. De forma ideal, la población debería dividirse en dos grupos alternando semanas, con niños y padres yendo al trabajo y a la escuela en los mismos cuatro días.
«Los modelos que creamos en el Instituto Weizmann predicen que este ciclo de dos semanas podría frenar la epidemia y al mismo tiempo permitir que haya una actividad económica sustentable”, explicaron los científicos.
Cuarentena intermitente
A fines de marzo pasado, Uri Alon propuso por primera vez la idea del aislamiento intermitente. “Es como hacer dieta. Se puede ayunar durante dos meses y perder peso, pero la persona que lo haga probablemente morirá. Incluso si sobrevive, volverá a subir de peso muy rápido. Del mismo modo, la cuarentena de dos meses suprimirá el coronavirus, pero matará la economía porque el aislamiento lleva a cientos de millones de personas al desempleo y la pobreza en todo el mundo”, explicó Alon.
El especialista describió que tras el fin del encierro, los pacientes restantes provocarán un rebrote de la pandemia, lo que obligará a otra cuarentena. “Este es el conocido efecto yo-yo, con el número de pacientes con coronavirus subiendo y bajando todo el tiempo. En paralelo, la economía mundial se verá muy afectada y cientos de millones pasarán hambre. Cuando todo termine, habrán más personas que murieron de hambre que de coronavirus”, afirmó Alon.
Un modelo epidemiológico desarrollado por Alon con los estudiantes graduados Omer Karin y Yael Korem-Kohanim junto al ingeniero Boaz Dudovich sugirió cinco días de encierro y dos días de trabajo por semana. O incluso mejor, un ciclo de encierro de cuatro días de trabajo y diez de aislamiento.
«De esta manera, la cantidad de personas infectadas por cada persona contagiada cae por debajo de uno, un número mágico que hace que la epidemia disminuya», dijo Alon, que sugirió que el aislamiento intermitente continúe hasta que la pandemia sea contenida a través de pruebas suficientes, un tratamiento efectivo o una vacuna.
El científico defiende la apertura de una discusión sobre la cuarentena que contemple el aislamiento inteligente y bien diseñado para frenar la epidemia y sostener la economía.
Los asintomáticos, el gran problema
El aislamiento alternado también es promovido por el profesor Baruj Barzel, investigador principal de dinámicas de redes complejas en el Instituto de Ciencia de Datos de la universidad y el Centro de Investigación Multidisciplinaria de Cerebro Gonda de la Universidad de Bar-Ilan.
El modelo matemático de Barzel recomienda que la población general se divida en dos grupos. Cada grupo debería alternar entre encierro y la actividad rutinaria en una sucesión semanal.
Barzel cree que la combinación de aislar propagadores de virus y mantener comportamientos de protección puede ayudar a vencer al virus mientras se mantiene la actividad socioeconómica a un nivel de al menos un 50 por ciento.
La principal ventaja de esta estrategia es que aísla no solo a los enfermos, sino también a la mayoría de los «contagiosos invisibles» presintomáticos o asintomáticos.
“Un ejemplo: una persona se infectó durante su semana activa. Ahora están en su período presintomático, la etapa más peligrosa, en la que puede contagiar sin saberlo. De acuerdo con la rutina de bloqueo alternado, ahora debería ingresar a su fase de encierro», describió el investigador.
Durante la semana en su casa, es probable que los que estén infectados comiencen a mostrar síntomas. Y justamente permanecerán aislados hasta que se recuperen por completo. «Si luego de siete días de encierro no muestran síntomas, lo más probable es que no estén infectados y puedan participar en actividades sociales y profesionales durante su semana activa», relató Barzel.
Este método sugiere que si la proporción de «desertores» – personas que siguen activas durante su fase de encierro o que ocupan posiciones esenciales y no pueden estar bajo cuarentena- se mantiene por debajo del 30 por ciento, la propagación de virus también podría ser detenida.
¿Es fácil de cumplir?
Los especialistas argumentan que una estrategia cíclica de aislamiento del trabajo es equitativa, fácil de entender y simple de aplicar como parte de una salida integral de la pandemia.
Para que la idea sea más efectiva, en la fase «activa» todos deben usar máscaras y respetar el distanciamiento social.
Los estudios sugieren que los países intenten una estrategia de bloqueo alternado como piloto a pequeña escala en regiones limitadas durante un período de tiempo definido de, por ejemplo, un mes.
“Si la tasa de infección crece, el plan se puede ajustar a menos días de trabajo. Por el contrario, si las cosas van bien, se pueden agregar días extra de trabajo. En determinados escenarios, con cuatro o cinco días de cuarentena en cada ciclo de dos semanas también se podría evitar el rebrote.
Recientemente, el investigador Ran Milo dirigió un proyecto para organizar la catarata de información sobre el coronavirus en un marco ordenado. Para ello trabajó con el estudiante graduado de Weizmann Yinon Bar-On y con colegas estadounidenses de Caltech y Berkeley.
Tras consolidar resultados de cientos de datos sobre el SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus que causa COVID-19, el equipo reveló que el virus es un 96 por ciento idéntico a un genoma de coronavirus que infecta a los murciélagos; un 91 por ciento idéntico a un genoma de coronavirus que infecta a los pangolines; un 80 por ciento idéntico al virus del SARS; un 55 por ciento idéntico al virus MERS; y un 50 por ciento idéntico al coronavirus que causa los resfriados comunes.
En medio del caos informativo, los científicos encontraron algunas buenas noticias: la tasa de acumulación de mutaciones del virus es relativamente lenta en comparación con los virus de la gripe.
En ese sentido, Milo dijo que es cautelosamente optimista respecto a que los medicamentos y las vacunas desarrolladas contra COVID-19 serán duraderos como para frenar los brotes.
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