Para los clérigos musulmanes palestinos, la intención de Israel de extender su soberanía a ciertas partes de la Margen Occidental, en especial a los asentamientos judíos en la zona y al estratégico Valle del Jordán, tiene escasa importancia: para ellos, los judíos “no tienen derecho a la tierra palestina, árabe e islámica”.
La posición de las personalidades islámicas no casa con el lamento de la Autoridad Palestina (AP) de que el plan de anexión “destruiría la solución de los dos Estados y cualquier oportunidad para el proceso de paz con Israel”.
Los altos cargos de la AP sostienen que el único obstáculo para la paz, la seguridad y la estabilidad regionales es la anexión israelí de cualquier parte de la Margen Occidental. A su juicio, el plan israelí privaría a los palestinos de su derecho a establecer un Estado soberano e independiente en las líneas de armisticio previas a 1967. Pero es evidente que un amplio grupo de académicos y clérigos islámicos palestinos no comparten lo que dice la AP.
El pasado día 21, la Asociación de Académicos Palestinos celebró una reunión en Gaza para discutir el plan israelí; reunión a la que acudieron varios jueces religiosos en representación del Consejo Supremo de los Tribunales de la Sharia, altos mandos del Ministerio del Waqf y los Asuntos Religiosos de Hamás, profesores de varias universidades y centros islámicos de educación superior y juristas que emiten mandatos sobre la ley islámica (sharia).
En una declaración emitida después del encuentro, las personalidades religiosas islámicas se refirieron a Israel como la “entidad usurpadora” y condenaron el “peligroso” plan israelí de extender su soberanía sobre partes de la Margen Occidental.
La declaración deja manifiestamente claro que lo que realmente molesta a sus firmantes no es la posibilidad de que Israel imponga su soberanía sobre los asentamientos judíos y el Valle del Jordán. No están realmente preocupados por la posibilidad de que Israel se anexione el 10, el 20 o el 30% de la Margen. Hay algo que les preocupa mucho más, y es la mera existencia de Israel. Para ellos, Israel no tiene derecho a ejercer su soberanía sobre Tel Aviv, Haifa, Nazaret, Tiberias, Jerusalén ni sobre parte alguna del propio Israel.
De hecho, los referidos líderes islámicos incluso contradicen su propia declaración al pretender estar preocupados sólo por una pérdida de territorio de la Margen a manos de Israel. Así, por un lado dicen que “una de las cosas más peligrosas que este enemigo [israel] pretende es anexionarse una porción de las tierras palestinas”. En otras palabras: pretenden que sólo les preocupa la “anexión” de partes de la Margen. Pero, por otro lado, enfatizan que “Palestina, toda Palestina, desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán], es una tierra palestina, árabe e islámica sobre la que los judíos y los sionistas no tienen derechos”, y añaden que “este hecho no lo cambiará ninguna medida que adopte el enemigo [Israel]”.
Queda claro, pues, que con independencia de si la anexión se lleva o no a cabo, numerosos musulmanes van a continuar rechazando el Estado de Israel porque, a su juicio, sigue usurpando tierra palestina, árabe e islámica entre el Mediterráneo y el Jordán. Es completamente erróneo asumir que si Israel abandona su plan la mayoría de los musulmanes van a renunciar a su deseo de destruirlo y reemplazarlo por un Estado islámico extremista como el de Irán.
Para reafirmar su posición de que el principal problema no es la Margen Occidental, los académicos y clérigos sentencian que
reconocer el Estado de esta entidad usurpadora es un crimen religioso, jurídico, humanitario e histórico que ha de ser inmediatamente revertido mediante la cancelación de los aberrantes Acuerdos de Oslo.
El problema no es realmente el plan de anexión, sino los Acuerdos de Oslo, suscritos en 1993 y 1995 por Israel y la OLP, que dieron inicio al denominado proceso de paz israelo-palestino luego de que la OLP aparentemente reconociera el derecho de Israel a existir en paz y seguridad.
Al declarar “nulos” los Acuerdos, los líderes islámicos llaman a la AP y a su presidente, Mahmud Abás, a “alinearse con el pueblo y unir fuerzas con la resistencia y sus hombres”. Esto es una amenaza directa no sólo contra Abás y sus asociados, sino un llamamiento para que incrementen y refuercen sus ataques terroristas contra Israel.
En su intento de apaciguar a la opinión pública palestina en general y a los extremistas islámicos en particular, Abás anunció el 19 de mayo que renunciaría a todos los acuerdos y entendimientos con Israel y EEUU, incluidos los de cooperación en materia de seguridad. Pero con eso no satisfizo a los académicos y clérigos musulmanes, ni a Hamás ni a la Yihad Islámica Palestina. Aquellos están demandando que su Gobierno y sus fuerzas de seguridad se sumen explícitamente a la lucha armada contra Israel. Además, quieren que Abás cancele abiertamente los Acuerdos de Oslo para que no sea acusado de cometer un “crimen religioso, jurídico, humanitario e histórico” contra su pueblo.
La decisión de Abás de apartarse de los acuerdos con Israel e interrumpir la coordinación de seguridad entre sus fuerzas y las israelíes no ha hecho sino estimular el apetito de los líderes islámicos, que están llamando a los palestinos a lanzar ataques terroristas contra Israel, no por el plan de anexión sino para expulsar a los judíos de unas tierras “palestinas, árabes e islámicas”. En su declaración, los académicos y los clérigos urgen a los palestinos a “levantarse y revolverse contra el ocupante nazi por todos los medios posibles”.
Los palestinos a menudo han interpretado la expresión “todos los medios posibles” como una luz verde para la comisión de ataques terroristas como los atentados suicidas, los ametrallamientos desde coches, los apuñalamientos, los atropellos y el lanzamiento de cohetes contra ciudades israelíes.
Cuando esa luz verde la dan entidades religiosas influyentes como la Asociación de Académicos Palestinos, sin duda llevan un peso y una credibilidad adicionales, especialmente para los musulmanes devotos que se pasan la mayor parte del tiempo en la mezquita y se toman muy en serio las proclamas de los imanes y demás figuras religiosas.
La próxima vez que un terrorista hunda un cuchillo en la garganta de un judío, esos académicos y clérigos tendrán las manos manchadas de sangre. El temor de Abás a pronunciarse contra esos musulmanes eminentes tiene cierto sentido. El silencio de la comunidad internacional ante esta incitación criminal, mucho menos. Quienes están presionando a Israel para que no proceda con el plan de anexión necesitan escuchar lo que andan diciendo día y noche los líderes islámicos: que el conflicto no es por los asentamientos judíos o el Valle del Jordán sino por el “gran asentamiento”: Israel.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
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