Eli Beer no pensó que iba a sobrevivir a su segundo coma inducido e intubación en la unidad de cuidados intensivos del hospital de la Universidad de Miami. Con sólo 46 años, Beer estaba gravemente enfermo de COVID-19 y se hallaba a miles de kilómetros de su esposa Gitty y sus cinco hijos.
“Me despedí de ella, No sabía si este era el final o no pero les dije a mis hijos que no se preocuparan, que volvería a casa. En mi corazón sabía que mis posibilidades de hacerlo eran muy bajas”, recordó el fundador y presidente de United Hatzalah (UH) de Israel, una red de respuesta de emergencia localizada compuesta por voluntarios.
Sin embargo, su misión en esta vida no había terminado y luego de estar internado un mes en EEUU, Beer regresó a Israel el 21 de abril para recibir una emotiva bienvenida de su familia y un gran contingente de más de 6.000 médicos voluntarios de United Hatzalah.
En 1989, el adolescente Beer vio que a menudo las ambulancias tenían dificultades para llegar a situaciones de emergencia debido al tráfico de Jerusalén. Con eso en mente, reclutó a médicos voluntarios en su barrio para responder rápidamente a pie o en bicicleta a quienes lo necesitaran mientras llegase la ambulancia.
Ese fue el núcleo de la organización sin fines de lucro registrada finalmente en 2006.
Solo en el último año, los voluntarios de UH -entre ellos Eli y Gitty Beer y varios de sus hijos- respondieron a más de 650.000 llamadas en todo Israel.
Además, hay una división internacional envía equipos a otros países después de tragedias con muchas bajas. Hay bases de UH en Kiev y Umán (Ucrania), Jersey City (EEUU) y Panamá.
Beer y su personal ayudan a más de 20 países a construir sistemas de respuesta de emergencia basados en el concepto de esta ONG.
“Pensé que había sido secuestrado”
En la quincena anterior a enfermarse, mientras se encontraba de viaje para recaudar fondos, Beer había viajado a Inglaterra, India, Qatar y cinco estados de EEUU para asesorar a funcionarios interesados en el modelo de UH.
Ni siquiera supo dónde contrajo el virus. “Dios me lo pasó. Estoy seguro de que la persona que me contagió no sabía que lo tenía”, explicó este hombre creyente”.
En marzo, unos días después de la festividad judía de Purim, Beer comenzó a sentirse mal. “Me encerré en un departamento y tomé remedios para bajar la fiebre pero nada me ayudó. Tres días después ya no podía respirar”, contó.
“Trabajo todo el día porque no quiero sentir pena por mí mismo. Tengo la gran responsabilidad de recaudar más fondos para hacer crecer la organización. No tengo otra opción. Si me relajo, la gente sufrirá” – Eli Beer, fundador de UH
Así, Beer llegó al hospital el 17 de marzo de las 3 de la madrugada y le diagnosticaron COVID-19. Tres días después, su estado se deterioró y fue inducido a un coma para ser entubado.
Salió de eso, sí, pero solo para empeorar. Antes de la segunda entubación, Beer reconoció: “Tenía mucho miedo de que si me ponían a dormir no me despertara”.
Cuando finalmente despertó, estaba desorientado. “Pensé que había sido secuestrado. No recordaba que me habían hospitalizado”, dijo Beer, que tampoco comprendió que había estado dormido en Pesaj, su fiesta favorita.
A fines del mes pasado, Beer le contó a ISRAEL21c que se sentía genial aunque un poco cansado y admitió que la recuperación ha sido difícil.
“El COVID-19 es muy diferente a otras enfermedades. Una vez que se supera una gripe, todo queda atrás pero esto sigue y sigue. Un día quiero despertar sin pensar que alguna vez estuve enfermo”, manifestó.
Entregarse por completo
ISRAEL21c le preguntó a Beer si su experiencia como paciente crítico influyó en su visión de UH y del mundo. “Aprendí mucho de estar inconsciente y despertarme en un lugar desconocido en una situación en la que necesitaba ayuda incluso para ir al baño. Siempre les enseñamos a nuestros voluntarios a dar consuelo mientras tratan a los pacientes. Ahora aprendí lo importante que es para la persona sentir que está en las manos adecuadas. Eso es lo que sentí en Miami”, describió.
Desde entonces, Beer insta a los voluntarios de UH a “entregarse por completo, como si estuvieran tratando a sus propias madres”.
Para ello, dio un ejemplo: “Capacitamos a nuestros voluntarios para que cuando traten a alguien, lleguen al nivel en el que se encuentra el paciente. Después de lo que pasé, ahora sé que hay que bajar incluso más bajo para darle mucha confianza a ese paciente”.
A través de su trabajo en UH, Beer promueve activamente la unidad y la convivencia porque cree que si los países pudieran superar las animosidades y trabajar juntos, se podría hallar más rápido una cura o una vacuna para el COVID-19.
“Aquí en Oriente Medio vivimos en una jungla de odio. Pero podríamos aprovechar la oportunidad de esta pandemia para acercarnos. El COVID-19 no ve una diferencia entre judíos, árabes o cristianos. Cuando me pusieron a dormir, deseé que cuando despertase, la gente hubiera superado esto pero nada cambió. Eso me hace sentir triste”, reconoció.
Sin embargo, a nivel personal sintió la unidad y dijo que es que ayudó a su recuperación. “Había judíos de todos las ramas rezando por mi recuperación. Los árabes fueron a las mezquitas a rezarle a Alá por mí. Un voluntario griego ortodoxo de United Hatzalah en Yafo dijo que los voluntarios cristianos rezaban por mí. Los indios con los que me reuní en Mumbai también lo hacían. Lo que hacemos a diario en UH es lo que la gente debería hacer para combatir esta pandemia”, explicó .
Beer está más decidido que nunca a llevar United Hatzalah a todo el mundo. Mientras tanto, ofreció algunos consejos prácticos: “Esta terrible enfermedad golpeó a las personas mucho más que la gripe y se contagia mucho más fácilmente que otros males. Y continuará por mucho tiempo. La forma de protegerse es básica: mantenerse alejado de los demás, usar una máscara y limpiarse las manos todo el tiempo. Con eso basta, no hay que aislar a todo el mundo”
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