Las explosiones masivas del martes en Beirut fueron una tragedia. Pero como es a menudo el caso en Líbano, esta tragedia era evitable.
Las 2,750 toneladas de amonio informadas que se encontraban no reclamadas y no controladas desde al menos el año 2014 en un depósito son otra señal más de liderazgo fallido y mal manejo por parte de la élite política libanesa. Como mínimo, fue ineptitud.
El hecho que una cantidad masiva de material explosivo se encontrara justo en el Puerto de Beirut – sospechado desde hace mucho tiempo de ser explotado por Hezbola para comercio ilícito y contrabando – plantea preguntas problemáticas acerca de si el grupo terrorista apoyado por Irán, el cual es el pegamento político que mantiene unido al gobierno actual de Líbano, tenía alguna intención de desplegar ese material en un ataque.
Si bien ahora sabemos que la explosión fue un accidente terrible, la mayoría de los analistas de la región (ya sea que lo admitan o no) tuvieron que preguntarse brevemente si la explosión fue un ataque militar. La noción que un actor externo, notablemente Israel, podría haber tomado como blanco un depósito de armas en el Puerto era demasiado fácil de imaginar, dada la historia de conflicto durante las últimas cuatro décadas.
Los libaneses entienden casi con certeza que las muertes inadvertidas de aproximadamente 135 libaneses y la destrucción masiva de propiedad podrían ser un preludio de algo mucho, mucho peor para Líbano. Un conflicto militar terrible es todavía bastante posible.
Hezbolah continúa acumulando armas a un ritmo alarmante. Las estimaciones sugieren que el grupo tiene aproximadamente 150.000 cohetes de capacidades variadas desperdigados a través de Líbano, a menudo en áreas de alta densidad de población. El grupo ha convertido a la población libanesa en escudos humanos para su arsenal que está diseñado para librar la guerra contra Israel. En los meses recientes, funcionarios israelíes han advertido que Hezbola está también acumulando municiones guiadas por precisión (PGMs) letales que podrían evadir las defensas israelíes y golpear objetivos sensibles que podrían llevar a víctimas masivas. Por lo tanto, los israelíes han dejado en claro que podría ser necesario tomar medidas preventivas. En otras palabras, advierten de la guerra.
Para ser claros, los israelíes no quieren guerra. Por esta razón, el ejército israelí se ha apartado de atacar el arsenal de misiles de Hezbola, aun cuando éste se ha expandido de forma alarmante en los últimos años. A raíz de la catástrofe del martes, el ejército israelí llegó a grandes extremos para transmitir que no fue responsable, y que incluso estaba dispuesto a ayudar. El Ministro de Defensa Benny Gantz tomó la medida inusual de anunciar en Twitter que, «Israel se acercó a Líbano a través de canales internacionales de defensa y diplomáticos para ofrecer ayuda médica humanitaria al gobierno libanés.»
No obstante esta muestra de buena voluntad, la explosión en Beirut debería ser un llamado de atención. Si el arsenal de Hezbola no es desmantelado pronto, es probable que se produzcan más explosiones.
Para Líbano, la oportunidad de todo esto no podría ser peor. Líbano tiene más de u$s 90 mil millones de deuda, gracias a la corrupción, codicia y actividades financieras ilícitas de Hezbola y la élite política del país. El paquete de rescate no será fácil de reunir, dadas las demandas de la pandemia global de coronavirus y una economía mundial en recesión. Un rescate financiero es aun más difícil de imaginar mientras un grupo terrorista, Hezbola, sigue en el centro de la política y economía de Líbano.
La frustración está rebalsando ahora en Líbano. Muchos en el país están depositando la culpa por la explosión del martes a los pies de la élite política y Hezbola. Estas frustraciones no son infundadas, y no son nuevas. El pueblo ha estado protestando contra los fracasos del gobierno, de vez en cuando, durante años.
Ahora es el momento de actuar sobre estos sentimientos, y de capitalizar el hecho que el mundo ha vuelto su atención hacia este pequeño rincón del mundo árabe. La presión internacional puede desempeñar un rol en demandar reforma política en Líbano. Pero eso sólo sucederá si las armas, finanzas ilícitas e influencia política de Hezbola pueden ser disminuidas. El mundo árabe, en particular, tiene un rol de liderazgo que desempeñar. Pero finalmente, la perspectiva de cambio significativo depende del atribulado pueblo de Líbano.
Traducido para Porisrael.org por Marcela Lubczanski
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