Policías israelíes disuelven una protesta contra el acuerdo de Emiratos e Israel, frente a la mezquita de la Roca de Jerusalén. REUTERS
El pasado 11 de septiembre, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunciaba su promesa de anexionarse el Valle del Jordán, si era reelegido como jefe del Gobierno. Este gesto, que trataba de atraer a los sectores más nacionalistas de Israel, lejos de convertirse en una hipoteca se ha convertido en un activo muy valioso para la política exterior israelí, ya que ha sido la principal moneda de cambio de Jerusalén para negociar «la paz» con los Emiratos Árabes Unidos. Desde la creación del Estado de Israel, Jerusalén ha tratado de normalizar sus relaciones con sus vecinos árabes. Después de los acuerdos de Camp David (1979) y de Oslo (1993), Israel lo logró con dos de sus enemigos históricos, Egipto y Jordania, lo que le permitió una cierta relajación en lo que a su vecindario directo se refiere. Desde hace ya algunos años, trata de gestionar sus relaciones con los países del Golfo con el único objetivo de lograr un acuerdo con el custodio de los lugares santos del islam: Arabia Saudí.
El denominado Acuerdo de Abraham no sólo permite la normalización de las relaciones entre Jerusalén y Abu Dhabi, sino que además abre la puerta a un futuro acuerdo con Riad, ya que EAU es poco más que un satélite del reino y detrás de cada acción siempre está la mano de la casa Al Saud.
En los próximos meses asistiremos a la escenificación del pacto con el establecimiento de relaciones, lo que en principio no implicará que Emiratos envíe una misión diplomática a Israel, ya que este asunto está condicionado a un acuerdo más amplio con los palestinos que vaya más allá de la simple congelación de la anexión del Valle del Jordán. Entre las medidas acordadas se establecerán vuelos directos entre Abu Dhabi y Tel Aviv, una importante cooperación científica y un acceso más sencillo de los palestinos a la Mezquita de Al Aqsa, lo que convierte a Abu Dhabi en nuevo protector de los palestinos en Jerusalén.
En el plano interno el acuerdo supone un balón de oxígeno para el ‘premier’, que además de sus problemas judiciales estaba recibiendo duras críticas por la gestión de la Covid-19. Una vez, más ‘Bibi’ convierte en oro un asunto tóxico como es el de la anexión del Jordán, que había sido fuente de discordia en su Gobierno y con EEUU.
A nivel regional el acuerdo abre más la brecha entre los aliados de Riad y los de Teherán. Mientras que los primeros buscan una normalización de sus relaciones con Jerusalén que les permita hacer frente a la amenaza iraní, los segundos tratan de tensar más la cuerda con Israel usando como rehén a los palestinos. En medio de esta contienda encontramos a Qatar, el Estado del Golfo que más había avanzado en sus relaciones con Israel pero que tras el bloqueo saudí había tenido que dar marcha atrás en su acercamiento a Tel Aviv como contraprestación al apoyo iraní.
Resulta obvio que Israel puede beneficiarse de la enemistad irano-saudi, y de la dificil relacion existente entre los paises árabes, mas allá de la defensa de aquellos intereses que consideran comunes …Cierto es tambien, que este acuerdo con los emirátos árabes, ha pillado «con el pie cambiado» a mas de uno, entre los enemigos de Israel, a comenzar por la própia autoridad palestina, y como no, la república islámica de iran …bueno es como digo para Israel, sacar provecho politico y económico de estas divisiones entre bloques en el seno del mundo árabe, y de las luchas intestinas que tanto tienden a debilitárle, pero nos equiviocariamos si hicieramos de ello una lectura rápida que nos lleve lanzar las campanas al vuelo, y a aventurar desde hora, un futuro en paz para Israel por parte de sus vecinos árabes, pues no seriá la primera vez, que este tipo de vaticinios se vuelven finalemente contra quienes los hacen …conviene pues ser prudentes, mantener la debida distancia con los hechos, y aguardar el cúrso de los acontecimientos, sin dejarse arrastrar por eufórias contraproducentes …