El escenario del atentado (Foto Yair Gil)
Este domingo 4 de octubre se cumplieron 17 años del cruento atentado terrorista perpetrado por la terrorista Inadi Jaradat del Jihad Islámico en el restaurante Maxim de Haifa, en el que fueron asesinadas 21 personas, civiles que habían ido a comer y 4 de los trabajadores del lugar. La mayoría judíos, pero también árabes. El restaurante era propiedad de una sociedad de israelíes judíos y árabes cristianos.
Entre las víctiimas, dos familias cada una de las cuales perdió a 5 de sus miembros, tres generaciones.
Además, hubo numerosos heridos.
Este nuevo aniversario del horror, es el momento de recordar el caso de una de las familias. Los Almog-Shtayer estaban acostumbrados a compartir las pequeñas grandes cosas de todos los días. Tras un paseo, fueron a comer al «Maxim». No sabían que la terrorista también estaba en camino al lugar, decidida a matar la mayor cantidad posible de israelíes, todos ellos civiles, que se encontraran en el local.
Jaradat se instaló en medio de las numerosas familias que se encontraban en el “Maxim” y detonó su potente carga explosiva. Muchas tragedias cobró ese atentado. Para Galit Shtayer, el mundo se vino abajo. Ella quedó gravemente herida y lidia hasta hoy con tratamientos semanales por las limitaciones físicas con las que ha quedado.
Pero lo peor, es lo irrecuperable: perdió en el atentado a su hijo menor Asaf, que tenía en ese momento sólo 10 años, a sus padres Ruth y Zeev Almog, a su hermano Moishik y a Tomer, de 9 años, su sobrino, hijo de Moishik.
Otros miembros de la familia resultaron heridos.
Años atrás la entrevistamos cuando la opinión pública israelí debatía sobre la liberación de terroristas planeada para lograr la liberación del soldado Guilad Shalit que estaba secuestrado en manos de Hamas en Gaza. Galit defendía con firmeza la excarcelación para recuperar a Guilad.
El año pasado, 16 años después del atentado que le cambió la vida, volvimos a conversar con ella. Y este lunes 4 de octubre del 2020, Galit compartió sus recuerdos y su dolor nuevamente, por las redes sociales, con las fotos de sus seres queridos que nunca volverán.»Entraron sonrientes y alegres pero esa alegría se convirtió en un silencio eterno»,escribió.
Nos confirmó que el dolor no desaparece, que jamás se olvida, pero que también hay que seguir viviendo. Y desde que es abuela, ve en su pequeño nietito el futuro, la esperanza.
P: Galit, tú has perdido a uno de tus hijos, a tus padres , tu hermano y tu sobrino en un atentado de Hamas..irte tu opinión, por la dura pérdida que tu y tu familia toda sufrió en el atentado en el restaurante “Maxim” en Haifa. ¿Tienes fuerza de contarme sobre tu familia y sobre cómo se sigue adelante?
R: Todo ésto requiere mucha fuerza, pero creo que es importante que se sepa. Empezaré por decirte que perdí a mi hijo Asaf, que tenía sólo 10 años y medio. Perdí a mis padres Ruth y Zeev Almog, a mi hermano Moishik y a su hijo, mi sobrino, Tomer.
P: ¿Qué recuerdas de ese día?
R: Recuerdo ante todo el silencio mortal en el lugar. Me di cuenta enseguida de que podía mover únicamente la palma de mi mano derecha. Entendí de inmediato que había sucedido algo terrible, aunque no podría decir que comprendí enseguida que había sido un atentado. Perdía y recuperaba el conocimiento alternadamente. Recuerdo que cuando llegaron los equipos de rescate les grité que me ayuden, que me estaba ahogando, y me salvaron. Yo pensé que había perdido a todos y que sólo la hija de mi hermano y yo habíamos sobrevivido. Luego entendí que afortunadamente , dentro de todo lo difícil de las heridas, mi cuñada y un hijo de mi hermano estaban bien. Estaban heridos pero vivos, Por suerte, mi hijo mayor, que en ese momento tenía 14 años, no estaba conmigo.
P: Y tú misma quedaste gravemente herida.
R: Así es. Durante un año estuve en el hospital. Mucho tiempo no pude mover ni brazos ni piernas. Estuve un año en silla de ruedas. En medio de toda la locura, se mezclaban el duelo, el dolor y la necesidad de lidiar físicamente con la recuperación. Digamos la verdad, yo quedé lisiada físicamente. Es un hecho. Me cuesta caminar, preciso caminador y muletas y si tengo que ir a distancias más largas, preciso otro tipo de ayuda. Ahora por el Coronavirus no hay tratamientos de rutina comunes y esto significa que tengo que lidiar diariamente con el dolor, porque aún preciso tratamiento alternativo, pero hace ya más de un mes que no hay. Ese aspecto no mejora, porque además uno no se hace más joven sino todo lo contrario.
P: ¿Se puede distinguir entre el desafío físico que todo esto supone y el emocional? O sea ¿Puedes decir que uno es más fácil que otro?
R: No, va todo junto, es difícil separar. Uno no vive todo el tiempo el recuerdo. Personalmente, no siento la necesidad de ir al cementerio todos los días. No es que estoy rodeada de fotos de mi hijo por todos lados. Lo llevo dentro mío siempre, con mis recuerdos. Oigo una canción, alguien dice algo que uno asocia, o veo a un amigo que me recuerda una situación…todo así, todo el tiempo.
P: Además, sin olvidar ni por un momento el dolor que significa perder a los padres y a otros familiares cercanos como has perdido, evidentemente perder a un hijo es algo especialmente terrible, como contradicción con la naturaleza de la vida…
R: Yo perdí a todos de una vez…..Y cuando se te van todos juntos, todo se mezcla, es muy difícil….a veces extraño terriblemente a uno, luego a otro, a otro, a todos juntos….Y eso se siente mucho cuando pasan justamente cosas lindas. Es la alegría la que destaca más la tristeza, porque inevitablemente pensamos cuánto disfrutarían si pudieran ver tal o cual cosa, vivir con nosotros tal o cual experiencia…
P: El tiempo ayuda?
R: El tiempo no cura. Sí reduce un poco la intensidad, porque uno vive la rutina. Pero no cura las heridas. Seguro no en mi caso, con tanto luto por todos lados. La herida no sana nunca. Uno aprende a vivir con ella, pero los recuerdos, el dolor, no se tornan más livianos.
Te cuento que cuando venían amigos y familiares a verme en el hospital, a darme tanto apoyo, yo les pedía que me cuenten chistes. Se ve que sentía que me haría bien. Me reía, lloraba, y podía sonreir. Pero la nostalgia no desaparece nunca sino que de hecho, se torna más fuerte todavía.
P: Porque uno capta que realmente la pérdida es para siempre…
R: Es verdad.Pero además, cuando se pierde a alguien tan chico como mi hijo Asaf, que tenía 10 años, uno luego ve a los amigos que siguen creciendo. Algunos no nos llegaban al ombligo cuando jugaban con Asaf y ahora se están empezando a casar. Y uno entiende cuánto se perdió….Y vivimos pensando cómo sería ahora Asaf, cómo se vería, qué haría….
P: ¿Y cómo tienes fuerza para seguir adelante? ¿Es porque tienes otros hijos, porque la vida es más fuerte que todo?
R: Creo que es por todo junto. Se ve que es algo que está en el ser humano, ese empuje por la vida, está en nuestro ADN. Es una elección que hacemos todo el tiempo.
P: ¿Ayuda el lidiar con tu duelo personal el hecho que el país todo recuerda en una fecha solemne?
R: Lo potencia, sin duda. Es muy intenso. En general vamos a los actos. En Iom Hazikaron siempre hay una ceremonia muy linda en Ramat Alon, donde Asaf creció. Vamos allí porque hay muchas cosas que lo manifiestan a Asaf. Hay fotos suyas, siempre alguien cuenta sobre él, sus amigos hablan y yo también escribo y cuento algo sobre él. No es sencillo, es muy intenso. Y al día siguiente vamos al cementerio y hay un acto también en la escuela aunque ya renuncio a eso porque es demasiado para mí. Pero mi esposo Ofer sí va.
No sé si decir que la participación del país todo en el duelo ayuda, pero es importante. Muy importante. Nos envuelve con mucha calidez. Es un día en el que viene toda la familia, vienen los amigos. Eso nos acompaña mucho. Es importante que haya un día en el que todo se detiene, recordamos y pensamos.
P: ¿Y una tragedia así, cambia el enfoque respecto a qué depara el futuro en un país nada sencillo como Israel?
R: No, eso siempre lo tuve claro.
P: ¿Ves aquí una solución de paz? La vez pasada que te entrevisté me dijiste que sí, que llegaría en algún momento.
R: Aún pienso así y creo que llegará el día. Quizás sea de sorpresa, impredecible. Estoy bastante segura de eso, porque no puede ser lo contrario. En las guerras, al fin de cuentas, todos pierden, así que no he perdido la esperanza. Quizás sea ingenua, no lo sé. A pesar de lo que pasa aquí, yo todavía tengo esperanza en el corazón. Creo que debe haber un gen del optimismo y yo seguramente lo tengo….Sin esperanza es difícil seguir adelante. Y está el futuro de los niños. Y ahora, el de mi nieto que nació hace un año, que para mí simboliza el futuro, la esperanza. Hay que aferrarse de esa esperanza de que todo mejorará.
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