Jibril Rajoub
Se acaba de cumplir un mes desde la firma del histórico e importantísimo acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, y de la Declaración de Paz entre Israel y Bahrein, y la dinámica en el terreno deja en claro que no fue un mero papel sino una base que abrió puertas para una verdadera cooperación entre los pueblos a todo nivel.
Es imposible minimizar la importancia de dichos acuerdos, que tienen también una profunda dimensión estratégica.
Ya hemos escrito sobre el mensaje que esa firma comunicó además a los palestinos, con los que no se ha podido hasta ahora llegar a ningún acuerdo, y no precisamente porque Israel no lo haya intentado. El mensaje tan claro, que los sacó de quicio, es que ya no podrán impedir que países árabes avancen en canales separados hacia la paz con Israel, que normalicen relaciones y mejoren así su propia situación. El camino debe ser la apertura, no el estancamiento.
Pero esto no significa, a nuestro criterio, que haya que dejar de intentar lograr una solución al conflicto con los palestinos. La paz con los Emiratos es importantísima. Pero lograr la paz con los palestinos, es más crucial aún, mucho más clave para la sociedad israelí.
Y nuestro punto central en el editorial de hoy es que también cuando se busca la paz-y ojalá sea posible lograrla con los palestinos, por el bien de ambas partes- hay cosas que no se deben olvidar. Hay hechos y palabras que los crean, inaceptables, que si se los olvida o minimiza, si se los coloca debajo de la alfombra, lo único que se logra es alejar un verdadero diálogo y una eventual solución.
A fin de setiembre se cumplieron 20 años del comienzo de la segunda intifada, una secuencia de constantes atentados terroristas palestinos contra Israel, que cobraron la vida de más de mil civiles israelíes, al estallar bombas en ómnibus, restaurantes, cafés, discotecas, salas de fiesta y mucho más. Evidentemente también murieron palestinos y entre ellos, lamentablemente, también civiles. Ni uno habría muerto de no verse Israel obligado a operar en los territorios en los que se escondían y preparaban sus bombas los terroristas, mezclados evidentemente entre su propia población civil.
Y esta semana se cumplieron los 20 años de uno de los hechos más atroces de esa intifada. Fueron “sólo” dos los muertos israelíes aquel 12 de octubre del 2000: Iosi Avrahami y Vadim Norzich. En otros atentados hubo más de 30. Pero lo salvaje de este ataque fue un símbolo del terrorismo palestino, que no había comenzado allí y tampoco terminó con la segunda intifada.
Iosi y Vadim eran dos reservistas israelíes que se equivocaron de camino en camino a su base y entraron por error a Ramallah. Iban en el coche particular de uno de ellos. Palestinos identificaron que se trata de israelíes , los apedrearon y les bloquearon el paso, y al lugar llegaron policías palestinos que los golpearon y llevaron violentamente a la estación de El-Bire. Allí los golpearon y acuchillaron varios policías y civiles palestinos. Fueron linchados y sus cuerpos destrozados. Cuando el cuerpo de uno de ellos fue lanzado por la ventana de la estación policial, la muchedumbre festejó abajo enardecida y se ensañó con su cuerpo nuevamente.
Uno de los símbolos de ese linchamiento fue la imagen de uno de los asesinos, que salió a la ventana de la estación policial con las manos en alto, rojas de sangre. Sonriente. Ante los gritos de entusiasmo de la gente abajo.
Y no eran animales que mataban para comer. Eran seres humanos convertidos en bestias salvajes.
El mismo principio, aunque a veces disimulado y otras sin que se vea la sangre desde afuera, está en todos los atentados terroristas.
Y nuestro criterio, está también en los peligrosos mensajes de toda aquella figura palestina que presenta a los terroristas como héroes y ejemplos a emular.
Hace pocos días, fue un emisario especial del Presidente Abbas el responsable-y no por primera vez- de transmitir un mensaje horrendo a su pueblo. Jibril Rajoub, que encabeza los contactos con Hamas y Jihad Islámico para llegar a un acuerdo, considera que es necesario planificar juntos “una escalada de la resistencia” y que ello debe incluir “el sacrificio” de niños palestinos.
En un informe de Palestinian Media Watch en el que tradujo varias de sus declaraciones, se lo cita claramente:
“Estamos dispuestos al sacrificio. Sacrificaremos a nuestros niños”, escribió Jibril Rajoub, Secretario General del Comité Central de Al Fatah en su página de Facebook, y lo dijo en Al Mayadin, la cadena libanesa, el 7 de octubre.
Unos días antes, el ex negociador palestino Saeb Erekat, del Comité Ejecutivo de la OLP, se había manifestado a favor de “derramamiento de sangre y caos en la región”, según fue citado en el órgano oficial de la Autoridad Palestina Al Hayat al-Jadida (4 de octubre).
Rajou aclaró explícitamente que “nosotros, en el movimiento Fatah, en cuando a la lucha y la Resistencia, estamos abiertos, dispuestos a sacrificar…a nuestros niños.Y la primera unidad que esté en la primera línea será del Comité Central de Fatah, el Comité Revolucionario de Fatah y nuestro liderazgo…..No tenemos problemas. Estamos preparados para estar con Hamas y con las facciones. Que así sea!”.
Hay algunos criminales que no aprendieron nada.
Israel lo debe tener siempre en cuenta, con los ojos bien abiertos.
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