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| domingo diciembre 22, 2024

El miedo fatal a ser acusado de racismo


El estadio donde tuvo lugar el ataque.

Una reciente evidencia sugiere que un acto de violencia importante podría haberse evitado si un guardia de seguridad no hubiera temido ser llamado «racista». Este incidente plantea interrogantes sobre la capacidad de Occidente para protegerse de los ataques yihadistas.

Ese acto de violencia fue el atentado con bomba en un concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande en el Manchester Arena de Inglaterra el 22 de mayo de 2017, matando a 22 e hiriendo a más de 800. El atacante, Salman Ramadan Abedi, de 22 años, nació en Manchester de padres islamistas refugiados, que llegaron de Libia. Quienes lo conocieron lo describieron como muy religioso y no demasiado brillante.

Simpatizante de Al-Qaeda, Abedi construyó una bomba casera con miles de tuercas y tornillos, la colocó en una gran mochila y caminó hasta el Manchester Arena. Allí, sentado en los escalones de la entrada, esperó que Ariana Grande terminara la actuación de su espectáculo «Mujer Peligrosa». A las 22:31 se puso de pie, cruzó el hall hacia la audiencia que salía del pasillo y detonó su dispositivo.

La ministra del Interior, Priti Patel, estableció la Investigación del Manchester Arena «para averiguar exactamente qué sucedió» y «hacer recomendaciones para tratar de evitar que vuelva a ocurrir lo que salió mal». La investigación reveló información importante sobre la seguridad que esa noche brindó la firma privada Showsec.

El relato comienza con Christopher Wild mientras esperaba un niño que había asistido al concierto. Se dio cuenta de un Abedi de aspecto dudoso alrededor de las 22:15 e informó de su preocupación a un guardia de Showsec, Mohammed Ali Agha, de 19 años. Wild describió a Abedi como «poco fiable» y «de aspecto peligroso» y señaló su «enorme mochila».

Agha le pidió a un colega, Kyle Lawler, de 18 años, que vigilara a Abedi. Lawler se acercó a unos 10-15 pies de Abedi y lo encontró «inquieto y sudoroso». Lawler declaró que tenía «un mal presentimiento sobre él, pero no tenía nada que lo justificara». Admitió cierto pánico incluso cuando se sintió «en conflicto» porque sintió que algo estaba mal, pero también lo vio como «solo un hombre asiático sentado entre un grupo de personas blancas».

Así dijo Lawler dijo en la investigación:

Me sentí inseguro sobre qué hacer. Es muy difícil definir a un terrorista. Por lo que sabía, podría haber sido un joven asiático inocente sentado en los escalones. No quería que la gente pensara que lo estaba estereotipando por su raza. …Tenía miedo de equivocarme y ser tildado de racista. Si me equivoquaba, me habría metido en problemas. Me hizo dudar sobre qué hacer. Quería hacerlo bien y no equivocarme reaccionando exageradamente o juzgando a alguien por su raza.

Aunque Lawler admite «un sentimiento de culpa» y que se echa «mucha culpa a mí mismo», cuando se le preguntó si todavía le preocupa que lo tilden de racista, respondió «Sí».

¿Qué hacer con este incidente? Tenga en cuenta esta frase clave: «Tenía miedo de equivocarme y ser tildado de racista». En cierto sentido, este sentimiento es completamente familiar; es, por ejemplo, la razón por la que la policía de Rotherham y otras ciudades británicas no reprimió a las bandas de violación paquistaníes durante un período de hasta dieciséis años.

De otra forma, es sorprendente. El hecho de que un guardia de seguridad no dé seguimiento a sus sospechas por temor a «ser tildado de racista» apunta a una crisis. A menos que el sospechoso sea un yihadista que planea una campaña criminal ─algo que no es del todo probable─ quien exprese sus preocupaciones se expone potencialmente a ser sancionado, despedido, indignación de la prensa, demandas e incluso disturbios. Eslóganes como «Si ves algo, di algo» resultan fraudulentos. Recordando cuántos yihadistas han sido atrapados en el curso de paradas de tráfico de rutina o por vecinos sospechosos, este es un problema importante.

El miedo a la acusación de racismo tiene la consecuencia contradictoria de que una persona que tiene la piel más oscura o parece ser musulmana podría obtener un pase libre; el vigilante puede permitirse el lujo de equivocarse con respecto a una rubia, pero no con una mujer con hijab. Aún más extraño es la implicación de que alguien que tenga la intención de hacer una maldad podría encontrar una ventaja al adoptar una apariencia musulmana.

La protección eficaz requiere libertad para errores. Los capitanes de las aerolíneas, la policía en el lugar e incluso los especialistas en el islam deben tener la libertad de expresar sus preocupaciones sin temor a ser difamados por la prensa, perder sus trabajos o enfrentar represalias legales.

A menos que se produzcan estos cambios necesarios, espere más violencia yihadista.

 

Original en Inglés: The Fatal Fear of Being Accused of Racism
Traducido por Silvana Goldemberg

 
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