No hay peor enemigo para un político que su propia charlatanería. Si, llegado cierto punto de su carrera, no aprende a callar, a callar y ser todo sonrisas y gestos medidos, lo que suele suceder es que acaba siendo silenciado por la fuerza de las urnas. Así como el balance de la era Trump es bueno o, cuando menos, respetable, cosa que ponen una y otra vez en evidencia sus seguidores, los hilos sueltos y hasta vulgares de su verborrea lo han sepultado, quién sabe por cuánto tiempo, en el polvo de la indiferencia. Nadie quiere que lo martiricen a tuits, nadie soporta mucho tiempo al prepotente, por más claro que sea su discurso. Pasarán años hasta que puedan juzgarse en su justa medida sus obras y proyectos. Sería bueno que los demócratas norteamericanos respetaran y hasta alentaran los recientes acuerdos de Israel con Bahrein y los Emiratos. De no ser así, o de promover un retroceso al respecto, los Estados Unidos perderían credibilidad entre sus amigos y admiradores. Pero ya sabemos quiénes son los que están en el escalón inferior a Biden, una manga de resentidos antisemitas, y para peor mujeres con una fuerte impronta musulmana en sus vidas.
Lo cual impone a Israel una atención doble, al entorno y a lo que sucede allende sus fronteras, en especial ahora que rebrota el ISIS con saña y no sabemos aún cuán eficaz es la defensa que plantea Occidente. La vieja fórmula paz por territorios, que probó ser mala, no debe regresar al tablero político, y menos ahora que tantas voces del mundo árabe están haciendo críticas justas a los palestinos, incapaces de reflexionar por sí mismos. Por el momento lo hecho hecho está. Ignoro cuánto tardará la transición presidencial en Norteamérica, aunque por poco tiempo que sea Israel debe acelerar el suyo tanto en los territorios como en otras partes. Se acabó lo que se daba, como reza dicho castellano, lo que no quiere decir que lo que se nos echa encima sea necesariamente peor. Biden no es Obama. Irán está demostrando a las claras sus propósitos en la zona y no es precisamente un manso corderito, y también Turquía. El combustible islamista sigue, a buen seguro, acumulándose aquí y allá. En lo personal siento pena por Trump, aprendió poco de la mecánica del poder y se creó enemigos donde no era necesario hacerlo, entre los suyos. En cuanto a Biden, parece un hombre prudente, otra cosa es que sea manipulable por sus bases. La sociedad americana tiene un gran trabajo por delante, el melting pot debe hacerse realidad, el racismo tiene que retirarse a sus cuevas de viejo odio y los políticos jóvenes leer a los viejos maestros del país, cuya originalidad y compasión aún nos son útiles: Emerson, Whitman, Thoreau.
Todo lo que le falta a China para ser una cultura seductora a ojos del mundo más allá de la tecnología y la severidad social, lo tiene América. Pero el país está herido, partido, desorientado, sin un ideario coherente. Eso lo debilita. Trump, por fuerza, será un buen perdedor y encarará otros negocios. Biden tiene por delante un camino arduo y difícil. Entre ambos, Israel tiene que repensar una y otra vez sus intereses y prioridades.
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