Entre aquellos que entendieron la profundidad de la hostilidad del expresidente estadounidense Barack Obama hacia Israel, existe una ansiedad comprensible sobre los recauchutados y los acólitos de Obama entre los nominados de política exterior y seguridad elegidos por el posible presidente electo, Joe Biden.
Se asume que la hostilidad de Obama se deriva de su mentalidad de izquierda que considera a Israel, falsa y ahistóricamente, como una potencia ocupante colonialista. Lo demuestra en sus nuevas memorias, Una Tierra Prometida, en su relato profundamente distorsionado de los orígenes del moderno Estado de Israel.
Sin embargo, existe una razón más profunda por la que tanto Obama como la izquierda encuentran a Israel tan intensamente problemático, y por qué una presidencia de Biden volverá a tener a Israel en la mira. No se trata de política exterior. Se trata del programa para Estados Unidos en sí.
El núcleo de la agenda de la izquierda es rehacer el mundo occidental; y la agenda de Obama y la izquierda estadounidense es rehacer Estados Unidos.
Su objetivo es el estado-nación occidental y su cultura. Los preceptos centrales de esa cultura están articulados y consagrados dentro de las diferentes historias, leyes, religiones, instituciones y tradiciones de las naciones occidentales individuales.
La izquierda, sin embargo, considera que el estado-nación occidental es malvado porque se declara superior a las culturas que no comparten sus valores y excluye a quienes no pertenecen a él.
De ahí el constante debilitamiento de las leyes de inmigración por parte de la izquierda en su intento por borrar las fronteras nacionales; su negativa a comprender que la ciudadanía es un trato entre el ciudadano y el estado al que pertenece; y sus salvajes denuncias de quienes defienden estas nociones como racistas o xenófobos, para borrar por completo sus voces de la conversación cultural.
La nación, sus atributos específicos y las fronteras que definen su territorio deben, según la izquierda, dar paso a una visión Kumbaya de la hermandad del hombre expresada a través de instituciones y leyes transnacionales.
Gran parte de esta erosión de los valores occidentales ya se ha logrado, en escuelas y universidades, a través de las guerras culturales. La estrategia de Obama en sus ocho años en la Casa Blanca fue convertir esta agenda en un arma a través de la presidencia.
El interludio de cuatro años bajo el presidente Donald Trump se ve claramente como un revés irritante que ahora debe revertirse. En sus memorias, Obama escribe que «aún no está listo para abandonar la posibilidad de Estados Unidos».
Esto debería helar la sangre de todos los que se preocupan por defender a Estados Unidos y la cultura occidental que lidera. Porque lo que Obama quiere decir es que su proyecto de rehacer Estados Unidos está inconcluso, y ahora ve la oportunidad de completar esa transformación.
Escribe: «Estoy convencido de que la pandemia que estamos viviendo actualmente es tanto una manifestación como una mera interrupción de la marcha incesante hacia un mundo interconectado, en el que los pueblos y las culturas no pueden evitar chocar.
«En ese mundo – de cadenas de suministro globales, transferencias instantáneas de capital, redes sociales, redes terroristas transnacionales, cambio climático, migración masiva y complejidad cada vez mayor – aprenderemos a vivir juntos, cooperar entre nosotros y reconocer la dignidad de otros, o pereceremos «.
Las alianzas y la cooperación entre naciones comprometidas con los mismos valores de libertad, democracia y respeto innato por la vida son, de hecho, beneficiosas.
Lo que Obama está elogiando, sin embargo, es un mundo en el que las fronteras entre las naciones se difuminan, las corporaciones e instituciones transnacionales gobiernan Estados Unidos y la democracia representativa, como vehículo político para la identidad y cultura de una nación, es despojada de poder y significado.
Debajo de sus eufemismos melosos, su agenda plantea la «posibilidad» de un Estados Unidos cuya autoimagen histórica como la «nación excepcional» es condenada como racista, cuyo deseo de defenderse es descartado como una agresión xenófoba, y que está demasiado ansioso por «reconocer la dignidad» de aquellos que representan una amenaza mortal para Estados Unidos y Occidente.
Esta agenda lleva a la izquierda a una confrontación precipitada tanto con Israel como con el judaísmo mismo.
El judaísmo es la última cultura particularista. Como señaló el ex gran rabino británico, el difunto Jonathan Sacks, las personas que siempre están en el camino de cualquier agenda universalizadora son los judíos. Esto es algo que los judíos de mentalidad progresiva, que forman la mayoría de la comunidad judía estadounidense y que han hecho efectivamente una religión del universalismo liberal, simplemente no pueden entender.
El objetivo principal del universalismo liberal es el Estado-nación occidental, que supuestamente nació en la Europa del siglo XVII. Sin embargo, la creencia que la nación era esencial para salvaguardar la vida y la libertad fue iniciada por los judíos hace miles de años.
El modelo para el estado-nación era el antiguo reino de Israel, compuesto por un pueblo particular en su propia tierra sujeto a sus propias leyes, que expresaban la historia, tradiciones y principios que formaban su identidad y propósito compartidos.
Como observa Yoram Hazony en su libro La Virtud del Nacionalismo, el antiguo Israel, que formó una nación a partir de la unificación de tribus, estableció una fórmula para la unidad nacional que creó Inglaterra en el siglo IX, la República Holandesa en el siglo XVI y, en el siglo XVIII, los Estados Unidos de América.
El rabino de Nueva York Meir Soloveichik se ha referido extensamente a la profunda influencia de la Biblia hebrea en América. En el prefacio del libro que ayudó a editar, Proclaim Liberty Throughout the Land, registra cómo los fundadores de los Estados Unidos recurrieron constantemente a la Biblia hebrea como su herencia compartida y su texto fundamental.
Soloveichik escribe: «Desde los padres puritanos hasta los estadounidenses, desde la esclavitud hasta la abolición, desde la Campana de la Libertad hasta la celebración nacional del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, la Biblia hebrea es uno de los libros formativos de Estados Unidos, que se refleja en el nuevo continente, en la nueva nación, en el renacimiento de la libertad en Estados Unidos, la inspiración moral y narrativa del antiguo Israel «.
Sin embargo, una nación deja de existir como tal si no puede defenderse dentro de sus propias fronteras. Una de las razones por las que la izquierda occidental se enfada con Israel es que Israel está totalmente resuelto a defenderse como nación.
En contraste, si Biden se convierte en el 46 ° presidente, socavará las defensas de su país. Ha dicho que deshará las políticas introducidas por Trump para disuadir a los inmigrantes ilegales y que tenían como objetivo restaurar la integridad de la noción de ciudadanía.
Se ha comprometido a revocar las restricciones de Trump a la inmigración de ocho países, seis de ellos musulmanes, que el Departamento de Seguridad Nacional considera que representan una amenaza terrorista para Estados Unidos.
Según los informes, Biden también está reconsiderando el papel de los militares en la forma en que Estados Unidos trata con el mundo, y está buscando un secretario de Defensa que comparta su objetivo de «restarle importancia al ejército como instrumento del poder nacional».
En lugar de promover la fuerza de su nación, por lo tanto, anunciará su debilidad, y lo llamará virtud.
No solo estará socavando la seguridad de su país. También tomará un hacha contra las raíces judías de la idea de Estados Unidos de sí mismo como nación.
Ese es el contexto en el que se pudiera enmarcar su anticipada frialdad hacia Israel, el estado-nación de un pueblo que siempre se encuentra en el camino de otra sociedad cuando esta sucumbe a una ideología universalizadora.
Traducido para Porisrael.org por Esther Sterental
https://www.israelhayom.com/opinions/the-agenda-that-undermines-americas-bond-with-the-jews/
La trayectória vital de los partidos politicos al igual que la de las personas por cuenta própia, determina finalmente su linea de actuacion, asi ha venido siendo desde siempre con la izquierda norteamericana respecto a Israel, y asi seguirá siendo previsiblemente una vez tóme posesion del cargo, el candidato demócrata Joe Biden …ilusório hubiera sido esperar de su parte un cambio de rumbo, en la politica bilateral que los antecesores de su partido, llevaron a cabo alternativamente, una vez alcanzado el poder, frésca está aún en tal sentido, la imprónta que dejó aquel al cual sirvió en dos legislaturas consecutivas en calidad de vice-presidente …asi pues, si mucho no me equivóco, preveamos un acercamiento a Iran, por medio de una politica apaciguadora con sus jerifáltes, y un enfriamiento con el gobierno bicéfalo israeli, nada desde luego que cáuse sorpresa como quedó dicho, ni sea suceptible de producir «alborozo»entre aquellos que amamos a Israel…