La violencia registrada en fechas recientes en el Sáhara Occidental puso fin a una tregua de 29 años entre el independentista Frente Polisario y el autonomista Reino de Marruecos y refleja los repetidos fracasos diplomáticos, de las partes y de la comunidad internacional, para alcanzar un acuerdo de paz sostenible.
El conflicto estalló tras la retirada de España del territorio, en 1975, que dejó a Mauritania, Marruecos y el Frente Polisario (FP) enfrentados por la soberanía del mismo.
Ese mismo año, la Corte Internacional de Justicia, al tiempo que reconocía los lazos históricos de Marruecos y Mauritania con la región, emitió una opinión consultiva que declaraba dichos lazos fundamentales en la demanda marroquí de soberanía. No obstante, no entró en la cuestión de fondo de la soberanía.
El FP, que representa a la República Árabe Saharaui Democrática en el exilio de Tinduf, Argelia, firmó un acuerdo de paz con Mauritania en 1979. Los combates esporádicos con Marruecos prosiguieron hasta 1991, cuando ambas partes alcanzaron un acuerdo para la realización de un referéndum. Desde entonces, Marruecos controla la mayor parte del territorio.
La misión pacificadora de la ONU responsable del lanzamiento del referéndum, Minurso, forjó un acuerdo en 1997 con ayuda norteamericana por el cual se llamó a una votación que diera a los saharauis –considerados la población indígena– la opción de elegir entre la autodeterminación o la autonomía bajo el Reino de Marruecos. Pero Rabat no aceptó los términos de la consulta porque no estaba de acuerdo con el censo electoral –a quién se permitiría votar–.
[En cuanto a los choques recientes,] el Ejército marroquí aduce que sólo estaba formando un “cordón de seguridad” luego de que elementos del Polisario bloquearan el tráfico en la única ruta que comunica el territorio con Mauritania y el resto de África. Así las cosas, se muestra dispuesto a retomar las operaciones militares en el paso de El Guerguerat, zona de interposición entre el territorio reclamado por Marruecos y la autodeclarada República Áraba Saharaui Democrática.
Brahim Ghali, líder del FP, dejó claro el pasado 15 de noviembre que su organización dejaba de comprometerse con la larga tregua. Los saharauis saludaron la decisión del Polisario de enfrentarse al Ejército marroquí afirmando estar hartos del eterno impasse que les ha apartado de la demanda de soberanía sobre el territorio en disputa del Sáhara Occidental. Esto debería ser visto como un intento de llamar la atención internacional y de buscar el apoyo de la ONU para la celebración de unas negociaciones que conduzcan a un referéndum.
El ministro marroquí de Exteriores declaró ese mismo día que su país sigue «firmemente comprometido con el mantenimiento del alto el fuego” y que la operación desarrollada por las Fuerzas Armadas Reales tenía por objetivo “precisamente consolidar el alto el fuego impidiendo la recurrencia de graves actos inadmisibles que violan el acuerdo militar y amenazan la seguridad y la estabilidad regionales”.
Argelia es el principal apoyo del FP, lo que suscita la cuestión de si el del Sáhara Occidental es un conflicto subsidiario de una disputa de mayor calado sobre la hegemonía regional. Marruecos sostiene que el Polisario es un arma de Argel en su conjura contra Rabat.
La campaña de relaciones públicas marroquí considera al Polisario una entidad separatista ilegítima, mientras se dedica a crear hechos sobre el terreno. Así, Rabat abrió recientemente una misión diplomática en el Sáhara Occidental para potenciar sus demandas de soberanía con apoyos internacionales. Esta estrategia ha resultado bastante efectiva: desde entonces, 44 de los 84 países que reconocían al Polisario han revocado su reconocimiento y apoyo.
El momento de la provocación del Polisario, que parece surgida de la nada tras un alto el fuego de décadas, merece una mirada más atenta. Es posible que potencias foráneas la hayan alentado para interferir en el proceso para la conclusión de un acuerdo de paz entre Marruecos e Israel.
La filtración de la iniciativa de la Administración Trump sobre este asunto podría haber servido como acicate, para elementos no moderados del mundo árabe y para Irán, para el torpedeo de la histórica reconciliación entre los países árabes e Israel que se está desarrollando al amparo de los Acuerdos de Abraham.
La iniciativa de paz israelo-marroquí tiene una relevancia añadida porque quizá incluya una compensación diplomática americana a Marruecos en forma de reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Si así fuera, estaríamos ante un escenario provechoso para las partes implicadas.
Es probable que el FP tema pagar las consecuencias de un acuerdo de plena normalización entre Marruecos e Israel, pues sería una amenaza a su propia razón de ser. Dicha amenaza podría haber urgido al Polisario a comprometerse con los rivales de Marruecos, sobre todo con Argelia, que procura refugio a 100.000 refugiados del Sáhara Occidental, y con Irán.
Marruecos considera a Irán su rival más peligroso por su implicación en actos subversivos contra su régimen. Teherán y su peón libanés Hezbolá han sido acusados de adiestrar a combatientes del Polisario y de armarlos con misiles SAM9s, SAM11s y Strel mediante envíos gestionados desde la embajada iraní en Argel. Las evidencias al respecto llevaron a Marruecos a romper relaciones con Irán en mayo de 2018 y a expulsar al embajador iraní en Rabat.
Es razonable inferir que la Autoridad Palestina (AP) ha desempeñado igualmente un papel entre bambalinas, pues también desea torpedear el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Marruecos e Israel. La AP está furiosa por que los Acuerdos de Abraham hayan alterado las reglas del juego en Oriente Medio, lo cual ha relegado la cuestión palestina.
Las referidas actividades para perturbar la normalización en curso entre los Estados árabes suníes moderados e Israel son indicativas de que el alcance de los Acuerdos de Abraham puede reducirse. La cuestión es si el presidente electo Joe Biden se mostrará entusiasta con la continuación de un proceso que dará lustre al legado de Donald Trump.
Según la información disponible, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, está dispuesto a cerrar un acuerdo entre Marruecos, Israel y EEUU durante el periodo de transición en Washington. La cuestión puede que estuviera en la agenda de la reciente visita a Israel del secretario de Estado saliente de EEUU, Mike Pompeo.
NOTA: Este texto está fechado el día 10 de presente, pero es evidentemente previo al anuncio de normalización de relaciones entre Israel y Marruecos.
© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio
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