Mark Zuckerberg
Son días difíciles y peligrosos. Porque la vacuna ya está aquí, pero también los brotes de la tercera ola de coronavirus. Y existe una sensación de seguridad que amenaza con hundirnos a todos.
Navegamos en un barco agujereado que se llena de agua todo el tiempo. Los pasajeros ya están viendo la codiciada playa, la vacuna, pero no todos llegarán: expertos de la Universidad Hebrea de Jerusalem estiman que en las próximas semanas muchos cientos de israelíes serán hospitalizados en estado crítico y otros cientos más morirán en febrero a causa del coronavirus.
En el barco, si se lleva el ejemplo un poco más lejos, la gente corre para todos lados y difunde desde las mentiras más simples hasta las manipulaciones más complejas. No hay playa, gritan. No es necesario drenar el agua. No hay agujeros en el barco. No existe la enfermedad ni la pandemia, y la orilla, que es la vacuna, es peligrosa y es mejor ahogarse en el mar del coronavirus.
Cada persona tiene un pequeño micrófono, generalmente llamado Facebook o WhatsApp. Y si grita lo suficientemente fuerte en su red social alguien lo invita a la radio o la televisión para seguir mintiendo para una audiencia mayor.
La traducción de un “médico” extranjero que explica que no existe ninguna enfermedad. Una publicación sobre la infertilidad de las mujeres que se vacunarán. Un documento de la FDA sacado de contexto. Una médica israelí, sin ninguna especialización relevante en vacunas, que comparte con sus amigas una comparación entre los efectos secundarios de la vacuna y la distrofia muscular terminal. El enlace a un artículo que advierte sobre la vacunación en niños, cuando en realidad no existe ninguna intención de vacunar a los niños.
También circula un artículo contra la utilización de mascarillas, por supuesto con información falsa. Alguien traza un paralelismo entre la vacuna y el cianuro. Y un médico dice que la vacuna “inyecta proteína” en nuestro cuerpo para que el virus “se suicide”. Por supuesto que es mentira: no hay proteínas en las vacunas de Pfizer o Moderna, y la vacuna no provoca el suicidio del virus.
Decenas de miles de personas identificadas con un rabino integran un grupo llamado “Departamento de Información – Vacunas 5G – Coronavirus”. También existe el grupo “Información y verdades sobre el coronavirus”, que no tiene información y generalmente tampoco verdades. Su nombre es deliberadamente engañoso, pero a Facebook probablemente no le importe.
Estas cosas acumulan “me gusta”, se comparten y distribuyen sin parar. Caminas por la calle y la mujer de la lavandería tiene miedo a la infertilidad. En la tienda de pistachos se habla de distrofia muscular. Y el chico de la cafetería diserta sobre Bill Gates y la vacuna. Todo el mundo tiene en su smartphone una “prueba” a mano.
En un anuncio público, a principios de este mes Facebook se comprometió a eliminar información falsa y engañosa relacionada con el coronavirus y la vacuna. El comunicado, que también incluía a Instagram, detalla específicamente sobre la proliferación de mentiras sobre la composición de la vacuna, la seguridad, la efectividad y los efectos secundarios.
El objetivo detallado en el anuncio es prevenir “daños físicos reales” debido a información falsa. Facebook advirtió que la eliminación de Fake News sobre la pandemia le tomaría tiempo. Pero no hay tiempo, el daño ya está entre nosotros.
Pareciera que este mensaje se envió solamente a Europa y Estados Unidos. Para el resto del mundo, para el que habla hebreo o tailandés, la situación es bastante diferente. Somos como los pueblos nativos de las redes sociales, les interesamos menos. Además es difícil regular en tantos idiomas. Así, aparentemente no encuentran en Israel ningún motivo válido para invertir.
Mientras las mentiras nos rodean, la aplicación y regulación de las propias políticas de Facebook está adormilada. Esto vale tanto en Sudamérica como Israel. A principios de noviembre una publicación de Facebook en Perú mostraba a soldados junto a enfermeras en lo que se describió como una “operación de vacunación forzada”, una mentira que los difamadores que la crearon advertían que se trataba “solamente del comienzo”.
En Perú e Israel habrá personas que no se vacunarán por leer una noticia falsa. De ellos, habrá quienes se infecten con COVID-19, contagien a otros y mueran. Es una consecuencia esperable de estas mentiras descabelladas.
Oliver Wendell Holmes Jr., ex juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, dijo una vez que la libertad de expresión no es la libertad de gritar “¡fuego!” en una sala de teatro abarrotada de gente. Pero esto no se trata de la libertad de expresión, sino de las políticas de una corporación con fines de lucro.
Así como el gobierno es tan vigoroso con sus restricciones sobre la sociedad israelí, tal vez algún día sean valientes contra los más poderosos. A la Ley Coronavirus se le podría agregar una sección de multas para gigantes de Internet que permitan la publicación de mentiras sobre asuntos que dañan a la salud pública.
¿Difunden una mentira peligrosa? ¿No se quita después de 12 horas? Entonces multa. Ese dinero podría destinarse a la compra de máscaras de oxígeno y respiradores artificiales, que definitivamente serán necesarios si la epidemia de Fake News continúa.
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