A medida que se acerca el 3 de enero de 2021, primer aniversario de la muerte del general iraní Qassem Soleimani, un creciente rumor recorre la región, dice que Irán podría ejecutar algún tipo de ataque y venganza contra los civiles o militares de Estados Unidos presentes en Oriente Medio.
Indicios de situación prebélica
Como reacción a esos ataques de venganza, los EE.UU. responderían con un ataque militar que, a su vez provocaría algún tipo respuesta iraní, entrando rápidamente ambos países en una dinámica que llevaría a un enfrentamiento armado directo.
Que el imprevisible presidente Trump esté a pocos días de dejar la Casa Blanca, y que, según algunos, quiera dejar un legado de caos que impida a Biden resucitar el Acuerdo Nuclear de Obama de 2015 (el JCPOA), suele ser citado como coadyuvante determinante para que una espiral de represalias acabe en un grave enfrentamiento militar entre los EE.UU. e Irán.
Además del asunto del Acuerdo Nuclear y la campaña de Máxima Presión que aplica la administración Trump contra Irán, un conflicto por el dominio regional lleva años en marcha en la región.
En este sentido, Irak es el principal punto caliente que podría desencadenar una espiral que desemboque en una guerra o, por lo menos, una serie de enfrentamientos directos de alta intensidad (sin llegar al nivel de guerra).
De hecho, en Irak murió Soleimani mientras libraba una campaña de guerra irregular y encubierta para expulsar a las potencias occidentales, que apoyan al gobierno iraquí en su lucha contra el Estado Islámico. Además, Irán trata de controlar los resortes del poder en Irak mediante milicias, partidos políticos afines, corrupción, amenazas de violencia y asesinatos.
La acción estadounidense de matar a Soleimani fue muy eficaz para frenar en seco la campaña militar encubierta de Irán, y para forzar un cambio de gobierno que alejó a los partidos políticos proiraníes del poder.
Como expliqué en su día, las facciones contrarias a Irán y cercanas a EE.UU., lograron poner de primer ministro a Kadhimi («La nueva crisis política en Irak«). Kadhimi inició una nueva política de presión y asaltos contras las milicias proiraníes, que sus predecesores en el cargo no pudieron ejecutar («Irak asalta a milicias proiraníes en nueva escalada del conflicto«). La suma del ataque de EE.UU. contra Soleimani, la presión del estado iraquí y las divisiones chiíes entre los contrarios a la influencia iraní y los proiraníes, llevó a que el propio movimiento de las PMU (milicias de movilización popular), se fraccionaran («Grave revés para Irán: la fractura en las milicias PMU iraquíes«).
Aunque los EE.UU. lograron frenar en seco la estrategia iraní, de ningún modo la derrotaron y, hacia finales de este año, comenzaron una nueva campaña de ataques contra el estado iraquí y la presencia estadounidense. Hace unos días, las milicias proiraníes incluso ejecutaron un ataque de contra la embajada americana en Bagdad con varias docenas de cohetes (el mayor ataque en unos 10 años).
Como reacción, las fuerzas iraquíes detuvieron a uno de los líderes de las milicias de ese ataque. A su vez, esta milicia desplegó sus fuerzas en Bagdad para forzar su liberación, las fuerzas antiterroristas del estado iraquí se desplegaron a su vez como respuestas a las milicias, y una cantidad inusitada de aviones cisterna de EE.UU. despegaron para posicionarse sobre Irak (indicando que todo estaba listo para apoyo logístico a un ataque a gran escala de un gran número de cazabombarderos estadounidenses).
Además, Trump tuiteó que en caso que en alguno de los ataque futuros de las milicias proiraníes muriera un americano, haría responsable a Irán. Estas semanas, los EE.UU. han dejado ver en el golfo Pérsico activos militares que podrían ejecutar un gran ataque con salvas de misiles de crucero, como el submarino lanza misiles de crucero (SSGN) USS Georgia o bombarderos estratégicos.
Estrategias de Zona Gris
Sin embargo, lo que a primera vista podría parecer una grave situación de tensión prebélica, en realidad forma parte de movimientos muy calculados de estrategias de zona gris y control de la escalada por parte de Irán y EE.UU., sin que ninguno de los dos pretenda cruzar un umbral que pudiera provocar una verdadera situación de crisis prebélica.
En un artículo anterior sinteticé en qué consisten las estrategias de zona gris, caracterizadas por la asimetría, ambigüedad, la agitación y el incrementalismo, para dominar los denominados como puntos de Schelling.
Es evidente que Irán sigue una estrategia de zona gris en Irak, empleando medios militares asimétricos (como las milicias), de manera ambigua (usando milicias), intentando provocar agitación política interna, incrementando por fases la intensidad de los ataques y la coerción, para forzar la retirada de EE.UU. de Irak y así tener mucho más fácil tomar el control del gobierno y del estado.
Además, tal y como expliqué en un artículo en Ejércitos («La doctrina estratégica iraní«) la cultura estratégica iraní es poco proclive a los enfrentamiento militares directos y convencionales, a menos que haya una amenaza existencial contra la República Islámica (tercer elemento de la triada estratégica que comento en el artículo).
Por su parte, la estrategia de EE.UU. contra Irán en el conflicto iraquí (y en el conjunto regional) no busca un enfrentamiento directo a gran escala. Aunque no es una estrategia gris, sí es una estrategia de dominio de la escalada para predominar en los mencionados puntos de Schelling. Es decir, que cada vez que Irán traspase una línea roja, se procederá con represalias muy contundentes, pero a la vez lo suficientemente comedidas para no empujar a Irán a una respuesta militar directa.
En este sentido, la muerte de Soleimani es un claro ejemplo de dicha estrategia estadounidense. Deshizo buena parte de los logros iraníes en Irak, pero sin implicar ataques directos estratégicos contra Irán que pudieran poner en peligro la existencia del estado. Irán, respondió de manera coreográfica y teatral, avisando indirectamente a EE.UU. de un ataque balístico para evitar la muerte de soldados americanos (la línea roja que había trazado Trump).
En el artículo «La evolución de la estrategia y la fuerza de misiles de Irán«, también expuse cómo la estrategia balística iraní, sirve de cobertura disuasiva estratégica a la verdadera acción gris, asimétrica e irregular, de las milicias que emplea de manera interpuesta. Es decir, que el modo de acción estratégica iraní no son salvas de misiles (como harían, por ejemplo, Hamas o Hezbollah) contra su adversario para imponer costos en coerción estratégica, sino que los son modos muchos más indirectos, reservando los misiles de Irán para acciones de disuasión. Los misiles sí los usarían en acciones directas las milicias interpuestas apoyadas por Irán (factor «ambigüedad» de las estrategias gris).
Conclusión
Aunque no es posible adivinar los próximos acontecimientos y no se pueda excluir una espiral de ataques y represalias que lleven a un enfrentamiento a gran escala, producto de errores de cálculo estratégicos, no parece que sea lo más probable.
Por contra, lo más probable es que tanto EE.UU. como Irán, sigan su muy calculado juego estratégico de guerra de nervios, amenazas y amedrentamiento, sin que escale a enfrentamientos de gran intensidad de consecuencias geopolíticas irreparables para la estabilidad regional.
No obstante, como con la muerte de Soleimani, o la ya distante Operación Praying Mantis, ello no excluye que sí puedan haber choques de cierta intensidad pero sin provocar una guerra.
Recordemos que tras la muerte de Soleimani, muchos dijeron que la región se dirigía a una guerra por las imprudencias de Trump. Sin embargo no pasó nada de eso, y las causas de que al final no pasara nada se deben a la particular cultura estratégica iraní que expliqué («La doctrina estratégica iraní«) y a que es un conflicto en zona gris (que tiene sus propias reglas, ver artículo de Villanueva «Más allá de la zona gris«).
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