El novelista israelí David Grossman cree que el gobierno de su país ha hecho «lo correcto» normalizando relaciones con varios vecinos árabes, aunque a su criterio «no es suficiente» y sigue pendiente lo «más esencial»: la paz con los palestinos.
«Soy muy crítico con el gobierno y con la ocupación» israelí de Cisjordania, pero «en este caso creo que el primer ministro Benjamin Netanyahu hizo lo correcto», dijo Grossman este jueves en una entrevista con varios medios, entre ellos AFP, con motivo de la publicación en español de su última novela, «La vida juega conmigo» (Lumen).
Grossman cree que el establecimiento de relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Bahrein y Sudán es «importante en el proceso de legitimación de Israel» en la región y ayudará, en el mejor de los casos, a desactivar «estereotipos y prejuicios» de ambos lados.
Con un dejo de ironía, añadió que «es muy simpático tener tratados de paz de ricos», con países como Emiratos o Bahrein, pero «eso no es suficiente; tenemos que hacer la paz con los palestinos», lo cual considera «el desafío más esencial para Israel».
El autor, destacado por sus posiciones pacifistas y candidato regular al Nobel de Literatura, sigue apostando por la creación de un Estado palestino junto al de Israel, pues «no puedes esperar que dos pueblos que se han combatido, odiado y demonizado durante más de un siglo puedan convertirse en buenos ciudadanos dentro de un mismo Estado».
A distancia y desde casa, debido a la pandemia, Grossman está promocionando la versión en español de su novela «La vida juega conmigo», la desgarradora historia de una mujer judía de Croacia, Vera Bauer, que se casó con un campesino serbio, luchó como partisana en la Segunda Guerra Mundial y padeció las torturas del régimen comunista del mariscal Tito en la antigua Yugoslavia.
La construcción de la historia arrancó cuando, hace dos décadas, Grossman recibió en casa la llamada de Eva Panic-Nahir, la mujer que inspiró el personaje central, brava «como un león» y al mismo tiempo tierna.
A partir de ahí construyó esta novela, narrada por la nieta de Vera, sobre el terrible dilema moral de aquella: traicionar a su marido Milosh, acusado de colaboración con el estalinismo por el régimen yugoslavo, o mantenerse leal al gran amor de su vida, ir prisionera y abandonar a su hija Nina.
Según explicó Grossman, Vera vivió «en una época en la que los valores eran más importantes que los seres humanos», y finalmente, «fue más leal a una idea que a su hija de carne y hueso». Durante la redacción de la novela, el escritor israelí descubrió los horrores de los gulags de Tito, un personaje sin embargo recordado de manera favorable en buena parte de la historiografía, por resistir ante los nazis y luego no someterse a Stalin.
Vera fue torturada en la inhóspita isla de Goli, en el Adriático. Un campo de trabajos forzados para presos políticos y que, según testigos citados por el escritor y conocedores de ambos lugares, tenía algo peor que Auschwitz, pues si bien en este caso «sabías quiénes eran las víctimas y quiénes los verdugos, en Goli Otok todo el mundo iba contra ti».
Grossman perdió a su hijo Uri en la guerra que Israel libró contra Hezbollah en Líbano en 2006. Un drama que sublimó en la escritura de «La vida entera», premiada en Francia con el Médicis a la mejor novela extranjera en 2011.
«Yo veo la escritura como una forma de no ser una víctima», comentó este mismo jueves el autor, nacido en Jerusalén hace 67 años. Grossman se convirtió en 2017 en el primer autor israelí en lograr el premio Man Booker International, con «Gran Cabaret», una novela editada en español por Lumen.
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