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| jueves noviembre 21, 2024

Texto y contexto para alentar al antisemitismo


Desde que el partido Ley y Justicia está en el poder en Polonia, y por más que el Presidente Andrzej Duda haya intentado minimizar hechos incontrovertibles, la negación de la admisión que una parte de la población polaca fue cómplice de los nazis en la persecución y ejecución de los judíos durante la Shoá, ha ido creciendo en los últimos cinco años. La ley de hace tres años que pretendía enviar a prisión a todo historiador o cronista que se refiriera a campos de exterminio como ”polacos”, encendió una chispa fuerte, luego el fuego se avivó y llega a estos días. El relato oficial de los hechos sostiene que los polacos no tuvieron nada que ver con la persecución de los judíos y se volcaron en intentar salvar el mayor número posible. Los principales historiadores del Holocausto en Polonia aceptan que muchos polacos se jugaron la vida al tratar de ocultarles, pero mantienen que un número terriblemente alto denunciaron o asesinaron a sus vecinos judíos y participaron en pogromos durante y después del conflicto. No está en discusión entre los historiadores que Polonia sufrió mucho con los nazis y que los polacos fueron perseguidos, deportados y asesinados en masa durante la ocupación alemana. Es cierto: no hubo campos de exterminio polacos. Es un error. Pero no es un error que miles de ciudadanos de los países ocupados, de Francia a Holanda, Ucrania, los países bálticos o, naturalmente, Polonia, colaboraron en el exterminio, denunciando a sus vecinos, participando en matanzas o extorsionando a quienes se escondían. En consecuencia, la ley de 2018 se pasó de la línea y lo sigue haciendo. Jan Grabowski, profesor de la Universidad de Ottawa, autor de Hunt for the Jews: Betrayal and Murder in German-Occupied Poland, donde documenta el asesinato de al menos 200.000 judíos por polacos, se ha enfrentado a varios procesos, que ha ganado: “La ley es una desgracia por varios motivos, como amenazar con penas de prisión a quienes no comparten la visión del pasado de los nacionalistas en el poder. El argumento de que los trabajos académicos están excluidos no tiene sentido. ¿Quién decide quién es un académico? Todo esto se ha producido en medio de la destrucción del sistema judicial polaco. ¿Quién decide qué es una ofensa a la Nación Polaca? ¿Quién puede hablar en nombre de la Nación Polaca?”.

Barbara Engelking, historiadora polaca, dirige el Centro Polaco de Investigación del Holocausto y preside el Consejo Internacional de Auschwitz. En sus libros relata lo que ocurrió a los entre 120.000 y 250.000 judíos que lograron escapar y cómo fueron perseguidos, y escribe:“La visión de una ayuda masiva en el campo polaco es totalmente falsa. Muchos polacos murieron como héroes por salvar a judíos, es indiscutible; pero no hay que olvidar que deberían haber muerto muchos menos. Eran víctimas de los alemanes, sin duda, pero también de los vecinos que les habían denunciado”. Su trabajo se basa en 391 testimonios del Instituto de Historia Judía de Varsovia y 82 de Yad Vashem de Jerusalén.

El martes 9 de febrero,hace apenas 12 días, Jan Grabowski, y Barbara Engelking, fueron condenados a rectificar un párrafo de un ensayo de 1.600 páginas titulado Noche sin fin: el destino de los judíos en la Polonia ocupada. Deberán rectificar y disculparse, aunque no pagar la multa de 22.000 euros que pedía la demandante. En el libro, sostienen que el alcalde del pueblo de Malinowo, en el noroeste de Polonia, Edward Malinowski, robó a una mujer judía a la que rescató y entregó a los ocupantes nazis a judíos escondidos en un bosque. Los investigadores fueron denunciados por la sobrina de 80 años del alcalde, Filomena Leszczynska, que contó con el apoyo de organismos cercanos al Partido Ley y Justicia, como la Liga Polaca contra la Difamación y el Instituto Nacional de la Memoria. El Gobierno ha declarado que no tiene nada que ver con el juicio, que sin embargo, se apoya obviamente en la ya mencionada y malhadada ley de 2018 que el gobierno patrocinó y que después lavó un poco debido a los conflictos internacionales que le trajo, pero que nunca derogó, y hoy es el contexto de este avance del negacionismo. La investigadora estadounidense Deborah E. Lipstadt, experta en el negacionismo del Holocausto, y recordada por su enfrentamiento en tribunales con el negacionista David Irving, escribió en twitter: “Polonia se dedica a negar el Holocausto de forma suave. No niega el genocidio. Solo reescribe el papel de algunos polacos en él… y castiga a los historiadores que dicen la verdad”.

Yad Vashem, ha sido contundente: “La investigación histórica debe reflejar la compleja realidad de un periodo determinado, basándose en el análisis escrupuloso de la documentación existente, como se ha hecho en este riguroso libro de los dos investigadores. Como toda investigación de un debate en curso está sujeta a críticas en el ámbito académico, pero no en los tribunales. La documentación existente demuestra que bajo la ocupación alemana nazi de Polonia y, a pesar del sufrimiento generalizado del pueblo polaco bajo esa ocupación, hubo polacos que participaron activamente en la persecución de los judíos y en su asesinato”.

Nadie en el mundo académico duda lo que expresa Yad Vashem. Sin embargo, en la Polonia del siglo XXI se puede ser juzgado o interrogado por la policía por afirmarlo. Y eso no es sólo grave en Polonia, sino que integra un contexto perverso en varias partes de Europa. Hace cuatro días jóvenes nazis españoles, apoyados por el partido VOX que participa de la democracia española como partido legal, manifestaron recordando la División Azul,50 mil españoles enviados por Franco para combatir con los nazis, y la consigna fue: “El judío es el culpable y la División Azul luchó por ello para librar a Europa del comunismo, que es una invención judía destinada a enfrentar a los obreros”.

A los nazis de hoy en Europa, Estados Unidos, América Latina, o la enfrentan los gobiernos democráticos seriamente, como sucede en muchos casos, o tendremos situaciones como las que se siguen creando en países como Polonia, porque precisamente su gobierno tiene doble discurso. Varios historiadores han dicho que están sumamente preocupados por ese doble discurso. Tienen razón: los dobles discursos siempre mienten, porque en realidad son uno sólo.

 
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