B’H
Éxodo 27:20-30:10
Di-s dice a Moshé que reciba de los Hijos de Israel aceite de oliva puro para la “llama eterna” de la Menorá que Aarón deberá encender todos los días, “desde la tarde hasta la mañana”.
Son descriptas las ropas sacerdotales que deberán ser vestidas por los Kohanim (sacerdotes) mientras realizan su servicio en el Santuario. Todos los Kohanim vestían: 1) ketonet – una túnica larga de lino; 2) mijnasaim – pantalones de lino; 3) mitznefet o migbaat – un turbante de lino; 4) avnet – un cinturón largo alrededor de las caderas.
Además, el Cohen Gadol (Sumo sacerdote) vestía: 5) efod – una especie de delantal hecho de lana teñida de colores azul, púrpura y rojo, lino e hilo de oro; 6) joshen – una placa que iba pegada al pecho, donde había incrustadas doce piedras preciosas grabadas con los nombres de las doce tribus de Israel; 7) meil – una túnica de lana azul con campanas y granadas de oro en su borde inferior; 8) tzitz – una placa de oro que se colocaba en la frente, con la inscripción “Santo para Di-s”.
Esta sección también incluye las instrucciones detalladas de Di-s para los siete días de iniciación de Aarón y sus cuatro hijos – Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar – en el sacerdocio, y para la confección del Altar de Oro donde el ketoret (incienso) era quemado.
¿DÓNDE ESTÁ EL MILAGRO?
Este jueves por la noche comienza la festividad de Purim, o mejor dicho el festejo en recuerdo del milagro de Purim.
Pero, un momento, ¿De qué milagro me hablan? ¿Acaso el mar se abrió o el sol se detuvo, o un ángel exterminó a un ejército poderoso? No, nada de eso. En la Meguilá sólo se ve un relato de sucesos naturales que llevaron a la derrota de un enemigo del pueblo judío, Amán, y es más, es el único libro bíblico en el que no aparece en ningún momento el nombre de Di-s.
Analicemos un poco la historia. Un rey oriental que realiza un gran banquete para festejar su asunción al trono. Una borrachera real que lleva al monarca a ordenar a la reina que se presente desnuda ante los súbditos para que admiren su belleza. La negativa de la reina, el enojo del rey que lo lleva a ejecutarla. La búsqueda de una nueva reina para engendrar un heredero al trono. Una chica judía que vive bajo la tutela de su tío, es elegida. El tío que le pide que oculte su origen. Un complot para asesinar al rey descubierto y denunciado por el tío a través de su sobrina. Un antisemita nombrado Primer Ministro. Un plan para asesinar a los judíos es desbaratado por la reina y los enemigos del pueblo judío son muertos y el tío Mordejai y la sobrina Ester son enaltecidos y este día se transforma de día de llanto en día de festejo.
Repito ¿dónde está el milagro? Ahí mismo, en la historia de la festividad. Si nosotros consideramos milagrosos a hechos sobrenaturales, entonces no sabemos qué es un milagro. Milagro es la gestación de un bebé en el vientre de la madre, milagro es la salida del sol, milagro es el desarrollo de los acontecimientos de Purim, porque los verdaderos milagros están en lo que nosotros llamamos naturaleza, en lo cotidiano. No por nada la palabra hebrea hateva (la naturaleza) tiene el mismo valor numérico que E-lo-him (Di-s), porque detrás de lo natural se encuentra la sobrenatural presencia del Creador.
DAR Y RECIBIR
“Tomarás el carnero de inauguración y cocerás su carne en un sitio sagrado. Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero y el pan que está en el cesto frente a la entrada de la Tienda de la Reunión. Ellos lo comerán, para dar expiación a ellos, para consagrarlos, para santificarlos…” (Shemot 21:36-37).
Señala el Talmud: ‘“Ellos lo comerán, para dar expiación a ellos’: nos enseña que los kohanim comen la ofrenda y los dueños reciben expiación”. Curioso: los kohanim reciben las ofrendas que les llevaron sus dueños, las comen y son los dueños quienes reciben la expiación. Para decirlo de otro modo: una persona puede recibir algo, pero al recibir está dando más de lo que jamás recibió. El cohen recibe un poco de carne, pero al ingerirla, le está dando expiación a quien la llevó.
Con frecuencia nos enfrentamos a situaciones similares: recibimos de otras personas, pero al recibirlo damos más de lo que nos dieron. También sucede lo opuesto: damos, pero al dar, estamos recibiendo mucho más de lo que dimos.
Una de las mayores virtudes que uno puede alcanzar es convertirse en una persona dadivosa, que se preocupa constantemente de dar a otros. Sin embargo, para dar, se requiere que alguien reciba y muchas personas se sienten superiores a las personas a quienes están beneficiando. Por el otro lado, también el recibir puede ser problemático. El rey Shlomó señaló: “…el que odia los regalos vivirá”, queriendo decir con eso que en general uno debe evitar recibir regalos. Siendo así, quizás uno no debería dar a nadie, pues le está haciendo un mal: lo puede acostumbrar a recibir y convertirlo así en una persona dependiente, lo cual evidentemente es perjudicial para su bienestar emocional.
Sabemos por experiencia que el dar y recibir regalos a personas queridas puede ayudar a mejorar y profundizar la relación que uno tiene con esa persona. Siendo así, ¿cuál es la mejor manera de dar? ¿Cuál debe ser la mejor manera de recibir?
La regla es muy sencilla: para que la relación de dar y recibir sea un círculo virtuoso con beneficios para ambas partes, uno debe pensar que al dar también está recibiendo, que se le está haciendo un favor al recibir lo que uno está dando y sentirse honrado que la otra persona esté aceptando lo que le doy. Y en el caso inverso, cuando una persona recibe algo de alguien, debe recibirlo con la actitud de hacerle un bien a la persona que se lo está dando y que la está honrando al recibir eso que se le está dando.
Cuando doy, debo recordar que también estoy recibiendo y de esa manera evito el riesgo de sentirme superior al recipiente de mis favores; cuando recibo, debo recordar que también le estoy dando al otro la oportunidad de dar, lo cual convierte mi “recibir” en un acto de bondad, eliminando así el riesgo de sentirme dependiente de aquella persona que me dio.
Los kohanim recibían las ofrendas de aquellas personas que necesitaban expiación y al recibirlas e ingerirlas le daban al dueño de las ofrendas un beneficio mayor que el de la comida que estaban recibiendo. (www.aishlatino.com)
¡¡¡Purim Sameaj!!!
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