Anusim mal llamados marranos
—¡Ay Santa Catalina de mi alma! ¡Ay, Jesús, María y José! ¡Auxiliadme, por favor! ¡Que ya no sé en qué mundo vivo! No puedes imaginar, Dolores, lo que he debido padecer. Que no sé si tengo más frío en el cuerpo con la escarcha de este amanecer, que caliente el alma con la indignación que siento. ¡Haber visto lo que yo he visto, es cosa que clama al Cielo! Que yo no sé cómo Dios nuestro Señor puede permitir esto. ¡Ay, perdóname Dios mío, si he blasfemado! ¡Que sólo el mucho amor que te tengo me mueve a hablar así!
Figúrate, Dolores que hoy —que tú sabes que todos los días de mi vida hago lo mismo— estoy en la Capilla de las Descalzadas Reales, preparando mi alma para la asistir a la primera misa, cuando veo entrar, caminando muy oronda… ¡No te imaginas a quién! Pues nada menos que a esa marrana de Raquel, que hoy se hace llamar “de Cáceres”, cuando todos sabemos que es Abraham su apellido. ¡Si tiene apellido!, que como buena judía ni eso tiene y que Abraham es sólo el nombre de su padre.
Pues, como te decía, la veo entrar muy sí señora, a la mentada Raquel, vestida de brocado carmesí, adornado de aljófar su traje y, esto sí que no lo creerías en mil años, ¡acompañada de una dueña y seguida de una doncella! ¡Una doncella que le llevaba un cojín! ¡Un cojín azul, de velludo recamado! ¡Para que no sufriesen las rodillas de esa marrana cuando se hincase a orar! ¡Si es que tiene la osadía de orar a nuestro Señor, cuando en su casa, como nos lo sabemos, adora a una cabeza de cerdo!
Aún te falta saber lo mejor. Y es que la muy pilla tenía un reclinatorio para ella reservado junto al comulgatorio que, según el dicho de Sancho, el sacristán, lo había enviado el día anterior, ¡y que para ella lo había hecho el ebanista real! ¿Pero te das cuenta? ¿Comprendes la razón de mi indignación? ¿Ves por qué pedía la protección de Santa Catalina de mi vida? ¡No puede admitirse! ¡No puede tolerarse que una sacrílega, que recibió el bautismo sólo para conservar su oro, nos quite así plaza a los cristianos viejos!
Te admiras, ¿Verdad? Pues todavía no sabes de la misa la media. Cuando volvía a casa pisando la escarcha de la calle de Bordadores, nada más volver la esquina a la calle del Arenal, la veo otra vez a la Raquel ésta de mis pecados. ¡La veo en coche, con cochero y lacayo! ¡Mientras yo, siendo quien soy, soportaba el frío, la muy marrana yendo en coche, y supongo que hasta con un brasero junto a ella! ¡Es cosa que clama al Cielo!
Ven. Haremos una petición a Su Majestad, el Rey don Felipe, al que Dios guarde muchos años. ¡Hala! Escribe tú que sabes hacerlo. Pon ante todo la data: “De esta villa de Madrid a…” ¿Qué fecha es hoy? ¿Catorce? Pues “catorce de enero del año del Señor de mil quinientos sesenta y ocho”. ¿Está ya? Pues sigue. “A Su Muy Amada Majestad, el Rey Don Felipe, segundo de su nombre, en su Real Sitio”. ¿Doyte tiempo de seguirme? Pues pon nuestros nombres, para que sepa quiénes se dirigen a él: Dolores y Catalina de las Torres de Aranda y Velasco…” Habría que dar cuenta también de nuestra calidad, ¿No crees? Pues pon: “Nietas que somos del Señor Don Alfonso, Marqués de las Torres de Aranda y Velasco, Grande de España y Caballero que por gracia de vuestro muy recordado padre, el Rey Don Carlos…” ¡No olvides decir aquello de “que Dios tenga en Su Gloria…!” que por gracia del Rey Don Carlos, decíamos… “podía hablarle sin descubrirse ante él…” ¿Está ya? ¿Qué más deberíamos mencionar? ¡Ah! ¡Sí! Pon: “mendigas de profesión…”
<>
HORACIO JULIO RODRÍGUEZ
(1939-2015, Argentina)
Destacado abogado y escritor nacido en la provincia de Santa Fe, pero que residió la mayor parte de su vida en la ciudad de Curuzú Cuatiá, provincia de Corrientes. Es autor de numerosas obras jurídicas propias de su profesión.
Entre sus ensayos, novelas y cuentos se destacan “El pecado de ser yo”, “Relatos de Corrientes, Argentina y España”, “Historia de la bandera de Curuzú Cuatiá”, “Origen de expresiones de uso común”, y la saga “¿Quién se aflige por la muerte de un extranjero?”, “Las vacilaciones del Pato Espíndola” y “El Pato contra Perón y el clero”.
El presente relato está extraído de su colección de cuentos “El pecado de ser yo” (Ediciones al Margen, La Plata, 2000).
Cortesia para Porisrael.org de Alejandro Mauriño
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.