La explosión de violencia masiva por parte de árabes israelíes contra sus conciudadanos judíos es de manera evidente una guerra religiosa y debe ser tratada como tal.
Cuando las sinagogas y los seminarios religiosos son incendiados, es una guerra de religión.
Cuando los rollos de la Torá son desecrados, es una guerra de religión.
Cuando autos son incendiados luego ser verificados como pertenecientes a judíos, es una guerra de religión.
Cuando choferes judíos y pasajeros son arrastrados fuera de sus vehículos a los gritos de “Allah Akbar” y golpeados, es una guerra de religión.
Cuando miles de musulmanes hacen manifestaciones violentas cantando “Con nuestra sangre y nuestro espíritu vamos a redimir la mezquita de al-Aqsa” es una guerra de religión.
Y es una guerra de religión cuando los que perpetran los desórdenes en las ciudades israelíes Jerusalén, Lod, Iafo y Acre, entre otras muchas localidades, se unen con slogans jihadistas como “Khyber, Khyber, oh judíos, el ejército de Mahoma retornará y evocan la matanza de esta antigua comunidad judía y la esclavización de sus mujeres por el profeta del Islam.
Por supuesto, hay legiones de comentaristas que atribuirán los desórdenes al conflicto palestino-israelí en general y considerarán que la explosión de violencia de los ciudadanos árabes en particular se debe a causas territoriales, nacionales, económicas, civiles o legales. Pero ellos pierden de vista las causas más profundas del conflicto y su motivación más intratable : el absoluto rechazo del Islam al derecho de los judíos a tener su estado.
Para la concepción del mundo del Islam, los judíos no son considerados un pueblo sino una comunidad religiosa que debe ser degradada (al igual que la comunidad cristiana) al status social y legal inferior de “ minoría no-musulmana protegida” (dhimmi). Como tal, no tiene derecho a ninguna parte de Palestina en un mundo regido por el Islam, la única religión verdadera. Del mismo modo, no tienen derecho a una existencia independiente en ninguna parte de Palestina, ya que todo el país es un fideicomiso islámico (waqf) que no puede ser separado de la Casa del Islam (Dar-a-Islam).
De hecho, desde el comienzo del conflicto palestino-judío, éste fue conducido como una guerra religiosa. Primero por Haj Amin al Husseini, líder de los árabes palestinos desde principios de la década del veinte del veinte hasta fines de la década del cuarenta, quien contó con la colaboración activa de la Hermandad Musulmana en las guerras de las décadas del treinta y en la de 1948, y continuó más tarde con el apoyo de sus continuadores palestinos: Hamas en la Margen Occidental y Gaza y el movimiento islámico en Israel.
Teniendo en cuenta la profunda penetración del Islam en la sociedad palestina (y de manera más general, en todas las sociedades del Medio Oriente) – por ejemplo, hasta Yasser Arafat y la generación que fundó la Organización de Liberación Palestina (OLP) integraron la Hermandad Musulmana en su juventud, la aceptación de la existencia de Israel por parte de las comunidades musulmanas, tanto en Israel como en el extranjero, solo será posible si éstas sienten que el estado de Israel posee un poderío que lo hace invencible. Solo un Israel, poderoso, bien organizado, con una fuerte determinación y militarmente indestructible Israel podrá sobrevivir en este violento e implacable vecindario geográfico.
*****(El teniente coronel Dr.Mordejai Keidar es un calificado investigador del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. El sirvió durante 25 años en el Departamento de Inteligencia del ejército de Israel, especializándose en Siria, el discurso político árabe, los medios árabes de información masiva, grupos islamistas y árabes israelíes. Asimismo es un experto en la Hermandad Musulmana y otros grupos islamistas.
Traducción del inglés de Egon Friedler
Porisrael.org/ Hatzadhasheni.com
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