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| viernes diciembre 27, 2024

Israel y la interseccionalidad

Es insensato defender a Israel en un campo de juego creado por sus enemigos


¿Considerarías jugar al fútbol en una pista de hockey sobre hielo? ¿Y considerarías hacerlo una y otra vez cuando los resultados fueron desalentadores?

Jugar un deporte que necesita una superficie de tierra sobre una superficie de hielo es una propuesta ridícula. Es peligroso y probablemente no tendrá buenos resultados. Pero esta es exactamente la situación que enfrenta la narrativa pro-Israel en el escenario mundial. Hoy, los defensores de Israel se enfrentan a una poderosa narrativa «interseccional». Sin embargo, se trata de una perspectiva que no sólo condena los actos de Israel, sino que también ataca a los judíos dondequiera que se encuentren. La perspectiva interseccional establece el campo de juego.

El campo de juego está determinado. Para quienes aceptan la perspectiva interseccional, los hechos son claros. Los palestinos son las víctimas. Los israelíes son invasores coloniales que arrebataron las tierras a sus legítimos ocupantes y cuentan con el respaldo de potencias imperialistas como los Estados Unidos y el Reino Unido. A Cisjordania la llaman «la Cisjordania ocupada», como si Israel acabara de apoderarse de este territorio en su búsqueda expansionista. Israel es condenado como una sociedad de apartheid que discrimina y oprime a una minoría palestina. Todavía más, los interseccionalistas dicen que Israel no tiene derecho a existir. Como afirma el slogan palestino: «Desde el río hasta el mar Palestina será libre». Estas ideas se cantan en las calles del mundo y el refrán se repite constantemente, en especial en los medios sociales.

Pero la interseccionalidad no se detiene con las críticas a las políticas israelíes ni con su completa erradicación. Las perspectivas anti-Israel y antisionistas llegan rápidamente a derramar todo el veneno antijudío. Esto es evidente en las múltiples protestas globales de aquellos que sostienen una perspectiva anti-Israel. Ellos consideran que se debe matar a los judíos; Hitler no hizo suficiente; se debe violar a las mujeres judías. Todos estos sentimientos terribles están a la vista. La multitud anti-Israel compró un gran paquete con mucha carga y grandes ramificaciones.

Al ser interseccional, la narrativa anti-Israel pro-palestina gana adherentes de otros movimientos en los que la gente se siente oprimida. Movimientos tales como BLM y LGBTQ gravitan a una perspectiva pro-palestina, compartiendo una sensación de injusticia. Esa es la intersección: el hecho de ser víctimas. Estas causas de víctimas se unen como causas comunes, mientras que de hecho los movimientos son sumamente diferentes.

Unir a las víctimas de todas las causas contra Israel da como resultado extrañas asociaciones. Así se unen sentimientos pro-palestinos, anti-Israel y antijudíos con apoyo a la organización terrorista Hamás, que aboga por la destrucción de Israel, además de crear un alineamiento con Irán y su búsqueda de poder en el Medio Oriente.

Curiosamente, en el caso de LBGTQ, adoptar una postura anti-Israel resulta algo suicida. Por ejemplo, Israel, a diferencia de Gaza, acepta a las personas LGBTQ y permite manifestaciones de Orgullo. En muchos países árabes, ser LGBTQ puede llevar en una sentencia de muerte o prisión prolongada. En Israel, los gays, las lesbianas, las mujeres y los miembros de las religiones minoritarias están protegidos por la ley. Pero eso no ocurre prácticamente en ninguno de los países musulmanes. Por ejemplo, trata de ser un judío en Arabia Saudita… o en Siria… o en Gaza. En este sentido, puedes revisar cuántas sinagogas hay en Gaza o en Cisjordania, mientras que en Israel hay por lo menos 20 mezquitas y decenas de iglesias de todas las denominaciones.

El problema es este: la narrativa pro-Israel juega en el campo equivocado. La narrativa anti-Israel establece la geografía de la colonización, la ocupación y la supresión, y eso rotula a los jugadores desde el comienzo.

Un nuevo escenario conceptual

Tal vez llegó la hora de revertir la narrativa y crear un nuevo escenario conceptual. Esto involucra cambiar la terminología.

En primer lugar, la palabra «antisemitismo» no transmite todo el impacto de las espantosas actitudes de odio que los antisemitas ponen sobre la mesa. Muchas personas simplemente no saben lo que significa la palabra o no logran reconocer cuando ellas son antisemitas. Los judíos deben morir; qué pena que Hitler no tuvo éxito; lsrael no tiene derecho a existir; los judíos tienen todo el dinero; todos los judíos son poderosos; los judíos controlan los medios de comunicación; etc. Estos slogans antisemitas son acusaciones viscerales. Su intención es dañar.

Y dañan, a pesar de lo equivocados que puedan estar. Siendo el único pueblo que sufrió el asesinato de un tercio de su población en los años 40, la idea de que todos los judíos son poderosos y que dirigen las fuerzas de la historia es simplemente ridícula. También es ridícula la idea de que los judíos controlan todo, cuando en la actualidad virtualmente la mayoría de los judíos no viven en las mismas áreas que vivieron sus abuelos, y todas las instituciones judías (sinagogas, ieshivot, universidades) debieron trasladarse de Europa a Norteamérica e Israel. Ninguna otra comunidad enfrentó estos cambios sísmicos. Ninguna otra comunidad tuvo que absorber a 750.000 personas que fueron expulsadas de los países árabes a finales de los años 40, sin mencionar a los que recibieron de la ex Unión Soviética y de Etiopía.

La palabra «antisemitismo» es demasiado académica y antiséptica para transmitir la contundencia del ataque.

La frase correcta debería ser «odio a los judíos» y esto debe reemplazar al antisemitismo en nuestro vocabulario. El rótulo lleva el foco al odio hacia las personas, ya sea individual o colectivamente. Esto incluye odio a los judíos por cualquier razón: religión, etnia o identidad nacional. El objetivo es el judío, no sólo Israel ni los israelíes.

Las críticas a las políticas del gobierno israelí son juego limpio. Los medios de comunicación israelíes lo hacen todo el tiempo, al igual que los miembros de la oposición en la Kneset. Eso es de esperar en una sociedad democrática. Sin embargo, las críticas se convierten en odio a los judíos cuando la actitud cambia de una discusión política a un foco en el pueblo judío, asociando a los judíos con ciertas cualidades que se perciben como negativas. «Ellos» se vuelven «el otro». Y aquí hay tropos conocidos: los judíos son todopoderosos, controlan los medios y los eventos del mundo; los judíos son ricos, tienen todo el dinero; los judíos patrocinan una sociedad secreta que busca dominar el mundo, etc.

La narrativa pro-Israel también debe enfatizar que los judíos son el pueblo indígena de la tierra y lo han sido por lo menos durante 3500 años. Hubo momentos en los que intentaron expulsar a los judíos de Israel, como en la época romana después de la rebelión de Bar Kojba y nuevamente en el siglo VII con la invasión árabe a la zona. Las cruzadas de los siglos XI y XII lograron resultados mínimos a largo plazo al tratar de derrocar a los invasores árabes y en consecuencia la población árabe de la región se incrementó. Sin embargo, los árabes son los verdaderos invasores coloniales de la tierra. Ellos son los recién llegados. Los judíos son el pueblo indígena.

El intento musulmán de borrar la historia judía, especialmente desde la época del Primer al Segundo Templo, es un fracaso total a la luz de la arqueología israelí y los escritos bíblicos tanto de las fuentes judías como cristianas. Los judíos son el pueblo de la tierra y tuvieron una presencia continua en la zona. La Declaración Balfour reconoció esto y también lo reafirmó la resolución de la ONU que creó un estado árabe y uno judío en 1948.

La narrativa pro-Israel debe construirse sobre la Declaración de las Naciones Unidas de Derechos de los Pueblos Indígenas (UNDRIP) del 2007 y formar alianzas con otros pueblos indígenas en todo el mundo.

Asimismo, la palabra «palestino» requiere una clarificación. Si deseamos ayudar a los palestinos a tener éxito, primero necesitamos segmentar a los diversos grupos conocidos colectivamente como «palestinos». Están los palestinos de Gaza, los palestinos israelíes, los palestinos de Judea y Samaria (o de Cisjordania si lo prefieres, más al respecto más adelante), los palestinos en Jordania, los palestinos en Siria. Hay una variedad de jurisdicciones donde viven palestinos. Cada comunidad palestina posee su propio grupo de problemas.

Es importante reconocer que los palestinos necesitan ayuda. Ellos han sufrido y su liderazgo sigue estrategias contraproducentes. En Judea y Samaria hay muchos emprendimientos conjuntos palestino-israelíes para ayudar a los palestinos a formar un estado autosuficiente con una clase empresarial de clase media. Es más difícil ayudar a los palestinos en Gaza, porque Hamás desvía fondos para construir la infraestructura de guerra (misiles y túneles) en vez de responder a las necesidades humanitarias urgentes como carreteras, hospitales, escuelas y centros comunitarios. Gaza, bajo el gobierno de Hamás, muestra poca evidencia de estar interesada en la coexistencia con Israel, y mucho menos interés en que haya paz. Los palestinos en Siria y Jordania también necesitan ayuda, pero hasta ahora la comunidad internacional ha prestado poca atención a su difícil situación.

Llegó el momento de revertir la narrativa y crear un nuevo campo de juego.

 
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