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| viernes noviembre 15, 2024

Polonia, una herida abierta


“No pagaremos un zloty por crímenes alemanes”. Así declaró el Primer Ministro polaco Mateusz Morawiecki en la cámara baja de su país, luego de que se votara a favor por un proyecto de ley que introduce un estatuto de limitaciones para las reclamaciones de restitución de propiedad.

Mateusz Morawiecki

La gran mayoría de los judíos polacos, como el resto de las comunidades europeas, perdieron sus propiedades en el momento de ser deportados a los guetos, campos de concentración, extermino, o al escapar del asedio nazi. Lo que sucedió después de la guerra, es que aquellos que sobrevivieron y volvieron a sus hogares, en general los encontraron ocupados por otras familias que se negaron a devolverlos, con el apoyo (o indiferencia) de gobiernos que no estuvieron dispuestos a legislar sobre sus derechos para ayudarlos a recuperar lo que era suyo antes del holocausto.

Como llegaron sin recursos y sin documentación, la mayoría no tenía forma de demostrar que esas propiedades eran suyas, y con el dolor de todo lo ocurrido, prefirieron emigrar a lugares más amigables y comenzar de cero. Pero siempre estuvo la esperanza de que lo que pertenecía a su familia aún estaba ahí.

Esto sucedió no solamente con casas particulares, sino que, con negocios, fábricas y oficinas, bienes que les fueron expropiados y aprovechando las deportaciones y su abandono, fueron ocupados por los locales, quienes de una u otra manera también estaban sufriendo los estragos de la guerra, pero en el momento que los sobrevivientes volvían a reclamar lo suyo, les cerraban la puerta en la cara, los desconocían, insultaban o atacaban.

El proceso de sanación post Segunda Guerra Mundial, tomó mucho tiempo en Europa, y podría decirse, que, 80 años después, la herida aún no cierra. De hecho, el único país que hoy paga compensaciones a los sobrevivientes es Alemania, quienes también autorizaron devolver la nacionalidad a aquellos que escaparon del régimen nazi aún antes del estallido de la guerra en 1939.

Diferente es el panorama en Polonia, centro neurálgico de los campos de concentración y exterminio durante el Holocausto. El 2018, aprobaron una ley en la cual el país se desentendía de toda responsabilidad de lo ocurrido, apelando a que eran una zona ocupada por los alemanes. Quien se refiera por ejemplo, a los “campos de concentración polacos” y no a los “campos de concentración alemanes en la Polonia ocupada”, arriesga una multa hasta el día de hoy, desconociendo totalmente la cooperación y la responsabilidad de los polacos hacia los nazis.

Ya con esta ley, las relaciones con Israel y el resto de las comunidades judías del mundo estaban tensas, pero lo ocurrido esta semana en el parlamento polaco, hizo que el contexto se volviera aún más delicado. Los judíos que no hayan reclamado durante los últimos 30 años (demostrando) que su familia eran los dueños de las propiedades, simplemente no lo podrán recuperar. Eso corre también para apelaciones en curso y para no judíos que también hayan perdido propiedades durante el régimen comunista post guerra.

¿Qué significa esto? Esta ley de “punto final” es una nueva herida que se abre sin dejar cicatrizar las anteriores. El Ministro de Relaciones Exteriores de Israel Yair Lapid, ya expuso su descontento con respeto a este proyecto de ley que está esperando ser aprobado en la cámara alta polaca. ¿Qué significa ponerle límite de tiempo a aquellos que hoy, con un promedio de edad de 85 años les es cada vez más difícil realizar el trámite? No olvidemos que ellos en el Holocausto eran niños, ¿qué tipo de documentación podrían llegar a tener para demostrar que es su propiedad más que los recuerdos de su niñez y el nombre de la calle en su memoria? Tal vez en los archivos de la comunidad judía polaca se pueda encontrar algo, pero sabemos que estos trámites son muy engorrosos, a pesar de que existen entidades que ayudan en la búsqueda de todo tipo de documentación perdida.

Este tipo de resoluciones nos recuerda que algo que puede parecernos lejano, sigue presente, que las heridas están abiertas y que quienes fueron testigos, activos o pasivos, no toman la responsabilidad que corresponde, y la última gota de dignidad es denegada, años de esfuerzo de las familias que trabajaron para levantar esas casas, fábricas y negocios, son enterrados.

 
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