El principio fundamental del sionismo (la creencia en el derecho del pueblo judío a la autodeterminación en su propia patria), cada vez se vuelve más provocativa. No se me ocurre que haya otro estado y otro ejercito que sea analizado más meticulosamente y cuyo derecho a existir sea cuestionado con tanta consistencia por la comunidad internacional como el estado de Israel. La lucha para proteger el derecho a la existencia del estado judío no tiene precedentes, lo que alienta a los sionistas a proteger constantemente su identidad. La voz del antisionismo cada vez se vuelve más fuerte y más aceptable entre aquellos que se encuentran en el centro del espectro político, y no sólo entre la extrema izquierda y la extrema derecha.
La creciente demonización afecta nuestra capacidad para entablar conversaciones constructivas donde deberían tener lugar críticas a las políticas israelíes. Los continuos ataques al sionismo hacen que nuestras respuestas sean instintivamente defensivas y cada vez es más difícil diferenciar al antisionismo de la crítica legítima. Esto amenaza nuestra oportunidad de crear un cambio positivo y constructivo Con las emociones a todo volumen, es fácil ver cualquier crítica como un ataque a la base misma de Israel, lo que limita la capacidad de cualquiera de criticar las políticas.
¿Pero cómo es la crítica legítima de Israel? Todavía más importante: ¿cómo respondemos a ella de una forma sana? ¿Cómo podemos apoyar activamente el derecho de Israel a existir y al mismo tiempo contribuir a un debate sólido, sin quedar atrapados en un hostil fuego cruzado entre los que la demonizan y los que la defienden?
Primero debemos entender cómo reconocer adecuadamente al antisionismo, para poder diferenciarlo de la crítica. Si la premisa de un argumento o su conclusión rechaza el derecho del pueblo judío a la autodeterminación en su patria ancestral, entonces esto es en contra de Israel y esto adopta diferentes formas.
A menudo oímos que se equipara al sionismo con el racismo, lo que ignora importantes matices y pinta el conflicto en blanco y negro. Este argumento distorsiona el pluralismo que prospera en Israel, la democracia y la activa sociedad civil que son elementos tan esenciales como su naturaleza judía. Este enfoque estrecho demoniza y convierte a Israel en un villano.
Aquellos que ofrecen una solución al conflicto abogando por un estado binacional o un estado completamente palestino, asumen la destrucción de la naturaleza judía del estado, transformándolo en antisionismo. Aba Eban dijo en la ONU: «Cuestionar el derecho del pueblo judío a una existencia y libertad nacional, no es sólo negarle al pueblo judío el derecho acordado a todos los otros pueblos del globo, sino también negar los preceptos centrales de las Naciones Unidas». Sin embargo, es importante señalar que ser propalestino o abogar por un estado palestino vecino a Israel no es algo inherentemente antisionista. Un estado palestino no le quita a Israel su carácter judío.
¿Acaso denunciar los defectos de Israel constituye una forma de demonización? No. Es imposible que todas las acciones del estado sean justas, éticas o bien pensadas. La relación de Israel con los palestinos ha estado llena de violencia y adversidad y siempre habrá formas de mejorar. Esta es exactamente la razón por la que son tan importantes las críticas. Nuestro derecho a defendernos no nos quita la responsabilidad de llevarlo a cabo de la mejor manera posible.
Sin embargo, las imperfecciones de Israel no niegan su derecho a existir. El doble estándar es una lupa que parece ignorar voluntariamente las terribles tragedias en otros países, pero juzga a Israel con extremo prejuicio. Pero, ¿es posible que algunos de estos juicios tengan mérito?
Tratar de entender quién demoniza y quién critica a menudo puede volverse muy emocional y divisivo. Mi respuesta personal es simple y directa (y probablemente es algo que ya has escuchado): relacionarse con las críticas y las ideas opuestas formulando preguntas. Una solución aparentemente obvia y sencilla, pero que en verdad es un enorme desafío. Instintivamente, nuestra primera reacción es explicar la «verdad» tal como nosotros la vemos y esperar que el otro lado «vea la luz» y entre en razón.
Tratar de llegar al eje de la opinión de otro no disminuye la propia opinión.
Al aplicar el método socrático, descubrimos verdades ocultas y creamos mejores soluciones. En las sabias palabras de Rav Jonathan Sacks z»l; «Las personas que no son como nosotros son las que nos hacen crecer… si nos rodeamos de personas iguales a nosotros, nos volvemos más extremistas». Creo que es importante señalar que esto no tiene nada que ver con la neutralidad. Tratar de llegar al eje de la opinión de otro no disminuye la propia opinión.
Debemos esforzarnos para entender quién critica para mejorar a Israel y quién demoniza al estado judío. Relacionarse con la crítica formulando preguntas obliga a ambas partes a reflexionar sobre temas fundamentales y sobre las creencias de cada uno. Por lo general, las críticas provienen de un lugar de amor y, como sionista, tengo el derecho y la responsabilidad de defender lo que creo que es mejor para el futuro del estado. Debemos revitalizar nuestra pasión por el diálogo, porque sin él nos empobrecemos y nos marchitamos. Hay una cita de James Baldwin que debería guiar a todo ciudadano democrático: «Amo a Estados Unidos más que a cualquier otro país del mundo, y precisamente por eso insisto en el derecho de criticarlo perpetuamente».
Tratemos de escuchar a las personas con las que no siempre estamos de acuerdo. Criticar las políticas de Israel no es lo mismo que negar el derecho a la autodeterminación del pueblo judío. Tenemos la posibilidad de educar a los demás y a la vez educarnos. Entender la diferencia entre crítica y demonización puede otorgarnos el espacio que necesitamos para avanzar constructivamente y poder reducir las grietas que crecen entre nosotros. En definitiva, juntos somos más fuertes.
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