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| jueves noviembre 21, 2024

Los conspiradores


¡Hermanos judíos!: ha llegado la hora de confesar nuestras verdaderas intenciones. Los gentiles (no judíos) han intuido durante siglos nuestra conspiración, pero han ido muy desencaminados. Que si deicidio, que si crímenes rituales, que si planes para adueñarnos del mundo… Cuántas páginas vanas de las mejores mentes del antisemitismo se han desperdiciado: “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, “Mi lucha”, “El Plan Andinia”, etc. Y lo más gracioso es que siempre han tenido las evidencias delante de los ojos y no han sabido verlas. En el libro más vendido y traducido de la historia.

Nuestros detractores nos acusaron de las pestes, de las derrotas militares, de las hambrunas y crisis económicas, de las revoluciones: minucias y distracciones de nuestro verdadero plan. Es hora de confesarlo. Nos hemos confabulado para llevar la palabra de un único ser divino a toda la humanidad y ya lo hemos conseguido en Occidente: de nuestro seno surgieron las otras religiones monoteístas como el cristianismo y el islam. Y también (es hora de contarlo), a pesar de dificultar la lectura de nuestro Talmúd escribiéndolo en una antigua lengua extinta (lo que ha llevado a nuestros perseguidores a imaginarse vaya uno a saber qué planes y mensajes malignos ocultos en sus hojas), allí dejamos constancia de nuestra misión. Nos habéis pillado: se llama “tikún olám” y consiste en intentar que el mundo sea un sitio cada vez mejor.

Esta claro que ambos objetivos no se han logrado plenamente: incluso entre las sociedades monoteístas hay retrocesos en forma de nuevos ídolos e ideologías paganas (fascismo, comunismo, populismo) y violencias justificadas (racismo, fundamentalismo, terrorismo). Y aunque el “tikún olám” parezca un completo fracaso cuando uno lee la prensa, la verdad es que estamos mucho mejor que hace dos mil años, que hace mil, quinientos, cien e incluso hay menos guerras y violencia organizada hoy que hace dos o tres décadas. Haced memoria y sed justos.

Por supuesto, el mérito no es nuestro, sino del Jefe, que en algún capítulo de la Torá se alió con este pueblo para no tener que volver a inundar la Tierra y recomenzar de cero. El plan es fantástico y sigue vigente cuatro mil años después. Como en todo “emprendimiento” (como se dice ahora), la “asignación de responsabilidades” despierta recelos: es lo que comúnmente se llama antisemitismo o judeofobia, y que seguramente estaría contemplado en el apartado de “efectos colaterales”. Pero, echando la vista atrás, y a pesar del dolor por lo sufrido y por lo que nos queda todavía por vivir, vemos cómo los “objetivos” se han ido cumpliendo y somos los únicos supervivientes de aquellos tiempos (¿dónde están los babilonios, persas, antiguos egipcios, griegos y romanos?) que han logrado conservar su identidad. Es lo bueno de tener clara cuál es la “misión” en este mundo.

De modo que ahorraros tanta tinta vana, el odio caprichoso y las envidias injustificadas, y empezad a ver la confabulación real que se evidencia ante vuestros ojos, no las fantasías de la arrogancia y el desprecio. Como se suele decir en España: si esto no es una conspiración, que baje Dios y lo vea.

 
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