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| domingo diciembre 22, 2024

KI TETZÉ 5781


B’H

Deuteronomio 21:10-25:19

Setenta y cuatro de los 613 preceptos (mitzvot) de la Torá se encuentran en la sección Ki Tetzé. Estos incluyen las leyes de una cautiva bella, los derechos de herencia del primogénito, el hijo rebelde y descarriado, entierro y dignidad de los muertos, la devolución de un objeto perdido, el envío del ave del nido antes de tomar a sus pichones, la responsabilidad de construir un cerco de seguridad en el techo de una casa, y las varias formas de kiláim (híbridos prohibidos entre plantas o entre animales).

También son recontados los procedimientos judiciales y las penas por adulterio, por la violación o seducción de una joven soltera, y por un esposo que acusa falsamente a su mujer de infidelidad. Los siguientes no pueden casarse con una persona de linaje judío: un bastardo, un varón de descendencia moabita o amonita, una primera y segunda generación de edomita o egipcio.

Esta sección también incluye las leyes de la pureza del campamento militar; la prohibición de entregar un esclavo que se escapó; la obligación de pagar a un trabajador a tiempo y de permitir a cualquier animal o persona que trabajan para uno, «comer mientras trabaja»; la forma correcta de tratar a un deudor y la prohibición de cobrar interés por un préstamo; las leyes de divorcio (de donde son derivadas muchas de las leyes de matrimonio); la pena de 39 latigazos por la trasgresión de una prohibición de la Torá; y los procedimientos de Ibum («matrimonio por levirato») de la mujer de un hermano fallecido que no tuvo hijos o jalitzá («quitado del zapato») en el caso que el cuñado no desee casarse con ella.

Ki Tetzé concluye con la obligación de recordar «lo que Amalek te hizo en el camino, cuando salían de Egipto».

 

SILENCIANDO LAS DUDAS INTERNAS

Vino Amalek y peleó contra Israel en Refidim. Exodo 17:8

El ataque físico de la nación de Amalek fue la manifestación externa del ataque espiritual del Amalek interno del pueblo, su duda con respecto al cuidado e intervención de Di-s en sus vidas.

Este Amalek interno continúa asediándonos hoy en día, intentando sembrar dudas y enfriar nuestro fervor religioso. Reconoce que Di-s existe pero intenta convencernos que Di-s es demasiado grande como para preocuparse por los detalles de nuestra observancia judía. Una duda lleva a la otra y eventualmente nuestro Amalek interno nos convence que Di-s no está involucrado para nada en la vida humana. Esto, a su vez, causa que abandonemos nuestra búsqueda de Divinidad y espiritualidad.

De este modo, así como el Éxodo de Egipto ocurre nuevamente en cada generación y en cada día, también lo hace la guerra con Amalek. Todos los días, debemos silenciar la voz de duda que busca detener nuestro progreso espiritual. Una vez que dejamos nuestro Egipto interno exitosamente y nos sobreponemos a nuestro Amalek interno, estamos prontos para recibir la Torá nuevamente y entrar en nuestra Tierra Prometida. Implementar exitosamente este proceso de crecimiento espiritual a nivel individual acelerará su implementación colectiva, llevando al mundo a su Redención Mesiánica.

 

Yendo y viniendo

Siempre que hacemos algo, estamos tanto yendo como viniendo…

Por Yanki Tauber

 

«Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos…» (Deuteronomio 21:10) (versículo de apertura de la Parashá de esta semana)

«Cuando entres a la tierra…» (Deuteronomio 26:1) (primer versículo de la Parashá de la semana próxima)

 

Siempre que hacemos algo, estamos tanto yendo como viniendo

Cuando salimos, es para hacer la guerra. Cada vez que salimos de nuestro lugar —desde el dónde y qué de nuestro momento y estado actual —efectuamos algún cambio en el exterior. Puede ser un cambio extremadamente violento, o uno que apenas se siente. Puede ser un cambio para mejor, o, Di-s no lo quiera, para peor. Pero cada vez que actuamos sobre el mundo exterior, le hacemos algo. Y el cambio es la guerra.

El enemigo puede ser un antagonista armado con armas y odio. Puede ser una conspiración de ignorancia y apatía. O puede ser simplemente el status quo, la forma en que «son las cosas». Todos somos guerreros, ya que cada uno de nosotros alberga la convicción de que hemos nacido para hacer una diferencia.

Pero no todo momento de la vida es un momento para salir. También hay momentos en que entramos.

También hay momentos en los que volvemos la flecha de la vida hacia el interior de nuestro propio centro y esencia, y al centro y la esencia de las personas, objetos y fenómenos en nuestras vidas. Cuando desistimos de la búsqueda para «hacer una diferencia» y buscamos, en cambio, descubrir la esencia interior —la esencia inmutable que siempre ha estado ahí y siempre estará, y que no requiere ninguna acción para hacerse realidad, sólo asentarse tranquilamente en su núcleo.

«Hay un tiempo para la guerra» dijo el más sabio de los hombres «y un tiempo para la paz».

Hoy en día, la mayor parte de nuestra vida se consume con el empeño de salir —para causar el cambio, para mejorar el mundo. Nuestros momentos de «entrar» son pocos y alejados entre sí, raras islas de visión y tranquilidad en la guerra de la vida. Hoy, sin embargo, es sólo un preludio de «un día que es totalmente Shabat y descanso para la vida eterna» —el día en que entremos a la tierra. (www.es.chabad.org)

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