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| martes diciembre 17, 2024

El relator, el número y la peluquería: cosas del hebreo


Muchos idiomas tienen palabras que pueden significar cosas muy distintas. En español, por ejemplo, el verbo “contar” se usa para describir la acción del relato o cuento, pero además para la acción de enumerar o contabilizar. Da la casualidad (¿o no?) que en hebreo pasa lo mismo con la raíz de tres letras usada para ambos casos: Samej-Pei-Reish, como en leSaPeR (contar cuentos) o liSPoR (contar cuentas). Pero, como no podíamos contentarnos, en hebreo “contamos” con un tercer significado: cortar el pelo, como en maSPeRá (peluquería) y aún un cuarto, menos habitual: SFaR (tierras fronterizas).

Por supuesto, de cada una de estas palabras se derivan muchas más. De contar como relato, tenemos SiPuR (cuento), SeFeR (libro: la P hebrea es, en realidad, una F acentuada), SiFRiá (biblioteca), beit SeFeR (literalmente, casa del libro = escuela), SaFRut (literatura), SoFeR (tanto autor como escriba), SiPoRet (relato de ficción) o SiPeR (narrativa). Por cierto, la raíz con estos significados proviene del acadio šipru (se pronuncia shipru), mensaje escrito, pero ha calado muy hondo; por algo nos llaman “el pueblo del libro” (am haSeFer).

Por su parte, contar cantidades sirve de base para formar palabras tan habituales como miSPaR (número), SFiRá (conteo, como cuando se estipula los días que transcurren desde la segunda noche de Pesaj hasta llegar a Shavuot), ein SFoR (incontable, infinito, expresión habitual en la kabalá) o la menos habitual y opuesta a la anterior niSPaR (contable, cuya cantidad sí se puede definir).

En cuanto a la referencia de la raíz SFR (o SPR) al corte de pelo, se trata de una palabra originaria del arameo, el hebreo vulgar que se usó en la redacción de muchos libros teológicos. Aparte del peluquero y peluquera (SaPaR y SaPaRit, respectivamente), tenemos hoy día tiSPoRet (peinado) y nada menos que miSPaRayim (tijeras), lo que nos sugiere que el primer uso que los judíos le dieron a esta herramienta tenía que ver con el pelo más que con las manualidades o la confección de ropa).

De la también citada SFaR no hay muchas derivaciones sino conceptos múltiples (como yishuv sfar, localidad fronteriza), aunque sí debemos apuntar un quinto significado que no habíamos anunciado antes, esta vez de origen tan remoto como el sánscrito de la India: SaFiR, que no es otra cosa que un zafiro. Son cosas del hebreo, un idioma que conserva huellas tan antiguas, como el apuntado origen mesopotámico de contar historias, hasta tan modernas y geográficamente distantes, pasando por el dialecto preferido de los rabinos cuando de cortarse el pelo se trata (¡que no la barba o los tirabuzones de las patillas!).

Todo lo cual me lleva a pronunciar el siguiente enunciado en hebreo: “baSFaR bein haSiFRiá vehamaSPerá SoFRím SaFiRím”, que en castellano dice algo tan lógico como que “en la frontera entre la biblioteca y la peluquería contaban zafiros”.

 
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