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| sábado noviembre 23, 2024

Eliezer Ben Iehuda

“Israel b'artzo uvilshono: Israel en su propia tierra, hablando su propio idioma”.


Eliezer Ben Iehuda emigró a Israel en 1881, y fue el que revivió el idioma hebreo en el que sería el futuro estado judío moderno.  Era un activista judío de la Europa Oriental que buscaba restablecer los vínculos del antiguo Israel con los judíos que empezaban a llegar a Eretz Israel. Buscaba implantar el hebreo como lengua oficial del moderno Israel.

El nombre original de Ben Iehudá era Eliezer Yitzhak Perelman y nació en Luzhky (hoy Bielorrusia, entonces Imperio Ruso), gobernación de Vilna, en 1858. Era hijo de un jasid de Jabad-Lubavitch, de nombre Iehudá Leib, que murió cuando Eliezer tenía 5 años. Con todo, Ben Iehudá no era un judío religioso ortodoxo, sino moderado, que había sido introducido al iluminismo, por medio del rabino de su ieshivá (centro de estudio de Torá y Talmud) quien en realidad era un “maskil” (iluminista), como eran denominados los judíos “ilustrados”. Así que fue el rabino maskil Yossi Bloïker quien introdujo al niño en lecturas “heréticas”, fomentando el pensamiento creativo y constructivo de quien luego sería el hombre.

Allí leyó textos como: Zohar Ha-Teva (La luz del arca), Kur Oni (Robinson Crusoe), La Guía de los Perplejos de Maimónides, Los principios y fundamentos de la sabiduría divina de Haim Z. Slonimski, El tesoro de la sabiduría de Zvi Rabinovitch, Ahavat Tzion (El amor de Sion) de Abraham Mapu.

El joven Ben Iehudá sabía hebreo y conocía la liturgia, lo que hace que llame la atención de un empresario jasídico, Samuel Nephtali Herz Jonah quien desde ese momento lo protegerá, y allí es donde conoció a su esposa, Dvora o Débora, la hija mayor del empresario, cuatro años mayor que él, es ella quien le enseñará ruso, francés y alemán y lo acompañará hasta la muerte.

Sin embargo, Ben Iehudá que era un nacionalista nato, consagrado, que decidió trasladarse con su esposa de Europa a la entonces Palestina otomana, convirtiéndose en un pre-sionista. De hecho, desde muy temprano se había alejado de la religión, a cambio de estar en una posición más secular e ilustrada. Había leído los clásicos literarios europeos y su forma de pensar estaba enfocada al nacionalismo hebreo, que, a su vez, se basaba en otros movimientos nacionalistas, como, el movimiento nacionalista italiano, griego y búlgaro. Ya lo habían conseguido los griegos, herederos de la Atenas clásica, en 1829, y los italianos, herederos de la Roma clásica, en 1849.

Ahora bien, los judíos, “el Pueblo del Libro” eran los herederos de la Jerusalén histórica, y merecían lo mismo, muy por encima de los búlgaros, por ejemplo.

A pesar de que el hebreo antiguo, estaba de una forma u otra, marginado, en Jerusalem no se había dejado del todo a un lado, y entre los judíos que residían en la capital histórica de Israel, se utilizaba como una lengua plural, por lo que nunca se dejó de utilizar del todo, como lo demuestran estudios recientes.

Ben Iehudá hablaba francés, alemán, ruso y hebreo, y aunque no fue rabino como sus padres lo hubieran querido, hizo algo muy significativo para el Israel moderno, y es que le dio una lengua, y no solo una lengua, una identidad al pueblo judío que en ese entonces se encontraba disperso por el mundo.

Fue en Daugavpils, en Letonia, donde Ben Iehudá leyó por primera vez una revista en hebreo. Este periódico era Ha-Shaḥar (“El Amanecer”) editado en Viena por el escritor sionista, judío ruso, Peretz Smolenski. A-Shaḥar era la plataforma literaria para el movimiento de la Haskalah y el nacionalismo judío temprano. También, allí conoce el nihilismo ruso, a través de escritores irreverentes exiliados de la Rusia zarista, tales como: Peter Illich Lavrov, Dimitri Pissarev y Nikolai Chernychevsky, y todo gracias a “Vitinski” un compañero ruso acomodado con ideas renovadoras, que además se convierte en protector del Ben Iehudá huérfano. Y aunque el ruso lo absorbe de cierta manera, el hebreo es la única conexión que mantendrá con su judaísmo, en lo práctico. Es el hebreo su obstinación, casi su perdición, como su identidad y como la misma vida.

Ben Iehudá estuvo en Paris después y allí comenzó a estudiar medicina, aunque debido a su propia patología, la tuberculosis, no lo logró, pero, se desempeñó como articulista, y comenzó allí a diseñar su plan lingüístico para el renacer del hebreo. De hecho, tuvo conversaciones en ese idioma con judíos como Getzel Zelikovitz y Mordechai Adelman, en un café del bulevar Montmartre de París.

En el puerto de Jaffa (hoy Tel Aviv-Jaffa), cuando Ben-Iehudá y su esposa desembarcan, mantiene conversaciones en hebreo con un cambista, un posadero y un carretero, cosa que con gran entusiasmo plasmaría en sus memorias inconclusas. Ben-Iehudá se había dado cuenta que podía hablar en esa lengua con éxito con amigos y conocidos en París, así que quiso que fuera su único idioma cuando llegara a la antigua tierra de Israel.

Escribió Ben Iehudá: “El idioma hebreo sólo puede vivir si revivimos la nación y la devolvemos a la patria”. Y es él el padre fundador que se empeñó en el renacer del hebreo como lengua de la nación hebrea, y gracias a él, no solo los judíos de Israel lo hablan, sino también los judíos de la diáspora, pues es importante para estos aprender el idioma del que tal vez sea su futuro hogar o el hogar de sus hijos.

El proyecto de Eliezer Ben Iehudá era bastante ambicioso y además estaba obstinado en hacerlo, por lo que en su casa se comenzó a hablar solo hebreo, a pesar del origen suyo y de su esposa, su hijo Itamar Ben-Avi o más bien: Ben-Zion Ben-Iehudá (hijo de Sión e hijo de Judá) fue criado en hebreo, alejándolo de cualquier otra lengua. Ben Zion fue el primer hablante nativo de ese idioma en la era moderna. De hecho, la única vez que la madre de Ben Zion le cantó una canción de cuna rusa, fue enérgicamente reprendida por su esposo.

Sostenía Ben Iehudá que: “Los judíos sefardíes que hablaban ladino o árabe y los judíos asquenazíes que hablaban yiddish necesitaban un idioma común con fines comerciales, y la opción más obvia era el hebreo”. No obstante, no todo fue tan fácil para esta leyenda del Israel moderno.

En los círculos religiosos se consideraba que el hebreo era demasiado sagrado para hablarlo a diario. Utilizar el idioma para “conversaciones cotidianas”, e incluso “ociosas”, era un sacrilegio, una blasfemia, una transgresión para los más estrictos practicantes de la fe judía. Por lo que, cuando se enteraron que Ben Iehudá y su esposa estaban intentando persuadir a su gente de utilizar el hebreo como idioma común, y no solo esto, sino que, en su casa, enseñaba a su hijo hebreo, la decisión fue una sola: la excomunión, en hebreo “herem”.

Pese a todo, y especialmente al ser marginado por los religiosos, Ben Iehudá se alejó de la religión  y su osado proyecto se vio fortalecido. Acoplando a nacionalistas judíos que venían de Europa al igual que él y no eran religiosos, el hebreo empezó a hablarse en más casas que en la suya y a la postre, comenzó un proceso de expansión.

El hebreo era una lengua escrita y no hablada. Si bien no era una lengua del todo muerta, estaba en un proceso de extinción, frente al auge que había tenido el yiddish en las comunidades religiosas de Europa Oriental, también el alemán como lengua de los judíos ilustrados y el ladino que se mantenía en la identidad sefardí. Incluso el árabe y el francés eran utilizados en el Próximo Oriente y en la zona del Magreb por los mismos judíos.

Ben Iehudá también fue profesor de hebreo para niños en Jerusalem y logró que estos adoptaran la lengua de sus ancestros en breve. Nissim Bechar, director de la Escuela de Torá y Avodá de la Alliance Isralite Universelle de Jerusalén le propuso en 1882 que enseñara hebreo a los niños judíos que venían de las diferentes partes del mundo. El objetivo del visionario judío lituano era en sus propias palabras que “la lengua hebrea irá de la sinagoga a la casa de estudio, y de la casa de estudio a la escuela, y de la escuela llegará al hogar y al final se convertirá en una lengua viva”.

Ben Iehudá escribió siempre y durante algunos años fue editor en jefe del periódico local “HaHavatzelet”, propiedad de Israel Dov, y utilizó esto para promover la enseñanza y el uso del hebreo. Incluso, en su primer artículo del 12 de septiembre de 1881, denunció las decisiones políticas de la AIU (Alliance Isralite Universelle) e invitó a los judíos a actuar solos.

Luego, comenzó a publicar su propio periódico “Hatzvi”, en 1884, para que sirviera de instrumento de enseñanza a los adultos, tanto por su contenido como por su lenguaje. Hatzvi fue cerrado durante un año a raíz de la oposición de la comunidad ultra ortodoxa de Jerusalem, que rechazaba ferozmente el uso del hebreo.

Él mismo escribió en 1908 en su periódico Hatzvi: “Para todo se necesita un solo hombre sabio, inteligente y activo, con la iniciativa de dedicar todas sus energías a ello, y el asunto progresará, a pesar de todos los obstáculos en el camino… En cada nuevo acontecimiento, en cada paso, incluso el más pequeño en el camino del progreso, es necesario que haya un pionero que dirija el camino sin dejar ninguna posibilidad de retroceder”.

Ben Iehudá recopiló material para la creación de un diccionario de hebreo moderno cuando llegó a Israel, y nunca dejó de expandir el idioma sin cesar, añadió muchas palabras y escribió una cantidad considerable de artículos. En 1910 comenzó a publicar su diccionario, pero el conjunto completo de 17 volúmenes del diccionario de hebreo antiguo y moderno no se concluyó hasta después de su muerte, gracias a la labor de Hemda Ben-Iehudá, su segunda esposa. Ben-Iehudá fue uno de los fundadores del Comité de la Lengua Hebrea (Va’ad HaLashon), hoy la Academia de la Lengua Hebrea.

Eliezer Ben Iehudá no estuvo para la fundación del Estado de Israel. Falleció un mes después  que las autoridades británicas declararan que el hebreo era el idioma oficial de los judíos en 1922.

El célebre historiador y hebraísta Cecil Roth resumió toda la obra de Ben Iehudá con una frase: “Antes de Ben-Iehudá, los judíos podían hablar hebreo; después de él, lo hicieron”. Y es que el pionero, el hombre, el obstinado, no se apartó de su meta, logrando a posteriori convertirse en el autor de una realidad que es clara hoy, la lengua del Estado moderno de Israel es el hebreo, y Ben Iehudá el hombre convertido en leyenda

Language of the Hebrew man | The Times of Israel

Foto de archivo

 
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