Dan Schueftan, pronunciado y a veces escrito Dan Shiftán, es director del Centro de Estudios sobre Seguridad Nacional de la Universidad de Haifa, en Israel, y su forma de ver el mundo puede ser de gran utilidad en sociedades abonadas al mito del buen salvaje.
Shiftán tiene, en primer lugar, explicaciones para lo que pasa en Oriente Medio. Aunque Europa y los Estados Unidos se empeñen en ver el conflicto palestino-israelí como una disputa por el territorio, y pongan todo el énfasis en las aspiraciones frustradas de autorrealización colectiva de los palestinos, la guerra eterna que se vive en la zona no puede entenderse sin la perspectiva que da la comparación.
A un lado está Israel, una sociedad abierta, democrática y desarrollada centrada, con sus pertinentes excepciones, en prosperar y vivir en paz según las preferencias, bien variadas, de cada cual. Y al otro lado hay una sociedad autoritaria, dominada por los maximalistas, en la que hacer que las escuelas funcionen y el agua corra es la última de las prioridades de los que mandan. Una sociedad, la palestina, en la que defender y vengar el honor herido es el principal motor de acción, no sólo política.
Por eso es una tontería tratar y querer resolver el conflicto como si fuera una disputa legal entre países de la UE o un desacuerdo sobre la fiscalidad entre Mónaco y Francia. Tratar a los radicales de Hamás y a los aún más corruptos e igual de sectarios de Fatah como a actores razonables con los que todo se puede negociar es garantía de desastre.
Nosotros estamos a miles de kilómetros y puede que nos lo podamos permitir, pero Israel no, porque estos errores siempre le han supuesto ataques violentos, en forma de misiles o atentados suicidas, que sólo cesan cuando el Ejército impone la fuerza.
Otra de las cosas que dice Shiftán es que Israel es una excusa, más que la causa, de la violencia en la sociedad palestina. El académico fundamenta la afirmación en una mirada al resto del mundo árabe. No hace falta perder mucho tiempo para ver que Siria, Irak, el Líbano, Sudán, Libia o Yemen no han necesitado a Israel para matarse y hacer la guerra.
Esto es lo que no entienden las élites occidentales, sobre todo en Europa, que, en palabras de Shiftán, insiste en ver en cada asesino a un humanista en potencia con una infancia difícil. El malentendido lleva camino de ser letal para el continente, que sigue importando comunidades acostumbradas a la violencia y la intolerancia con la idea, completamente errada, de que los fanáticos sólo lo son por los regímenes totalitarios bajo los que viven.
Como se pudo comprobar con el desenlace de las primaveras árabes, algunas sociedades son aún peores que sus dictadores, y la liberación trae a menudo un orden aún más brutal que ya se manifiesta también en barrios enteros de capitales europeas.
Para entender la propensión a la agresividad de las comunidades árabes, Shiftán apunta a la psicología. Los árabes se ven como una gran civilización a la que se le ha negado el lugar protagonista que le corresponde, y de esta frustración nace un resentimiento que es terreno fértil para el autoritarismo y la violencia.
Todo esto, aclara nuestro experto, no quiere decir que los árabes no tengan solución. Las sociedades cambian, pero en décadas y siglos, no en años ni porque lo impongan los politólogos y los políticos occidentales desde hoteles de moqueta azul.
Shiftán puede parecer un pesimista, pero también dice cosas positivas. Como reflejan los Acuerdos de Abraham, que debemos a la audacia de Netanyahu y Donald Trump, la situación en Oriente Medio ha cambiado radicalmente en los últimos años. Cada vez más países árabes están reconociendo a Israel como la fuerza benéfica y constructiva que hubiera podido ser siempre para la región.
Este cambio de actitud en el mundo de árabe no se debe a la buena voluntad, sino a la necesidad de hacer frente al peligro de un Irán más radical y ambicioso que nunca y que aspira a hegemonizar toda la zona sacudiendo los avisperos de otros países.
Con los Estados Unidos siempre tentados de contemporizar con Irán, Israel es el aliado más capaz y más firme, porque no puede permitirse no hacer nada, a la hora de contener y debilitar a Irán. En las capitales árabes lo saben, y esto está cambiando la historia de las relaciones del Estado judío con el mundo árabe.
Shiftán también saca algo positivo de la obstinación buenista de la UE. Cuando en Israel no sabemos qué hacer, dice el experto, escuchamos lo que nos dice Europa y hacemos lo contrario. La receta no falla nunca, y hay muchos ejemplos que Shiftán desgrana en conferencias que pueden verse en YouTube. Uno de ellos es la construcción del muro que separa Israel de Cisjordania, que suscitó los deeply concerned de Bruselas y ha conseguido acabar por completo con los ataques suicidas de terroristas palestinos en Israel.
Además de positivo, Shiftán puede ser divertido. Uno de sus chistes explica muchas cosas, más allá de Oriente Medio y de nuestra época.
Quizá después de leer el tuit de La Vanguardia sobre el asesinato del diputado Amess, Dios se harta de los hombres y decide volver a enviar un diluvio que, esta vez sí, arrase por completo la Tierra. Dos semanas antes de enviarlo convoca a los líderes de las tres grandes religiones monoteístas para que vayan avisando a los suyos. “Nos quedan dos semanas para arrepentirnos de nuestros pecados y rezar, y así, si tenemos suerte, quizá se nos abran las puertas del cielo”, les dice a los cristianos su líder. “Lo hemos hecho siempre todo perfecto y no habrá ningún problema porque seguiremos siendo perfectos dos semanas más”, les transmite a los musulmanes el mahometano. Por último, es el turno del judío, que le dice a su pueblo:
Tenemos dos semanas para aprender a vivir bajo el agua.
Este artículo es una versión adaptada de una columna publicada originalmente en catalán en El Tribú.
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