Entre las calumnias antisemitas que ha proferido la representante estadounidense de origen palestino Rashida Tlaib, desde que ocupa el cargo legislativo por Michigan, está su versión revisionista de una supuesta acogida que dieron sus familiares, los mal llamados palestinos de esa época, a los sobrevivientes de la Shoa, en lo que fue el área llamada Palestina.
Hace un tiempo, en una entrevista, Tlaib dijo con desparpajo: “Tengo calma cuando pienso en el Holocausto. Fueron mis antepasados, los palestinos, quienes perdieron su tierra y algunos perdieron la vida, su dignidad humana… en nombre de intentar crear un refugio seguro para los judíos, después del Holocausto”.
Debido a la repetición de tal manipulación, y justo cuando se cumplen 74 años de la Resolución 181 de la ONU que aceptó la partición de ese territorio, cabe aclarar que la historia ha registrado la férrea presión de los árabes de la Palestina del Mandato Británico que provocaron las restricciones a la inmigración judía y obstruyeron la posibilidad de un verdadero refugio.
Son conocidas las maniobras de Haj Amin Al Husseini, el Mufti de Jerusalén, de instigar pogroms contra las comunidades judías en el Mandato Británico de Palestina; además, fue uno de los adeptos musulmanes del Tercer Reich, quien asumió funciones a favor del eje; trató de convencer a Hitler para que ampliase el exterminio de los judíos al norte de África y propuso que la Luftwaffe bombardeara Tel Aviv.
Los descendientes de aquellos árabes no pueden evadir su cuota de responsabilidad en el genocidio de cientos de miles de judíos que hubieran podido salvarse en aquella Palestina. El cuento de Rashida Tlaib corresponde a una narrativa tóxica que tiene como objetivo “limpiar” la historia y servir a sus infames intereses, cercanos a los de los grupos terroristas como Hamas.
Estados Unidos e Israel son aliados porque comparten los valores de libertad, democracia y estado de derecho. Lamentablemente, el pueblo palestino, pese a las oportunidades de establecer un Estado, adolece de un liderazgo que lo conduzca hacia esa meta. Tlaib, como representante del país que acogió a sus padres, debería responder a esos atributos, en vez de ser vocera de un discurso de odio que en nada beneficia al pueblo de sus ancestros.
El cinismo de Rashida
El cuento de Rashida Tlaib corresponde a una narrativa tóxica que tiene como objetivo “limpiar” la historia y servir a sus infames intereses, cercanos a los de los grupos terroristas como Hamas...
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