Este sábado 4 de diciembre, aproximadamente a las 16.30, un terrorista trató de asesinar a un judío religioso que caminaba por una calle de Jerusalem cerca de la Puerta de Nablus, abalanzándose sobre él con un cuchillo y apuñaládolo varias veces. De inmediato atacó a dos efectivos de la Guardia de Fronteras , los cuales le dispararon, hiriéndole y haciéndole caer al piso. El terrorista seguía moviéndose e intentaba pararse y los policías le volvieron a disparar, a raíz de lo cual murió.
Se trataba de Muhamad Shuikat Sleime, de 25 años, de la aldea Salfit, que se hallaba ilegalmente en Israel.
La secuencia de los hechos desató una fuerte polémica. La Autoridad Palestina reaccionó diciendo que Israel “ejecutó a un joven palestino a sangre fría”, algunos diputados árabes israelíes conderon “la violación de la santidad de la vida” y en términos similares se manifestó inclusive el Ministro Issawi Freij, miembro árabe del gobierno de Israel. No mencionaron siquiera el “pequeño detalle”: que el palestino muerto había atacado antes a cuchilladas a un civil y luego a los dos policías, para tratar de matarlos.
Y yo me pregunto: ¿estamos todos locos?
La Autoridad Palestina, que vive alabando a los terroristas asesinos como «héroes» y presentándolos como modelos a imitar, tiene el tupé de condenar a Israel por haber matado a quien intentó asesinar a otros simplemente por ser israelíes. Increíble, aunque ya estamos acostumbrados a ese discurso.
Tengo clarísimo que un Estado de Derecho como Israel debe atenerse a normas ordenadas y a la ley también en la lucha contra el terrorismo. Esto no es una jungla y la respuesta israelí al terrorismo no debe nunca colocar a Israel en el mismo plano que los asesinos. Por eso, para investigar los detalles precisos, el departamento de investigaciones internas interrogó a los dos efectivos en cuestión sobre lo sucedido y en qué medida consideraron que el peligro aún era claro.
Pero esto nada quita a la obligación-a nuestro criterio tanto operativa como moral-de garantizar que el terrorista no pueda seguir hiriendo o matando. El terrorista debe saber que si ataca, lo más probable es que muera, porque sus víctimas tienen la obligación de defenderse. “Sus víctimas” no significa solamente el apuñalado sino quienes están alrededor y pueden ser los próximos, y quienes están apostados en el lugar para tratar de frustrar eventuales atentados. Y en “obligación de defenderse” incluimos la necesidad de garantizar que el terrorista no pueda seguir matando o hiriendo.
En realidad, el propio palestino lo sabía. En su muro de Facebook, según reveló Nurit Yohanan, cronista de asuntos palestinos de la radio pública de Israel Kan , había escrito que es “un mártir en lista de espera”.
Podemos entender el dilema, desde un punto de vista moral, acerca de si hay que disparar cuando el atacante ya está en el piso. Sin embargo, se movía de forma que dejaba en claro que no estaba neutralizado. En cuestión de fracciones de segundos , las fuerzas que operan en el escenario de un atentado tienen que tomar decisiones claves para poner fin a la amenaza. Según declararon tanto el Inspector General de la Policía Yaakov Shabtai como el Ministro de Seguridad Interna Omer Bar-Lev, los dos efectivos que le dispararon reaccionaron debidamente , como se espera de tropas en una situación así. El terrorista podía tener un cinturón explosivo escondido bajo la ropa o un arma de fuego a la que lograra llegar y con la que pudiera disparar.
En la Policía hablan siempre en situaciones así del recordado y trágico caso de Shalom “Charlie” Shlush, Sargento Primero en la Guardia de Fronteras apuñalado de muerte a los 26 años cuando trató de frenar a un terrorista que acababa de asesinar a dos israelíes, le disparó a las piernas esperando neutralizarlo pero éste corrió hacia él absolutamente enardecido y logró asesinarlo.
Aquel 21 de octubre de 1990 “Charlie”-tal cual lo llamaban sus familiares y amigos- estaba de vacaciones en su casa en Jerusalem en el barrio Baqa. Súbitamente oyó gritos de pedidos de socorro. Salió a la calle y vio al terrorista Amar Abu Sarhan corriendo luego de haber asesinado a Eli Altaratz de 43 años y a Iris Azulai de 19. Le gritó que se detenga y dado que no lo hizo, le disparó a las piernas, pero el terrorista no quedó neutralizado y consiguió matarlo a él . Desde entonces, todos tienen claro qué significa recordar el caso de Shalom “Charlie” Shlush. Al terrorista que ataca, que estaba claro que intenta asesinar, hay que frenarlo. Los que deben salir con vida son las víctimas a las que intentaba matar, no él.
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