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| miércoles diciembre 25, 2024

Judíos a Palestina/Judíos fuera de Palestina


Ha muerto a los 94 años Liviu Beris, uno de los últimos supervivientes rumanos del HolocaustoNacido en 1928 en la localidad de Hertsa, en la actual Ucrania, Beris fue deportado en 1941 junto con su familia a la región de Transnistria, un territorio ocupado por la Rumanía aliada de los nazis en la antigua República Soviética de Ucrania. Se calcula que régimen del mariscal Antonescu mató allí a tiros o dejó morir de hambre y frío a unos 300.000 judíos soviéticos y rumanos. Beris sobrevivió al infierno y dedicó parte de su vida a mantener viva la memoria de lo ocurrido.

Debido al trauma sufrido, que le acompañó en forma de pesadillas para el resto de sus días, Beris perdió la memoria en Transnistria. Al volver a Rumanía tuvo que empezar la escuela de cero. Beris fue a la universidad y se especializó en estudios genéticos, gracias a lo cual llegó a crear una nueva raza porcina, la línea paterna Peris 345.

Más allá de sus estudios genéticos, Beris visitó a lo largo de su vida numerosas escuelas e institutos para hablar a los más jóvenes del horror nazi. En una entrevista de televisión, Beris tuvo el pundonor de quedarse en el estudio y refutar las mentiras del patriarca del antisemitismo rumano, Ion Coja. Este pretendido historiador ha traducido Los protocolos de los sabios del Sión al rumano y ha seguido insultando y llamando mentiroso a Beris hasta el momento mismo de su muerte, pero esta semblanza de la luminosa vida de Liviu Beris no merece terminar con una referencia a un personaje tan siniestro.

Beris demostró como pocos que el amor puede imponerse a los impulsos más execrables del ser humano. Vivió con entusiasmo y un compromiso emocionante y a veces doloroso con la verdad que ha de servirnos de inspiración a los que de momento nos quedamos. La crónica que sigue la escribí en 2010 después de un acto en el que tomó la palabra Beris.

Este miércoles, al mismo tiempo que cientos de judíos de otras muchas ciudades europeas, la comunidad israelita de Bucarest pidió en la Gran Sinagoga la libertad del joven soldado Guilad Shalit. Guilad fue secuestrado en 2006 por los terroristas de Hamás, en una emboscada en territorio israelí. Desde entonces vive encerrado como un perro en algún lugar de la franja de Gaza, y sólo se sabe que no le han matado por los vídeos periódicos que envían sus carceleros a la familia y la opinión pública israelí.

En los bancos casi llenos de la Gran Sinagoga coincidieron el miércoles jóvenes de aspecto sano y feliz con dignos supervivientes de un mundo destruido que sólo queda en los libros y en sus memorias. Antes de comenzar, un hombrecillo viejo y encorvado vestido de traje oscuro y sombrero escribía sin parar en hebreo, de derecha a izquierda, en una libreta ajada. Quizá se llamara Arnold Marcovici, como se leía frente a él en una placa incrustada en la madera del banco. A su lado, viejos compañeros se saludaban afectuosamente en rumano tocados por las cómicas kipás de colores, con la alegría natural de los reencuentros esperados. Por edad, algunos podrían haber vivido el Holocausto. Como el genetista Liviu Beris, presidente de la Asociación de Judíos Rumanos Víctimas del Holocausto, que más tarde encendería al público con un discurso muy sentido lleno de nervio.

Dirigido con brío por el joven presidente de la comunidad de Bucarest, el cineasta y economista Erwin Simsensohn, el acto fue vivo y entretenido, emotivo y elegante al mismo tiempo. Leyeron discursos el embajador de Israel y el presidente de la Federación de Comunidades Judías de Rumanía, el doctor Aurel Vainer. Se cantó Hatikvá, el himno de Israel, y la canción Shir Lashalom, según explicó Simsensohn un símbolo de los esfuerzos de paz en Israel cuya letra encontraron en el bolsillo de Isaac Rabin después de ser abatido por un ultranacionalista israelí. El rabino rezó con todos los presentes la oración por los soldados, y se proyectó un vídeo de Guilad capturado pidiendo la liberación de su familia antes de que tomara la palabra Liviu Beris.

Menudo y achacoso pero aún enérgico, con gesto airado y decidido, Beris tomó el micrófono para recordar los años 30 de su niñez, cuando en los mítines de la extrema derecha rumana se gritaba “¡Judíos, idos a Palestina!”. Ahora basta recorrer Europa, la Europa que forzó al sionismo a millones de judíos indiferentes, para ver escrito lo contrario en miles de paredes de todas las capitales, dijo levantando un dedo acusador. “¡Judíos fuera de Palestina!”, qué macabra ironía histórica. Los aplausos más cálidos de la tarde interrumpieron la traducción al inglés que Simsensohn hacía para los no rumanos. Beris dijo que, como quienes fueron asesinados en el Holocausto, Guilad está secuestrado por ser judío, y levantó la voz para pedir a Europa y América, “a los países democráticos”, que rompan cualquier contacto con los terroristas. Lo contrario, clamó con emoción, es comportarse como Chamberlain lo hizo con Hitler –y pronunció el nombre del führer con perfecto acento alemán–. Fuertes aplausos interrumpieron de nuevo a Simsensohn.

Beris volvió a acercarse al micrófono para recordar que la de la existencia de Israel es “la primera batalla del mundo libre”, que si pierde Israel pierde Occidente y ganan sus enemigos. Esperó la traducción y bajó finalmente el tono. Se excusó por la dureza de sus palabras y la violencia de sus verdades y pidió que le comprendieran: hace mucho, siendo adolescente, Liviu Beris había pasado por la muerte.

 
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