Nos hemos acostumbrado tanto a estos ataques internacionales, a lo largo de los años, que parece el Día de la Marmota, pero no podemos rendirnos ante la fatiga de la indignación. Llega un momento en la vida de una organización cuando se vuelve tan podrida que la única forma que queda es erradicar el veneno que lleva adentro. Amnistía Internacional ha llegado a esa etapa.
La organización, fundada en 1961, se autodenomina un “movimiento popular” cuya visión es “un mundo en el que todas las personas disfruten de todos los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Si busca en Google “principales violadores de derechos humanos en el mundo”, verá países como Siria, Yemen, China, Irán, Egipto, Corea del Norte, República Centroafricana, Burundi, Congo, Birmania, Libia, Venezuela, Eritrea, Rusia y Nigeria.
Un país que no verá en estas listas es Israel, el único estado judío del mundo y la única democracia libre en el Medio Oriente. Y, sin embargo, este fue el único país que Amnistía eligió para entregar un informe mordaz, acusándolo de ser un “estado apartheid” con un “cruel sistema de dominación” que estaba cometiendo “crímenes contra la humanidad”.
“Descubrimos que las crueles políticas de Israel de segregación, despojo y exclusión en todos los territorios bajo su control equivalen claramente al apartheid”, declaró la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnès Callamard, en una conferencia de prensa en Jerusalén.
La indignación contra este último ataque internacional contra Israel ha sido generalizada. Elliot Abrams lo llamó “un documento sorprendentemente deshonesto cuyos prejuicios contra el estado judío saltan a la vista en cada una de sus 280 páginas”. La ADL calificó el informe como “un esfuerzo por demonizar a Israel y socavar su legitimidad como estado judío y democrático. En un entorno de creciente odio antijudío, este tipo de informe no solo es inexacto sino también irresponsable y probablemente conducirá a un intensificado antisemitismo alrededor del mundo”.
Nos hemos acostumbrado tanto a estos ataques descarados y discriminatorios contra Israel que se siente como el Día de la Marmota. Pero no podemos permitirnos caer en la fatiga de la indignación. En cambio, deberíamos aumentar el nivel de nuestra respuesta. Las condenas ya no son suficientes. El mundo necesita una organización, llámese “Justicia Internacional”, para investigar a los llamados grupos de derechos humanos que sistemáticamente señalan y discriminan al único estado judío del mundo.
Debemos investigar a los investigadores.
Les aseguro que estarán muy ocupados, no solo con este último insulto de Amnistía Internacional, sino con el reciente insulto del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que convirtió a Israel en el primer país en estar bajo investigación permanente.
La mejor manera de defender es adoptar una política ofensiva. Estos ataques viciosos envenenan a Israel, alimentan el antisemitismo en todo el mundo y ponen en peligro la vida de los judíos en todas partes.
Estos grupos internacionales que tienen una obsesión patológica con Israel han tratado a sabiendas al estado judío mucho peor de lo que han tratado a los mayores violadores de derechos humanos del mundo. Eso es puro antisemitismo. La única forma en que se detendrán es si saben que hay un precio que pagar por una discriminación tan flagrante.
Si esto significa que Amnistía Internacional dedicará más tiempo a perseguir a los regímenes más perversos del mundo, entonces Justicia Internacional significará justicia para los judíos y justicia para el mundo.
David Suissa es editor en jefe y editor de Tribe Media Corp y Jewish Journal. Se le puede contactar en davids@jewishjournal.com. Presentado en JNS.org, este artículo fue publicado por primera vez por el Jewish Journal .
Es vergonzoso y denigrante, que amparándose, en unas siglas AMNISTÍA INTERNACIONAL, se sirvan de ellas para verter mentiras y manipulación pudriendo con ello para lo que fue creado