Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial y ya durante la denominada Guerra Fría, el podio de las tres mayores potencias nucleares estaba formado por Estados Unidos, Rusia y Ucrania. Precisamente con el colapso de la Unión Soviética, Ucrania heredó en 1991, 3.000 armas nucleares dejadas por Moscú en su territorio. Tres décadas después, sin embargo, Ucrania está desnuclearizada. Hay interrogantes para plantear. ¿Qué pasó en los últimos 30 años para que Ucrania pasara de ser una potencia nuclear a ser un país brutalmente invadido por su muy nuclearizado vecino Rusia? ¿Rusia dice la verdad cuando alega que Ucrania ha intentado adquirir armamento nuclear?
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En 1990, Ucrania decidió renunciar a las armas nucleares a cambio de seguridad y reconocimiento como país independiente. El acuerdo que se llama el Memorándum de Budapest quedó firmado en 1994 en Hungría entre el gobierno de Ucrania, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos. Ucrania se comprometió a adherirse al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y devolver a Moscú las ojivas dejadas en su territorio. En contrapartida a la desnuclearización de Kiev, los gobiernos de Rusia, Estados Unidos y Reino Unido se comprometieron a “respetar la independencia, la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania” y “abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza” contra el país.
Ucrania sostiene (y con razón, fundamentos y con enojo especial para los firmantes del acuerdo siempre mirando grotescamente para el costado) que Rusia violó el tratado por primera vez en 2014, cuando invadió y anexó Crimea, la región en el este del país donde se encuentran la base naval rusa en Sebastopol y la Flota del Mar Negro. Rusia hizo lo que quiso. Y Ucrania no encontró a nadie que lo apoyara. El Memorándum de Budapest volvió a ser violado en el mismo año 2014 cuando el Kremlin, sabiendo que gozaba de impunidad internacional total, apoyó a los grupos separatistas pro rusos que lideran desde entonces rebeliones en las provincias de Donetsk y Luhansk, en la frontera este de su territorio y que fueron la excusa banal para iniciar la actual invasión. Zelensky vio venir la invasión, Estados Unidos la anunció y la UE se hizo eco. Zelensky vio como el presunto apoyo se consumía en palabras e invocó el Memorándum de Budapest, pero el 24 de febrero Rusia invadió Ucrania y hace un mes que está cometiendo crímenes de guerra que si hubiera un Tribunal en La Haya con sólo un poco de seriedad debería juzgar y condenar a Putin, sus ministros, Generales y demás perpetradores con severidad y seriedad. Pero esto último es pura utopía.
Putin, como cualquier criminal de guerra, no mide distancias cuando tiene que echar mano a lo que sea. Por consiguiente, no tuvo ningún empacho para invocar el Memorándum de Budapest al revés, y muy tranquilo dijo que en realidad Ucrania abandonó el Memorándum porque tiene la intención de volver a tener un arsenal nuclear y que Estados Unidos está dispuesto a ayudarla en ese objetivo. A Putin no le importó hacer declaraciones falsas. Para él han sido una de las herramientas que ha utilizado, y seguramente seguirá utilizando en cualquier tipo de negociación, para señalar que al querer armarse nuclearmente Ucrania estaba planificando acciones de agresión contra Rusia y que él, debía defenderse.
Un informe publicado por la BBC señala que el debate interno en Ucrania en cuanto a si no se debió quedar con algo de armamento nuclear antes de entregarlo todo, resurgió con fuerza ahora. Uno de los expertos allí consultados señala que “Hay un concepto defendido por algunos en el área de Relaciones Internacionales que se llama disuasión o paz nucleares. Según ese concepto, los países que tienen un arsenal nuclear tienen menos riesgo, no porque realmente puedan usar sus armas, sino porque las usan como garantía o amenaza ante cualquier intento de ataque”. Sin embargo, la presencia de armas nucleares está lejos de representar una garantía o la percepción de la paz. Dice la BBC que “Los conflictos que involucran a las potencias nucleares son siempre más peligrosos y tensos, como es el caso del enfrentamiento entre Pakistán e India que se prolonga desde hace años”. Hoy, eso es teoría y buenos deseos.
A pesar de las amenazas de Putin, del peligro latente que dictadores con armas nucleares son una amenaza constante, hay expertos que también cita BBC que señalan que “No vemos ninguna razón por la que Moscú usaría armas nucleares contra Ucrania. No sólo porque cualquier material radiactivo tan cerca de su frontera podría ser peligroso, sino también porque probablemente no quieran destruir el país y la población ucraniana, ya que su plan parece ser incorporar el territorio a Rusia”. Política y científicamente es muy razonable, pero en este mes de invasión Rusia no ha demostrado ninguna acción que esté ni cerca de lo razonable. Ha bombardeado y destruido hospitales, escuelas, centros comerciales. Ha asesinado gente que estaba en las calles haciendo cola por un pedazo de pan. Cuando se toman decisiones tan brutales, no se puede esperar un razonamiento normal. Y eso está en el centro de las interrogantes de cómo y cuando puede terminar la invasión y la interminable lista de consecuencias y cómo y quienes las podrán abordar.
¿Por qué Putin y sus empleados del gobierno están tan tranquilos de que no tiene por qué esperar ninguna agresividad desde la ONU, no importa las acciones criminales diarias que perpetre? ¿Por qué está más concentrado en ver cómo maneja las sanciones económicas y cómo tritura la resistencia ucraniana? Un solo ejemplo alcanza para dar una de las respuestas a interrogantes tan siniestras.
Hoy jueves, mientras están muriendo civiles ucranianos, mientras siguen llegando millones de refugiados a toda Europa, el Consejo de Derechos Humanos está reunido en Ginebra para escuchar que un patán con título de Profesor, Michael Lynk, que cobra un altísimo salario por hacer informes sin siquiera ir al lugar de los hechos, les lea a los miembros del Consejo (la mayoría dictaduras) un informe donde dice que Israel está cometiendo apartheid y donde no se menciona ni una vez al movimiento terrorista Hamas. Lynk sabe que hoy han aumentado los ingresos de palestinos desde la Margen Occidental y desde Gaza para trabajar en Israel. También sabe (aunque no le importe) que no se cortaron los ingresos de trabajadores, aunque ha habido cuatro ataques terroristas en suelo israelí contra civiles en los últimos 7 días, el último, el martes de esta semana con cuatro asesinados en un centro comercial. Para Lynk los permisos son “una forma de explotación de un grupo racial”.
Tal como lo describimos en nuestro título de hoy: los amorales son imperturbables. Rusia violó un acuerdo que había firmado con Estados Unidos y Gran Bretaña, arrasa Ucrania, y dice que el que violó el acuerdo es Ucrania. Casi el mismo día que Hamas festeja el asesinato de cuatro civiles israelíes, un funcionario de la ONU acusa a Israel de apartheid y no menciona el terrorismo en su seudo informe. Los amorales son imperturbables. Pero no son inimputables. Aunque Rusia crea lo contrario y Bachelet y sus empleados y secuaces del Consejo de DDHH también se crean intocables, hoy no es tiempo de silencios. Las víctimas de los amorales sufren y mucho. Pero llegará, porque a la larga siempre llega, el momento que los amorales no puedan seguir vejando al prójimo impunemente.
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