Hastings Ismay, el que fuera ayudante militar de Churchill y posteriormente primer secretario general de la Alianza Atlántica, plasmó como nadie el espíritu de la OTAN. Según el barón Ismay, la OTAN servía para tener a los americanos in –dentro–, a los alemanes down –abajo– y a los rusos out –fuera–.
Esta es la filosofía que necesita Occidente para vencer a Rusia, un país que, en palabras de Borrell, bajo las órdenes de Putin representa a las fuerzas del mal.
En primer lugar, desde hace algunas décadas los Estados Unidos parecen más interesados en el precio del maíz de Arkansas o en cuál será el primer anuncio después de la Super Bowl. En segundo lugar, los alemanes han aprovechado su posición de motor económico de Europa para establecer un oscura y extraña red de intereses financieros y energéticos con Moscú que limita su capacidad de reacción. Por último, Rusia parece no haber renunciado a la estrategia de extensión de la oscuridad, cuyo primer episodio se está viviendo en Ucrania.
Ante este panorama, se hace necesario aplicar la lógica del barón Ismay implicando a Washington en la seguridad europea, apartando a Berlín al menos hasta que aclare en qué lado está y, sobre todo, expulsando a Rusia del club de la Europa civilizada, al menos hasta que de verdad decida convertirse en un actor que respete las reglas del juego.
Los hasta hace poco países neutrales se han cansado de serlo
En medio de esta situación que nos recuerda al final de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de Estados se plantea que la OTAN es la única opción viable para mantener la supervivencia y la dignidad. Este grupo es amplio y comprende tanto a los que ya entraron en la Alianza como a aquellos que buscan entrar.
Entre los segundos encontramos a Suecia y a Finlandia, unos invitados inusuales que hasta hace poco defendían con orgullo su condición de países neutrales sin intención de integrarse en la OTAN. Sin embargo, la salvaje invasión rusa de Ucrania y las continuas violaciones de su espacio aéreo y marítimo hacen de la OTAN la única opción que Estocolmo y Helsinki tienen para seguir siendo estados independientes.
Al contrario de lo que ocurrió con las últimas ampliaciones de la OTAN, la de aquellos que estuvieron bajo la órbita de la URSS, la incorporación de Suecia y Finlandia sería sencilla y de forma rápida. La diferencia fundamental estriba en que mientras que en el caso de los países de Europa central y oriental hubo que hacer una transformación de su cultura estratégica, Finlandia y Suecia son Estados que comparten valores y visiones con el resto de los miembros de la OTAN.
Tanto Suecia como Finlandia son miembros activos de los programas cooperativos de la Alianza Atlántica (Partnership for Peace y Euro Atlantic Partnership Council) en los que se trabaja activamente la interoperabilidad de los ejércitos, y como consecuencia de esta cooperación ambos Estados ya han participado en misiones de paz lideradas por la OTAN en lugares como Bosnia, Kosovo y Afganistán.
Si bien es cierto que las poblaciones de Suecia y Finlandia no se han visto atraídas por la Alianza, hechos como la aparición de un submarino nuclear ruso en aguas de Estocolmo, el hackeo ruso de los servidores de los ministerios de Defensa y Exteriores finlandeses o las incalculables violaciones del espacio aéreo de Suecia y Finlandia han hecho que sus poblaciones reconsideren su neutralidad para inclinarse por la entrada en la OTAN.
¿Son amenazas creíbles?
Al igual que ocurrió cuando España fue invitada a unirse a la Alianza Atlántica (1981), Rusia ha vertido amenazas sobre Suecia y Finlandia. Aunque resulta complicado valorar la credibilidad de la amenaza, de lo que no hay duda es de que Rusia tratará de usar todos sus recursos para frenar la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN.
No debemos olvidar que, en el caso de Montenegro, Rusia intentó incluso asesinar a su jefe de Gobierno semanas antes de que este firmara la adhesión, lo que nos muestra hasta dónde puede llegar el Kremlin.
La pregunta que nos queda ahora por resolver es cuál será la actitud de aquellos aliados, como Hungría, que tienen una relación cercana a Rusia o de aquellos, como Alemania, que dependen energéticamente de los hidrocarburos rusos.
Esperemos que al contrario de lo que ocurrió en 2008, cuando se valoraron las candidaturas de Georgia y Ucrania, pese más el futuro de los habitantes de Suecia y Finlandia que los intereses económicos de los políticos alemanes. Si el peso de lo económico se impusiera de nuevo a los intereses estratégicos de Occidente, tendríamos que volver a plantearnos si aplicar la máxima de Hastings Ismay en la que se proponía que los americanos estuvieran in, los rusos out y, sobre todo, los alemanes down.
De momento, todo apunta a que los Gobiernos de Suecia y Finlandia están manteniendo contactos para presentar conjuntamente y a mediados de mayo sus respectivas solicitudes para unirse a la OTAN. De aquí a entonces, veremos si esta intención se hace realidad.
En todo caso, esas presiones, son un motivo mas para ingresar en ella, y no lo contrario …si algo necesitaba la OTAN para revindicárse y justificar su existencia, ese «algo» le ha sido servido por Putin en bandeja de plata …
y si para «algo» es llamada a servir la brutal invasion de Ucrania, y el genocidio perpetrado sobre su suelo por el ejercito ruso al dictádo de Putin, es para tomar conciencia de la necesidad imperiosa de unir fuerzas, frente a la amenaza comun que representa este sujeto para la paz la estabilidad, y el equilibrio de fuerzas a nivel internacional