“Éramos una familia normal. Seis hermanos. Papá y mamá. Hasta que mi hermano Uriel cayó combatiendo a terroristas de Hezbola en Líbano en 1998, y luego mi hermano Eliraz, en la frontera con Gaza en el 2010, cuando intentaba impedir que terroristas de Hamas se infiltren a la localidad de Kisufim y perpetren allí un atentado”.
Recordamos siempre estas palabras de Avihai Peretz tiempo atrás, con motivo de Iom HaZikaron, el Día Recordatorio de los Caídos. Irradiaba dolor y firmeza al mismo tiempo, convicción de que hay que seguir adelante, construyendo y desarrollando a Israel. Está seguro que eso es lo que le legaron sus hermanos. Y su mejor avigo Dvir, que también murió combatiendo a Hamas.
Hace unos años, Avihai y su hermano Eliasaf, fundaron el proyecto “Nuestros hermanos”, para incentivar precisamente a los hermanos de caídos a compartir sus testimonios, lo cual suelen hacer generalmente los padres. Pero el objetivo es también garantizar que la memoria de los muertos se perpetúe por más tiempo. Y este año, dado que por el Coronavirus no es posible realizar encuentros en casas particulares para compartir esos testimonios, ni tampoco grandes actos públicos, el citado proyecto agregó una nueva iniciativa llamada que en inglés fue llamada “Connect2Care”.
“Muchos miles de personas participaron en centenares de encuentros en el marco del proyecto de los hermanos y esta vez, por la situación, decidimos buscar la forma de encontrarnos donde podemos, en encuentros online”, cuenta Avihai. “Hemos organizado mucho más de un millar de encuentros de esta forma en los que participaron muy numerosos israelíes». En aquel momento, ya eran casi un millón.
Uno de los ejemplos más emocionantes sobre los que contó fue que en este marco, una mujer de 84 años que perdió a un hermano hace décadas, iba a hablar públicamente por primera vez para contar sobre el dolor que vivió.
Y pasó a contar sobre los hermanos que perdió.
“Uriel nació en 1976 y Eliraz en 1977, ambos en Sharem al-Sheij en el Sinaí”, contó Avihai. “ Era antes del acuerdo de paz con Egipto. En 1982, mi familia pagó el precio de la paz, porque tuvimos que evacuar nuestra casa cuando Israel devolvió el Sinaí a Egipto. Mientras la familia viajaba hacia Eilat y de ahí a Jerusalem, mis hermanos miraban hacia atrás y mi madre les dijo: ´hijos queridos, no miren al pasado sino al nuevo futuro que construiremos en la tierra de Israel´. Y ese fue siempre nuestro enfoque”.
La madre, Miriam Peretz, una figura singular muy querida en Israel,ex directora de escuela, fue galardonada hace pocos años con el Premio Israel, por el mensaje de constante aliento y la educación hacia la paz y el amor al país y el pueblo que siempre irradia. Fue candidata a Presidente de Israel.
Avihai recuerda cuando Uriel, el mayor de los hermanos, quiso ir a una academia pre militar desde adolescente hasta fin de secundaria. “No era el típico muchacho para algo así, alguien que uno pensara que llegaría a una unidad especial, pero logró llegar a la unidad élite Saiéret Golani, por su actitud”. Con una sonrisa, cuenta que cuando quiso pasar las pruebas para llegar a esa unidad, el comandante le dijo que no podrá llegar allí porque no es fuerte y es de complexión pequeña. “No parecía apto para eso. Tuvo que estar trabajando en la cocina dos meses, cortando papas y cebollas. Pero hacía todo de una forma que cuando el cocinero jefe vio su dedicación, le dijo al comandante que le dé una oportunidad. Así fue, Uriel tuvo éxito y llegó a ser combatiente”.
Y agrega: “Cuando Uriel empezó 1° de escuela, se dirigió al autobús que lo estaba esperando, llevando un portafolios grande y pesado por todos los libros y la comida que mamá le había preparado. Él era bajo, chico y el escalón era muy alto. Y al tratar de subir, casi se cae. Mi madre trató de ayudarlo, pero él se dio vuelta y muy firme, con 6 años, le dijo tres palabras: ´Mamá, yo puedo´. Estaba claro desde entonces que tendría fuerza para lidiar con todos los obstáculos que se le presentaran”.
Fue por esa determinación que quiso y supo liderar soldados, hasta que él mismo cayó el 24 de noviembre de 1998, combatiendo a terroristas de Hezbolá.
“Cuando él murió”, recuerda Avihai, “mi otro hermano, Eliraz, estaba en la misma unidad, Saieret Golani. Pero aún no había terminado el curso de combatiente. Pasamos la shivá, la semana de duelo, llorando a Uriel. Pero al terminar, Eliraz decidió que desea continuar sirviendo en la misma unidad”.
Avihai pregunta y él mismo contesta. “Uno podría preguntarse por qué quiso seguir allí, después de haber perdido a su hermano. Y quizás la respuesta está en algo que ocurrió cuando él estaba en la secundaria y viajó con su clase, como se acostumbra, a Polonia, a ver de cerca lo que habían sido los campamentos de concentración y exterminio, para saber lo que le ocurrió al pueblo judío durante la Shoá. Al volver, mi mamá le reveló las fotos: 400 fotos. Y vio que absolutamente todas, eran de flores, de distintos colores y distintas formas. Sólo flores. Le preguntó por qué no había tomado fotos de otras cosas y Eliraz le contestó: ´Mamá, esta flor es Aharon, ésta es Yosef, este es Moshe, Ionata…todos los niños de Israel. De los judíos muertos, quemados y asesinados por los nazis, y de la tierra que los cubrió, nacieron esas flores. Y yo, mamá, no permitiré que eso vuelva a pasar nunca más´”.
En Israel, explica Avihai, si cae un soldado y alguno de sus hermanos quiere ir a una unidad de combate, precisa una firma especial de los padres autorizándolo. “Imaginen a mis padres en las oficinas de los oficiales, firmando no un cheque sino una firma por la vida de su hijo. Le firmaron a Eliraz aunque había caído Uriel y luego a mí y a Eliasaf. Todos estuvimos en la misma unidad. Y firmaron, porque creían que la vida y la muerte depende únicamente de la buena voluntad de Dios”.
Este año, debido al Coronavirus, las familias de los caídos no pueden visitar las tumbas de sus seres queridos en Iom HaZikaron. Sí podían hacerlo estos últimos días, pero para evitar aglomeraciones peligrosas, se lo prohibió para la fecha formal recordatoria. Miriam Peretz fue a la tumba de sus hijos, ubicadas a pocos metros una de la otra, antes de la fecha. Y dijo que no piensa discutir con la orden. “Yo quiero vivir, y sé que mis hijos habrían querido que me cuide”, contó en una entrevista al periódico “Yediot Ahronot”.
Y Avihai agrega: “Cada año, mi madre duda junto a qué tumba pararse durante la sirena. Están a tres metros uno del otro. Mi madre piensa cada vez con quién estar. Este año, estaremos todos por Zoom, para que muchos puedan compartir su historia”.
Para Avihai Peretz, el recuerdo no es sólo del ser querido en lo personal. “Recordaremos hoy a los que luchan por Israel, por nuestra nación y sus valores, por el respeto humano, el odio a la guerra, por un Israel que apuesta al conocimiento y al desarrollo, con el único objetivo de mejorar el mundo”.
Preguntamos a Avihai si, como hermano de duelo, le resulta difícil la proximidad entre Iom HaZikaron y Iom Haatzmaut.
“Es muy complicada esa cercanía”, respondió. “En la víspera de Iom Haatzmaut, al terminar Iom HaZikaron, siempre vamos a la sinagoga. Y yo lloro y tengo lágrimas en mis ojos, pero tengo también felicidad en mi corazón porque aunque es muy triste haber pagado el más alto precio para establecer nuestro Estado, es hermoso tener a Israel”.
Y agrega : “Es más. Creo que no tendríamos Iom Haatzmatut si no tuviéramos también a Iom HaZikaron, si no hubiera habido gente que cayó defendiendo al país. Pagamos un alto precio, pero fue para vivir. El valor sagrado de Israel es la vida. No tendría sentido el precio pagado, si no continuáremos viviendo y desarrollando a Israel, apostando a su excelencia en ciencia, educación, economía y relaciones humanas. Ese es el objetivo central”.
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