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| sábado noviembre 16, 2024

KORAJ 5782


B’H

Números 16:1-18:32

Koraj induce a un motín desafiando el liderazgo de Moshé y la entrega de la Kehuná (sacerdocio) a Aarón. Se suman al motín dos enemigos de Moshé, Datán y Avirám, y 250 miembros distinguidos de la comunidad, que ofrecen el santo ketoret (incienso) para probar que son meritorios del sacerdocio. La tierra se abre y traga a los rebeldes, mientras un fuego consume las ofrendas de ketoret.

Una subsiguiente plaga es frenada por la ofrenda de ketoret de Aarón. Su vara milagrosamente florece con almendras para probar que su designación como Sumo Sacerdote es de origen Divina.

Di-s indica las leyes de trumá (ofrendas) de cada cosecha de grano, vino y aceite de oliva, todos los primogénitos del ganado ovino y vacuno, junto a otras dádivas específicas entregadas a los Kohaním

 

DE “LIDERES” Y LIDERES

 

Mucho se habla en nuestros tiempos  de la “crisis de liderazgo”. No solamente a nivel de naciones, sino a nivel de comunidades, faltan líderes compenetrados con las necesidades y expectativas de los que esperan ser dirigidos por ellos. Es por eso que surgen “líderes”, así, entre comillas, que llevados por su soberbia terminan convirtiéndose en dictadores que sólo piensan en su beneficio particular.

Pero eso no es nuevo. En nuestra parashá tenemos dos ejemplos, el del LÍDER con mayúscula y el “lider” entre comillas.

Koraj, integrante de la tribu de los sacerdotes, los levitas, miembro de la familia más destacada de la tribu, la de Kehat, llevado por su soberbia, considera que Moshé fracasó al no llevar al pueblo a la Tierra Prometida y quiere convertirse en “líder”. Por su parte, Moshé, quien guiado por su humildad llegó a decir “Quiera Di-s que todo el pueblo profetizara…”, queriendo significar que todos merecían llegar al nivel de profecía que él tenía, era un LÍDER.

El primero terminó siendo tragado por la tierra y nada quedó de él. El segundo dejó un legado que todavía es una guía para la humanidad toda.

Palabras que salen del corazón entran al corazón.

Ollas de latón

Por Lazer Gurkow

Como cuenta la sección de la Torá de esta semana, Kóraj condujo una rebelión contra Moshé y Aarón. Doscientos cincuenta seguidores de Kóraj hicieron con descaro el rito de la ofrenda del incienso, algo sólo reservado al gran sacerdote. Fueron castigados, pero las ollas de latón que usaron en su ofrenda mal intencionada fueron rescatadas. Di-s indicó que fueran utilizadas como protección del altar. ¿Por qué se incorporaría la olla de un pecador al altar de la redención?

La simple razón que se da es que serviría como recordatorio al pueblo de que nunca debían volver a rebelarse. Pero tiene que haber un nivel más profundo, un aspecto positivo de este notable giro en la historia.

Los maestros jasídicos señalan que cada metal utilizado en la construcción del Tabernáculo representaba un rasgo del carácter humano. El oro indica el asombro; la plata, el amor; y el latón, la convicción y la fuerza de carácter. Kóraj y sus hombres estaban sin duda hechos de latón, preparados como estaban para sacrificar sus vidas en el altar de la convicción.

Montaron el caballo equivocado, pero sí que sabían cómo montar. Su convicción era meritoria aunque su elección hubiera sido trágica. Por eso Di-s indicó que las ollas de latón fueran incorporadas al altar, pero que los carbones calientes que estaban dentro (también usados para el rito del incienso) se desecharan. Esto demuestra que Di-s no aprobó la naturaleza del sacrificio pero valoró el sacrificio en sí mismo.

El mensaje al pueblo era simple: o repitan el error de Kóraj, pero aprendan de la manera en que prosiguió. Encuentren esa fuerza dentro de ustedes, pero empléenlas al servicio de Di-s.

A Kóraj se le otorgó un don del que abusó. Necesitamos utilizar ese mismo don de manera positiva. La fuerza de carácter es útil cuando, por ejemplo, los escépticos y los detractores nos asedian y cuestionan nuestros valores.

Cuando las dudas atraviesan nuestra mente, cuando las preguntan nos invaden, la convicción nos sostiene mientras encontramos las respuestas. Cuando nuestra fuerza se erosiona a causa de tentaciones y placeres cobardes, dependemos de nuestras reservas interiores hasta que pase el momento de debilidad.

En resumen, cuando nuestro ego, nuestro corazón o nuestra mente pierden entusiasmo, una fe inquebrantable nos mantendrá de pie.

Esta parte de la Torá viene de la mano de la historia que leímos la semana pasada, en la que el pueblo recibió la sentencia de vagar cuarenta años en el desierto. Requeriría de paciencia y de un compromiso de largo plazo sobreponerse a este periodo largo y desafiante. Esta fuerza de carácter nació de las cenizas de la tragedia de Kóraj.

Aunque la rebelión de Kóraj fue condenada, encendió un fuego en lo profundo del alma judía. Si Kóraj podía sentir tal convicción, también nosotros. Alentado por su convicción, el pueblo resolvió sobreponerse a la sentencia de los cuarenta años y llegar a la tierra prometida.

También haríamos bien en arrancar una página del libro de jugadas de nuestros ancestros. También hemos vagado durante muchos años, y también esperamos la promesa del regreso. Con la convicción de una fe inquebrantable, déjanos decidir anticipar la llegada de la redención prontamente en nuestros días, Amén. (www.es.chabad.org)

 

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