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| miércoles diciembre 25, 2024

La generación del desgaste político palestino

La generación actual, más que ser inspirada en el deseo de un Estado ha alimentado un espíritu de combate y resistencia


En la Universidad Birzeit de Ramallah el pasado 19 de mayo se llevó a cabo un proceso electoral estudiantil. El bloque islámico Al Wafaa (Lealtad islámica) que es cercano al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) obtuvo 28 de los 51 puestos disputados, por encima de los 18 puestos ganados por el bloque secular cercano al partido Fatah del presidente palestino Mahmoud Abbas.

Esto pareciera una simple elección universitaria, sin embargo, puede ser considerado el barómetro de la opinión pública palestina ya que Birzeit ha sido un bastión histórico de Fatah en los territorios palestinos y el cambio de posición es significativo lo que podría ser la bofetada de realidad de que Abbas y sus aliados han perdido legitimidad y se han debilitado frente al pueblo buscando un cambio de rumbo.

 

Lo de Birzeit expresa la “desesperanza” de la juventud palestina al manejo político actual. Esta podría incluso considerarse una generación distinta a la anterior que fue educada en luchar militarmente y políticamente principalmente por un supuesto proceso de “estatidad” palestino pero que, como señalaría en un artículo el analista Dror Yemini, socavarían cualquier posibilidad al concentrarse de cualquier forma en exigir el derecho de retorno de los millones de refugiados palestinos que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) cataloga con “derecho” a regresar a la tierra incluido territorios hoy disputados con Israel.

La generación actual, por el contrario, más que ser inspirada en el deseo de un Estado ha alimentado un espíritu de combate resistencia basados en el supuesto del honor que les ha sido arrebatado según su concepción. Esto los ha llevado a enfrentamientos aguerridos contra las fuerzas de defensa israelíes (FDI) cuando se realizan operaciones antiterroristas en los territorios palestinos y son fácilmente convencidos de realizar “actos heroicos” intentando atentados terroristas en Israel como ha pasado en los últimos meses.

Este espíritu de combate se parece al que respiraban las poblaciones civiles palestinas en los años ‘80 antes de ser motivados a lanzarse en la Primera Intifada. Es que, basados en esa esencia de “desesperanza”, han sido capaces de optar por la lucha, aunque esta al final traiga mayores perjuicios que beneficios.

En la actualidad, incluso se nutren de una educación mezclada con propaganda de odio cuyos libros de texto impulsan el repudio contra los judíos e Israel, usando en ocasiones recursos de las Naciones Unidas para lograrlo, por lo que en algún momento han perdido financiamiento hasta en programas de desarrollo, lo cual no ha evitado que se siga realizando la propagación de este mensaje nocivo, ya que, como expresara el analista Yemini, “la incitación es más fuerte que la comida”.

Regresando al elemento político, no está de más mencionar que los palestinos no han tenido elecciones desde el año 2006, cuando fue Hamas el ganador. Hubo un rechazo a aceptar su victoria argumentándose que esto podría acarrear problemas de legitimidad ante la falta de apoyo internacional, principalmente por su negativa de reconocer el derecho de existencia de Israel. Incluso en 2021 se realizaron elecciones parlamentarias que fueron suspendidas y se convirtió en parte del caldo que nutrió la ola de violencia que se desató en mayo de ese año, esto porque se pronosticaba que los bloques apoyados por Hamas ganarían o que la profunda división del liderazgo de Fatah terminara de debilitar y hacerlos colapsar de cara a los grupos islamistas.

Es cierto que el liderazgo principal de Hamas ha sido criticado por haber decidido cambiar las desventuras del enclave costero de Gaza por vivir de los goces del Golfo o de algún otro país que no esté en medio del asedio político y militar del conflicto, e incluso se les señala en algunos casos de acumular riquezas exorbitantes. Tal es el caso de Ismail Haniye, de quien se estima posee USD 4 mil millones en su reserva personal; o Khaled Mashal, con USD 5 millones en su capital, ambos viviendo en el extranjero en una condición que no está al alcance de cualquier palestino.

Aun así, la política palestina de la ANP y el liderazgo de Abbas son criticados y señalados porque viven en condiciones económicas desmedidas en las narices de los propios ciudadanos palestinos. En 2016 se mencionaban negocios de él y su familia por más de USD 100 millones. A esto se suma la represión que emprende contra la oposición política e incluso contra la prensa.

Sobre lo mencionado anteriormente, poco se dijo del asesinato del disidente político Nizar Banat, matado por las fuerzas palestinas en junio de 2021.

Es a través de este tipo de elementos que se va permeando la opinión pública en este caso palestina para que por un lado se levanten contra su propio gobierno, buscando ser liderados por un grupo considerado “menos corrupto” y finalmente sea incentivada la explosión pública interna para dar el paso en un enfrentamiento contra Israel que podría tener proporciones similares a las intifadas.

La situación actual juega con varios elementos que podrían ser parte de una tormenta perfecta: la desesperanza palestina; el statu quo entre israelíes y palestinos que no ha cambiado considerablemente quizás desde Oslo; la división interna palestina y la imposibilidad de elegir un representante mayoritario a sus intereses reales; el papel de actores externos dentro del tema; los avances y extensiones de los Acuerdos de Abraham; y también la falta de definición de un gobierno estable en Israel que en noviembre irá a sus quintas elecciones desde 2019.

Lo cierto es que, aunque la mayoría de la población hoy no se permea a favor de la violencia (exceptuando la radicalización de la población joven), no se necesita demasiado para generar la explosión de una importante ola de violencia mayor a la que se ha manifestado esporádicamente en los últimos tiempos y que esto impulse finalmente a generar apoyo de aquellos que en estos momentos no tienen definido un bando y se sientan presionados a tomar una posición radical e impulsando finalmente algo tan nocivo como los levantamientos populares que hicieron correr sangre en décadas pasadas

 
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