La Autoridad Palestina (AP) ha decidido renovar su apuesta para obtener la condición de miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas. Se espera que el presidente de la AP, Mahmud Abás, se dirija a la Asamblea General de la ONU durante su sesión anual en Nueva York, a finales de este mes, y plantee que se eleve el estatus palestino de Estado observador a miembro de pleno derecho.
En otras palabras, los dirigentes de la AP quieren que el mundo crea que los palestinos están preparados para la estadidad y que por eso ha llegado el momento de reconocer a Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU.
La verdad, sin embargo, es que ni los dirigentes de la AP ni el pueblo palestino están preparados para tener un Estado. Y la culpa recae directamente sobre los despiadados y fracasados dirigentes palestinos.
Antes de examinar y votar la solicitud de la AP, los Estados miembros de la ONU deben tener en cuenta una serie de factores.
Este intento palestino de obtener el reconocimiento de la ONU llega en un momento en que la AP parece estar perdiendo el control sobre algunas partes de la Margen Occidental, donde partidas armadas han sustituido a las fuerzas de seguridad palestinas. Los pistoleros, que pertenecen a Hamás, a la Yihad Islámica Palestina (YIP) e incluso al Fatah del propio Mahmud Abás, son responsables no sólo de ataques terroristas contra Israel, sino de las crecientes escenas de anarquía, especialmente en Nablus y Yenín, en el norte de la Margen.
Abás no quiere enfrentarse a los milicianos mientras no supongan una amenaza directa para su régimen. La presencia de pistoleros en las calles hace que el Gobierno y las fuerzas de seguridad de Abás parezcan frágiles a ojos de muchos palestinos, pero esos tipos no intentan derrocarlo. Abás no tiene nada de qué preocuparse mientras los ataques se dirijan sólo contra los israelíes.
Abás también parece tener miedo de ser tachado de «traidor» y «marioneta» israelí por su pueblo si ordena a sus fuerzas de seguridad que tomen medidas contra los pistoleros. Abás es muy consciente de que los pistoleros son vistos por la opinión pública palestina como héroes por sus ataques contra los israelíes.
Él mismo lleva mucho tiempo alabando y glorificando a los palestinos que llevan a cabo ataques terroristas contra Israel. A principios de mes volvió a expresar su apoyo a los palestinos encarcelados por Israel por su implicación en el terrorismo:
Estos prisioneros son héroes y símbolos del pueblo palestino. Estamos orgullosos de ellos.
Abás no va a enviar a sus fuerzas de seguridad a detener o desarmar a esos pistoleros a los que ensalza como «héroes». Sabe que, en el momento en que lo haga, la opinión pública palestina se rebelará contra él.
Abás, que ni puede ni quiere poner coto a unos cuantos centenares de hombres armados en dos grandes ciudades palestinas de la Margen, quiere que las Naciones Unidas, sus Estados miembros y el resto del mundo crean que está preparado para dirigir un Estado. Si no puede enviar a sus oficiales a confiscar un M-16 a un pistolero revoltoso en Yenín o Nablus, ¿cómo se puede confiar en él para evitar que el futuro Estado palestino se convierta en una plataforma para que haya más terrorismo en la región?
¿Alguien cree seriamente que Abás o cualquier otro dirigente palestino desplegaría tropas a lo largo de la frontera con Israel para detener los ataques terroristas? ¿Alguien cree seriamente que Abás y sus compinches en la AP sobrevivirían un solo día si las fuerzas de seguridad de Israel, que les protegen de su propio pueblo, abandonaran la Margen?
Abás y sus hombres perderían sin duda sus hogares (y también posiblemente la vida) a manos de las organizaciones terroristas Hamás y YIP, respaldadas por Irán. Las encuestas de opinión ya muestran que la mayoría de los palestinos prefieren a Hamás, que brega por la eliminación de Israel, antes que a Abás y su corrupta y fragmentada Fatah.
Abás quiere que la ONU conceda a los palestinos el estatus de Estado miembro de pleno derecho, pero no puede ofrecer ninguna garantía de que ese Estado no se convertiría en una entidad terrorista armada y financiada por el régimen de Irán y sus peones.
Los Estados miembros de la ONU también deben tener en cuenta que Abás y la AP fueron expulsados de Gaza por Hamás en 2007. Desde entonces, Abás ha perdido el control sobre los dos millones de palestinos que viven en el enclave costero.
Abás quiere que la ONU reconozca a Palestina como Estado cuando, literalmente, no tiene ningún control sobre la mitad de los palestinos que viven dentro de las líneas anteriores a 1967 (Margen Occidental, Gaza y zona oriental de Jerusalén). Si Abás se atreviera a ir a Gaza, Hamás lo colgaría acusado de colaborar con Israel. Por cierto, Hamás ejecutó hace unos días a dos palestinos condenados por colaboración con Israel, precisamente.
Los dirigentes y cuadros de Hamás han acusado repetidamente a Abás y a la cúpula de la AP de traición por la coordinación en materia de seguridad existente en la Margen Occidental entre las fuerzas de la AP e Israel. Abás, que quiere que la ONU crea que es digno de dirigir un Estado independiente y soberano, está llamado a correr la misma suerte que los dos desgraciados colaboradores ejecutados por Hamás.
Abás busca el pleno reconocimiento de la ONU mientras sigue bloqueando las elecciones en la AP, detiene e intimida a sus rivales políticos, se niega a compartir el poder y amordaza la libertad de expresión.
La última vez que los palestinos celebraron elecciones parlamentarias fue en 2006, y Hamás resultó vencedor. Las últimas presidenciales se celebraron un año antes, lo que significa que Abás, de 87 años, se encuentra ahora en su 17º año de su mandato de cuatro.
Los palestinos no tienen un Parlamento funcional ni medios de comunicación libres e independientes. Sin embargo, Abás cree que es el momento adecuado para solicitar el reconocimiento de la ONU a un Estado palestino. Los palestinos están divididos en dos entidades rivales (basadas en la Margen Occidental y en Gaza), y aun así Abás quiere que el mundo crea que están preparados para tener un Estado.
El control de las fuerzas de seguridad de la AP sobre el norte de la Margen se está erosionando rápidamente, pero eso no parece molestar a Abás ni impedirle tratar de convencer a la ONU de que apoye su aspiración a un Estado.
El renovado intento de Abás de obtener la condición de miembro de pleno derecho de la ONU se produce también en un momento en el que la batalla por la sucesión en la cúpula palestina se está recrudeciendo. La decisión de Abás de ascender a su principal confidente, Huseín al Sheij, al influyente puesto de secretario general de la OLP está siendo cuestionada por varios veteranos que se consideran sucesores naturales del rais.
Abás acude a la ONU en medio de crecientes tensiones y disputas entre los principales dirigentes de Ramala, capital de facto de los palestinos. Abás ya ha señalado que le gustaría que Al Sheij le sustituyera como presidente. Sus rivales dicen en privado: «Por encima de nuestros cadáveres».
Esta lucha por el poder no es un buen augurio para la dirigencia ni para el pueblo palestinos, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez se habla más de una posible guerra civil en la era posterior a Abás.
Esto significa que el Estado palestino que Abás quiere que la ONU reconozca será inestable y estará anegado en sangre y violencia debido tanto a las disputas entre los compinches de Abás como a la lucha de poder entre Fatah y Hamás.
Más que un Estado, los palestinos necesitan un buen liderazgo. Necesitan deshacerse de los corruptos que les han privado de la ayuda internacional y les han conducido a un desastre tras otro desde principios de la década de 1970, cuando la OLP fue expulsada de Jordania por socavar la soberanía del reino.
Desde entonces, la mayor tragedia de los palestinos ha sido, con diferencia, su fracasada dirigencia. Les radicaliza hacia el fundamentalismo islámico y les priva de elecciones, libertad de expresión y ayuda internacional. Los Estados miembros de la ONU harían un gran servicio a los palestinos si preguntaran a Abás por la falta de libertad de expresión y de un Parlamento funcional en los dominios de la AP. También harían un gran servicio al pueblo palestino si le preguntaran igualmente por las torturas en las cárceles de la AP y por la continua represión de sus fuerzas de seguridad contra activistas de derechos humanos y periodistas.
Y definitivamente deben preguntarle qué medidas ha tomado para acabar con la corrupción financiera y administrativa en la AP.
Estas cuestiones son más urgentes para los palestinos que otro documento sin valor de la ONU que reconozca un Estado palestino ficticio marcado por la injerencia de brutales dictaduras islamistas.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.