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| miércoles abril 24, 2024

Entre Rosh Hashaná y Iom Kipur

Recordando una nota de la muy querida docente ya fallecida JANA LEVIN


Junto al Muro de los Lamentos (Foto: Ariel Jerozolimski)

Podríamos  aseverar que no habría Rosh Hashaná sin Iom Kipur ya que éste último es la culminación del primero basándonos en el conocido  midrash que dice que D’ sella las sentencias escritas por Él a comienzos de año.

Uniendo ambas conmemoraciones  está también el sonido del shofar que nos viene acompañando desde el mes de Elul, para recordarnos que es momento de realizar  nuestro balance espiritual antes del comienzo de un nuevo ciclo.

 

En Rosh Hashaná mientras el silencio cunde en el bet kneset escuchamos sus cuatro sonidos: tekiáh, shevarim, teruáh y tekiáh guedola y cada uno de nosotros se compenetra en sus pensamientos, sensaciones y sentimientos.

La tekiáh es un sonido extendido y nos recuerda que D’ es el Rey del universo. A Él es a quien coronamos en Rosh Hashaná, día en que recordamos la Creación del mundo.

Los sonidos entrecortados de shevarim y teruáh tienen como objetivo hacer recordar los suspiros y los lamentos del pueblo judío por generaciones, así como  despertar en la persona el arrepentimiento y regresar al camino de D’ (teshuvá).

El cuarto sonido es tekiáh guedolá (la gran tekiáh) es una nota aguda sin corte y alargada mantenida al máximo.  Esta nota significa que D’ está llamando a su gente para venir a Él.

Esta nota se toca al finalizar la lectura de la Torá y devolver el Sefer Torá a su  lugar.

Todos ellos despiertan en nosotros un sin fin de ecos: recuerdo de antepasados,  la salud que escasea,  rezos por un nuevo año de bienestar, agradecimientos por logros obtenidos.

 

En los días entre  Rosh Hashaná y  Iom Kipur no se toca el shofar y el ser humano es el responsable de recordar los sonidos del shofar y continuar con su trabajo espiritual de teshuvá (retorno).

De esta forma llegamos a Iom Kipur, inmersos en todos estos pensamientos y recuerdos  personales hasta que en otro de sus momentos culminantes, al finalizar la neilah (oración que cierra el día), se  vuelve a hacer sonar el shofar con el sonido de la tekiáh que nos estremece a todos. Esta voz nos recuerda el shofar que se tocaba en el año del jubileo «Además contarás… siete veces siete años,  ha de ser cuarenta y nueve años. Entonces harás resonar el shofar en el mes séptimo a los diez del mes, el día de las expiaciones…Santificaréis pues el año quincuagésimo y  proclamaréis  en la tierra libertad a todos sus habitantes…» dice nuestra Toráh.

 

La palabra jubileo viene de la palabra «iovel» que es sinónimo de shofar. El profeta Ezequiel llama a este año «el año de la libertad» porque en él se liberaban los esclavos.* Y con la idea de la libertad  finalizamos  los iamim noraim (días austeros o días conmovedores). Linda culminación, no es así?

 

Pero no es la única. Esta misma noche se recita la oración de Birkat  halevanáh (bendición de la luna), ceremonia que se realiza a la luz de la luna. En ella  se  le bendice por renovarse mensualmente  e ir adquiriendo cada vez mayor brillo. Uno de los pedidos, entre otros, es que la luz de nuestro satélite no se vea disminuida y que sea igual a la solar (haciendo alusión al texto del Génesis que relata que en un principio la luz del sol y la de la luna eran iguales).

Se trata, de manera simbólica, de bendecir a Israel ya que de acuerdo a nuestros sabios, nuestro pueblo se parece a la luna porque al igual que ella ha pasado y sigue pasando por diferentes fases en su larga historia renovando siempre sus fuerzas.

Que esta y todas las bendiciones se materialicen. Amén.

 
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