La crisis suscita dudas sobre los acuerdos de venta de armas y la presencia militar estadounidense en el reino.
El detonante fue la última reunión de la OPEP+, que bajo el liderazgo del país árabe decidió reducir la producción de crudo en sintonía con los deseos de Rusia, contradiciendo la petición hecha por el propio presidente de EE.UU., Joe Biden, durante su visita al reino en julio en plena crisis energética global por la guerra en Ucrania.
Tal es el malestar en Washington que la Casa Blanca ha advertido a Riad de que está evaluando la relación bilateral y desde el Congreso los demócratas han pedido que se congelen los acuerdos de ventas de armas, y hay voces que instan a que se retiren las tropas estadounidenses de suelo saudita.
En opinión del director del Proyecto de Inteligencia de la institución Brookings, Bruce Riedel, que trabajó durante 30 años en la CIA y fue asesor para Oriente Medio de cuatro presidentes, cuando EE.UU. habla de revisar la relación se refiere al ámbito militar.
«Especialmente porque los sauditas necesitan a EE.UU. mucho más de lo que EE.UU. necesita a Arabia Saudita», explicó Riedel, quien precisó que Riad no tiene otra alternativa para defenderse más que recurrir a Washington.
«Rusia obviamente no está en posición de proporcionar seguridad a nadie y China no tiene la capacidad militar de tener una fuerza de protección en el golfo Pérsico», apuntó el experto.
Si Washington optara por una reducción o repliegue de sus 3.000 soldados en territorio saudita podría trasladarlos fácilmente a Emiratos Árabes Unidos, Qatar o Kuwait.
El exsubsecretario adjunto de Defensa para Oriente Medio Michael Patrick Mulroy (2017-2019), fundador del Instituto Lobo, detalló que para EE.UU. es «muy importante» tener una fuerza en la zona ante posibles altercados con Irán o para respaldar operaciones en lugares como Afganistán.
Aun así, Mulroy no es partidario de disminuir las tropas en Arabia Saudita: «Ubicaría a nuestras fuerzas según lo que es mejor para EE.UU., no para castigar a un país», reflexionó el analista, quien ve «positiva» la cooperación con Arabia Saudita en la lucha contra el extremismo violento.
De hecho, los expertos consideran que la colaboración bilateral ha sido beneficiosa a nivel general para ambas naciones.
Pero ahora a Riad le resulta ventajoso ponerse del lado de Rusia en lo que respecta al petróleo. Riedel lo deja bien claro: «Una menor producción de petróleo supone precios más altos y eso beneficia a los países que producen crudo como Rusia y Arabia Saudita», remarcó.
A esa ventaja se suma que los rusos «nunca» han criticado al príncipe heredero saudita, Mohammed bin Salmán, por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018, porque, como Riedel subrayó, el presidente ruso, Vladímir Putin, «mata a periodistas todo el tiempo».
La directora ejecutiva de la ONG DAWN y exresponsable de Human Rights Watch en Oriente Medio, Sarah Leah Whitson, cree que Arabia Saudita, más que querer aliarse con Rusia, busca mandar un mensaje de castigo a EE.UU. por haber criticado a Bin Salmán, a quien describió como alguien «muy impulsivo» que se toma las cosas muy personalmente.
El príncipe heredero «asesina a gente, así que imagínese lo enfadado que está porque la Administración de Biden lo haya criticado enfrente de todo el mundo» por la muerte de Khashoggi.
A esa afrenta se suma que, cuando Biden viajó en julio a Yeda, Bin Salmán quería dos cosas a las que el presidente estadounidense no se plegó.
«La primera un acuerdo de seguridad al nivel de la OTAN por parte de EE.UU. y la segunda -agregó la experta-, inmunidad frente a pleitos contra él en EE.UU. por la muerte de Jamal Khashoggi».
En consecuencia, el príncipe heredero saudita decidió recortar la producción de crudo e hizo que lo nombraran primer ministro del reino para lograr la inmunidad.
No obstante, el director del Programa de la Península Arábiga del Instituto de Oriente Medio (MEI), Gerald Feierstein, descartó que la tensión actual suponga un punto de inflexión.
«EE.UU. y Arabia Saudita se han estado molestando durante 80 años», afirmó Feierstein, exvicesecretario adjunto principal del Departamento de Estado para Asuntos de Oriente Próximo y exembajador en el Yemen.
Los dos países tienen intereses comunes sobre la seguridad regional y la estabilidad de los mercados globales de energía. Por eso Feierstein auguró que seguirán «encontrando áreas» en las que pueden y deberían continuar colaborando, pese a que «la relación nunca haya sido cálida».
Ante un posible deterioro mayor de los lazos, la Administración de Biden está promoviendo el desarrollo de fuentes de energía alternativa a los combustibles fósiles.
Queda ahora por ver si el resultado de las elecciones de medio mandato en EE.UU. en noviembre afectará la relación con Arabia Saudita, ya que es el Congreso el que tiene que dar su visto bueno a los acuerdos de armas.
Feierstein no ve claro que un cambio en el Congreso a manos republicanas vaya a beneficiar a Riad, aunque Whitson y Riedel opinan que con la bajada de la producción Bin Salmán busca poner a Biden contra las cuerdas y perjudicar a los demócratas por la inflación, porque prefiere a los conservadores y en última instancia a Donald Trump como presidente tras 2024. EFE
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