El origen de los hutíes en Yemen, una agrupación que se consolida como el hermano menor del Hezbollah libanés y que ha logrado avanzar contra la Alianza Árabe liderada por Arabia Saudí y sus aliados del Golfo en la guerra sostenida.
Una crítica guerra sostenida
La guerra en Yemen es uno de los conflictos abiertos causante de una considerable crisis humanitaria como causa y consecuencia de la división histórica del país ubicado en las puertas de Arabia Saudí. La delegación de ACNUR en España estima que durante enero de 2022 una persona fue muerta o herida por cada hora y el panorama no se presume mejor hacia este año dada la destrucción de la infraestructura y el colapso del país que estima llegar hacia 2030 con más de 22 millones de pobres equivaliendo así a más de un 70% de su población bajo la línea de pobreza extrema.
Las consecuencias de la guerra son siempre un pase de factura hacia la población civil que será siempre la mayor afectada y sobre la que menos previsión de mejora en el futuro habrá. A pesar de la particularidad que el desarrollo de los hutíes presenta en territorio yemení, este conflicto no ha sido por el momento acompañado de un salto significativo de refugiados en comparación con otros escenarios del Oriente: ACNUR estima en 3.856 las personas procedentes del país que han huido y que han solicitado asilo en Países Bajos, Alemania y Reino Unido. Esto equivale al 0,012% de su población si consideramos que cuentan con más de 32 millones de personas.
Sus raíces, si bien no pueden comprenderse por fuera de las divisiones territoriales, étnicas y religiosas dentro del territorio nacional, se remontan hasta el 2011 luego del experimento fallido de las revueltas árabes o conocidas mediáticamente como la Primavera Árabe. Lo que se creían una cadena de protestas bajo el fin de producir cambios de regímenes que pudieran absorber las nuevas demandas sociales y políticas de los países islámicos, terminaron siendo también una ventana de oportunidad para las guerras internas en Siria y Yemen. En ambos casos no existieron estructuras institucionales y estatales previas que permitieran canalizar esas protestas.
La paradoja del 2011 en los países árabe ha sido que los cambios de régimen dieron paso al triunfo del islamismo tan escapado por los países árabes. En este sentido, Egipto debió recurrir al llamamiento de Abdelfatah El-Sisi para detener la expansión de los Hermanos Musulmanes, una agrupación terrorista originada en 1928 y que presenta sólidas raíces con Hamas.
La salida de Ali Abdullah Saleh dejó el poder en manos de su vicepresidente, Mansour Hadi, apostando a un intento fallido de transición política ordenada que permitiera calmar los ánimos de las protestas que se reportaban en la plaza de Saná, la capital yemení. Frente al vacío de poder y la imposibilidad de garantizar un ordenamiento creíble, el grupo separatista de los Hutíes, que se conforman como un actor proxy de la República Islámica de Irán, comenzó a ganar terreno hacia el norte del país.
El movimiento Houthi Ansar Allah, los hutíes, fue declarado organización terrorista por los Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump en 2021, pero revocada por el ingresante Joe Biden quien solo sostuvo las sanciones contra personas físicas ligadas a la organización y el financiamiento de su estructura.
Es un movimiento que se adjudica la defensa de la minoría chiita zaidí y que durante el 2015 lograron asestar un impactante golpe tras tomar la capital Saná y alertar al mundo árabe vecino que todavía sufre el cimbronazo de las protestas.
Houthi Ansar Allah
También definidos como una composición de fanáticos religiosos, el movimiento está ligado a la conducción de Badr Al-Din Al-Huthi, miembro del islamismo en la década de 1990 y quien también compartió el liderazgo, tiempo después, con Husayn, su hijo. Representantes y defensores de la minoría chiita en Yemen, este aspecto los une, al igual que Hezbollah, con la República Islámica de Irán quien se reserva para sí el padrinazgo de estos grupos en defensa del chiismo.
Fue así como Husayn Badr se apegó mucho a la revolución islámica iniciada por el Ayatollah Jomeini en 1979 y quedando obnubilado con el movimiento de masas que el movimiento político de los clérigos chiitas despertaba en Irán. Poco tiempo después y tras haber consolidado su formación política y religiosa en el país persa, Husayn y sus 13 hermanos se convirtieron en asiduos visitantes de Teherán y Beirut, la capital del Líbano, como fuente de inspiración.
Su apego a los islamistas no terminaba en Teherán, sino que llegaba a principios del 2000 hacia Osama Bin Laden, lo que acrecentó el intercambio de jóvenes miembros del clan familiar Al-Huthi hacia Sudán e Irán para recibir formación de la propia Guardia Revolucionaria Islámica y sus brigadas auxiliares.
Según fuentes consultadas, la formación recibida en Qom, la capital del radicalismo iraní, le propinó a los Al-Huthi la frase de cabecera para esos años: “muerte a Estados Unidos, muerte a Israel y muerte a los judíos”.
El brebaje ideológico, político y fundamentalista de los Hutíes se creó en la década de 1990 bajo la inspiración del germen islamista y se mantiene intacto hasta hoy, pero con una diferencia: han creado un exponencial crecimiento en sus capacidades de agresión.
La sucesión dinástica y el consejo de la Yihad
Ansar Allah se ha consolidado desde el 2015, pero particularmente desde 2018 cuando los sucesivos fracasos de paz y alto al fuego dieron lugar al estancamiento en su guerra contra la Alianza Árabe liderada por Arabia Saudí y sus aliados del Golfo. Sus conquistas dentro del territorio yemení se debieron a una considerable expansión de sus capacidades militares que les permitió también alzarse con la toma de una ciudad portuaria llamada Hodeida en la costa del Mar Rojo, una zona de importancia estratégica para el centro de gas y petróleo.
Estos aumentos en la capacidad militar y los márgenes de autonomía de los hutíes se demostraban ante cada ataque contra los intereses de Arabia Saudí, especialmente sus objetivos petroleros que son de vital importancia para el reino, y los objetivos de Emiratos Árabes Unidos. El objetivo que los hutíes persiguen es instaurar el Hadawi que es una concepción convertida en doctrina, por medio de la cual Badr Al-Din Al-Huthi representa la única casta apta y legítima para dirigir a Yemen.
La supremacía dinástica, que envuelve además el conflicto interno hacia el clan Al Huthi, se materializa también en una movilización de masas que es condición propia del islamismo. Años atrás, sin ser posible precisar una fecha exacta, los Hutíes crearon un movimiento conocido como Jóvenes Fieles que aspiraba a convertirse en un partido político con alcance del financiamiento público. Esto le ha permitido a Husayn liderar la primera guerra de Yemen a partir de 2004 con más de 10.000 jóvenes adheridos a este grupo, otros religiosos formados en Qom y miembros de otras tribus que se lanzaban a la lucha intestina cuando el miembro superior del clan moría.
Al morir Husayn, se iniciaba entonces una disputa que debía saldarse solo bajo el precepto del norte de Yemen: para asumir en liderazgo hutí, es condición ser parte del liderazgo de casta y mantener el linaje dinástico, un sistema liderado por el Sadah, seguido por los jeques y luego por las tribus que son el menor eslabón.
Abdalmalik fue quien ha reemplazado a su hermano en el liderazgo del clan durante la guerra contra el gobierno yemení. Fue el noveno hijo mayor de Badr Al-Din y fue, junto a su hermano, quien más había viajado a Irán durante la década pasada a su ascenso. El actual líder mantiene una oratoria muy similar, incluso en los gestos, a Hassan Nasrallah, el secretario de la agrupación terrorista libanesa, Hezbollah. Su brazo armado es liderado por Abu Ali, quien le fue encomendado modernizar los aspectos militares y acorralar al gobierno.
La resolución del conflicto dinástico dentro de los hutíes y su modernización militar permitió la creación de una generación para la guerra en Yemen: el desmoronamiento gubernamental del 2011 fue la eclosión de un contexto agitado compuesto también por una juventud frustrada y militarizada bajo el auspicio de la República Islámica de Irán, bajo la inspiración del Líbano y que comenzaría a ganar poder a partir del 2014.
Bajo rasgos definidos como paranoicos y desconfiado de propios y extraños, Abdalmalik ha desarrollado destrezas políticas, pero también ha logrado motorizar el Consejo de la Yihad a partir del cual han logrado revitalizar las funciones de estratégicas y de inteligencia bajo los mandos de emisarios iraníes y libaneses, marcando a fuego la influencia de Hezbollah en la articulación del movimiento hutí que continúa consolidándose, amenazando la estabilidad y seguridad regional.
Las dos décadas previas al 2011 fueron la base que eclosionó después de las protestas que encendieron al mundo árabe y que los sometieron a un proceso de cambios y mutaciones de sus políticas internas y externas. El génesis de los hutíes permite comprender no solo el andar de la guerra contra la Alianza Árabe, sino también posicionar a Yemen como la fuente de inestabilidad que ganará más protagonismo en los años siguientes.
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